El zulú acusado de corrupción que puede presidir Sudáfrica

CIUDAD DEL CABO (SUDÁFRICA).-  Su himno, que canta a voz en grito en cada mitin, en cada reunión o acto social, pone los pelos de punta a la clase media blanca, pero también a los coloureds —de raza mixta—, a los indios y a no pocos negros. No en vano la tonada, 'Umshini Wami' (pásame la ametralladora), que se remonta a la lucha del Congreso Nacional Africano (CNA) contra el Apartheid, recuerda una época de injusticia que muchos, aún con las terribles desigualdades sociales y económicas heredadas y todavía existentes en Suráfrica, preferirían olvidar.

KIM LUDBROOK (EFE)

Un cartel rasgado muestra al presidente del Congreso Nacional Africano (CNA), Jacob Zuma.

El solista es Jacob Zuma, líder del CNA, que se convertirá en escasas horas en presidente del país, pese a ser el candidato más controvertido de la historia democrática iniciada en 1994 y pese a que el CNA cuenta, por primera vez, con una oposición real, surgida de su propio seno, que podría amenazar las mayorías absolutas que el partido de Mandela cosecha desde el fin de la hegemonía racista blanca. Las elecciones de hoy, con 23 millones de sudafricanos registrados para el voto, serán las más disputadas de la historia democrática.

Jacob Zuma, 67 años, es la personificación del superviviente. Se dio su carrera política por acabada hace cuatro años, cuando su asesor financiero fue encarcelado por corrupto y después de ser él mismo acusado por corrupción. Fue obligado a dimitir de la vicepresidencia del país por el que se convertiría en su rival, el presidente Thabo Mbeki (sucesor de Nelson Mandela). Poco antes había quedado absuelto de la violación a una mujer seropositiva con la que había mantenido relaciones sin uso de preservativo, aunque en el juicio dijo haberse protegido de la infección de VIH al darse una ducha (una metedura de pata que se le recordará ad eternum).

Pero Zuma, hundido, se convirtió en el líder de la oposición interna en el CNA a Mbeki —percibido en su propio partido como arrogante y dictatorial y como un tecnócrata distante y egocéntrico por la población en general—. A Mbeki, además, se le reprochaba su incapacidad de lidiar con la epidemia del sida en el país con más seropositivos del mundo. Zuma se presentaba como alguien del pueblo (un zulú pobre que fue pastor de joven, sin apenas estudios, militante en la clandestina CNA desde los 17, miembro de Umkhonto we Sizwe, el brazo armado del partido, encarcelado como Nelson Mandela en la cárcel de la isla Robben...), y se ganaba el apoyo del Partido Comunista y de los sindicatos en su lucha por el poder contra Mbeki. Llegaría su revancha en Congreso del partido celebrado el pasado año, cuando desbancó a Mbeki de la presidencia del CNA primero y del Gobierno después.

Una vez en posición de poder, sólo la acusación de corrupción podía entorpecer su carrera a la presidencia. Asunto resuelto el pasado día 6, cuando quedó liberado por un tecnicismo. El que sea un polígamo con 18 hijos, un tradicionalista zulú que además de las declaraciones sobre el VIH también ha realizado polémicas declaraciones homófobas (luego rectificadas) o sobre la pena de muerte (prohibida en Suráfrica) y que durante su presidencia seguirán vigentes las sospechas de corrupción, no será obstáculo para que se convierta en el tercer presidente negro del país.

Por primera vez, sin hegemonía

La escisión del CNA llegaría después de la dimisión de Mbeki, el pasado mes de octubre. Integrada por ministros pro Mbeki, fue bautizada como el Congreso del Pueblo (COPE) y nació para convertirse en alternativa real al CNA, que ha venido obteniendo, elección tras elección, mayorías del 70% del electorado (la mayoría de la población negra, el 80% de los 45 millones de sudafricanos, votan fielmente al partido que los liberó del Apartheid). Si bien surgió con mucha fuerza, su campaña electoral ha sido modesta, por la falta de recursos económicos y con un candidato, el obispo Mvume Dandala, desconocido por los electores.

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KIM LUDBROOK (EFE)

Camisetas con mensajes políticos en un café en Johannesburgo.

El apoyo que la población vaya a dar hoy a COPE y si éste será suficiente para causar daño alguno a la formación hegemónica es una de las incógnitas por dilucidar, así como si el principal partido de la oposición, la Alianza Democrática (AD), aumentará su electorado. Pese a que todavía se le percibe como un partido que lucha por los intereses de la población blanca, la popularidad de su candidata, Helen Zille (alcaldesa de Ciudad del Cabo), es notable, especialmente en la provincia del Western Cape, donde con toda probabilidad arrebatará el gobierno al CNA.

La incapacidad del CNA de crear trabajo en un país con un 30% de parados, de luchar contra la pobreza y conseguir que Sudáfrica deje de ocupar los primeros puestos entre los países con más desigualdad económica y más crimen del mundo, son las bazas con las que los candidatos electorales han tratado de minar al partido de Zuma. El hecho de que éste sea zulú también puede afectar al resultado electoral de otro de los partidos históricos del país: Inkatha Freedom Party, muy poderoso en la zona de KwaZulu-Natal, que pretende servir a los intereses de la etnia zulú y que históricamente se ha enfrentado (violentamente en los 80 y 90) al CNA. La popularidad de Zuma puede suponer pérdidas significativas en el partido de Mangosuthu Buthelezi, que con 80 años, sigue llevando las riendas del IFP.