WASHINGTON, D.C.- Uno de los dueños del 'Washington Post' puso el dedo en la llaga estos días al decir que "no pagaría por un periódico a ningún precio". Warren Buffet se posicionaba así junto a los que defienden que será muy difícil convencer a los muchos que se han acostumbrado a encontrar información gratuita en Internet de que tienen que volver a pagar por leer las noticias. Entre sus argumentos, el diferente concepto de una noticia o artículo frente a una canción o el capítulo de una serie descargado en iTunes, pero también la dificultad que supondría controlar qué información es de pago y cuál no. Los medios y las fuentes de información son interminables en la red y los usuarios son expertos en encontrar el modo de acceder a la información que más les conviene.
En este esquema que representa cómo accedemos a la información en Internet esta el futuro de la prensa.
El líder de los defensores de los micropagos en Internet es Rupert Murdoch. Acaba de anunciar que prepara un sistema para que los usuarios tengan que pagar por cierta información. Es un modelo que ya sigue 'The Wall Street Journal', pero los años de este periódico cubriendo información financiera sí aportan información única por la que le merezca la pena pagar a un internauta. Murdoch acababa de criticar la decisión de periódicos como 'The New York Times' de aliarse con Amazon y su Kindle DX para vender suscripciones, algo que muchos ven como una posible solución a la crisis de la prensa.
Estas dos decisiones, junto con la sesión celebrada en el Senado estadounidense sobre el futuro de los periódicos, han desencadenado una serie de reacciones en forma de artículos y comentarios estos días. Saltan de un medio de comunicación a otro como si se tratara de una sesión de brainstorming —tormenta de ideas— colectiva. Si alguien tiene una idea sobre cómo salvar a la prensa, por favor pronúnciese.
El último en hacerlo ha sido Howard Kurtz, el experto en medios del 'Washington Post'. Kurtz desvelaba ayer en su columna que el director ejecutivo del 'Washington Post', Donald Graham, está manteniendo conversaciones con el presidente de Google, Eric Schmidt. La pista sobre una posible colaboración entre ambas compañías caía hasta el octavo párrafo de un artículo dedicado a culpar a la prensa por su situación actual, pero puede ser una idea a tener en cuenta.
No hay más detalles sobre la posible colaboración entre Google y el 'Washington Post', pero puede abarcar desde facilitar herramientas digitales para reporteros hasta un método que ayude a distribuir las noticias en Internet de forma beneficiosa para el periódico. La noticia llega unos días después de que un antiguo editor del periódico criticara las consecuencias que ha impuesto Google a los medios de comunicación. Entre otras quejas escuchadas en el Senado estadounidense, se oyó que una vez que Google News inlcuye un link a una noticia determinada, el lector no tiene por qué leer la información completa en la fuente original. Además, si se queda en news.google.com, es el gigante de Internet el que consigue ingresos por publicidad, no el medio que invirtió en escribir dicha noticia.
El antiguo editor del Washington Post explicó con cara de nostalgia que una de las claves de la situación actual fueron las conversaciones que los editores de prensa mantuvieron con agencias como Associated Press en los comienzos de Internet.
Para el periodista canadiense Matthew Ingram, la cuestión de Google y los agregadores de noticias está más que zanjada. "Google ayuda a los periódicos. Y punto". Así titulaba su último reportaje para la revista sobre periodismo 'The Nieman Report', en el que disparaba en muchas direcciones: contra el presidente de 'The Wall Street Journal', por decir que Google devalúa todo lo que toca, contra la hipocresía de los medios que critican a los agregadores pero no bloquean el acceso de los buscadores a sus archivos, contra aquellos que quieren seguir obteniendo beneficio por piezas de información que pueden ser obtenidas y replicadas por muchas otras fuentes desde el momento que las agencias las distribuyen a escala internacional.
Se ha hablado mucho de Google, sus consecuencias para el periodismo y el papel que puede tener en el futuro de la prensa, pero poco eco han tenido las palabras de Steve Coll la semana pasada durante su comparecencia en el Senado. El antiguo editor del 'Washington Post' explicó con cara de nostalgia que una de las claves de la situación actual fueron las conversaciones que los editores de prensa mantuvieron con agencias como Associated Press en los comienzos de Internet. Los periódicos, explicó Coll, perdieron entonces la ocasión de no publicar en la red artículos que no firmara un reportero exclusivamente para el medio. Una vez que las agencias de noticias empezaron a distribuir la misma información a todos los medios, el espacio para que éstos aportaran algo nuevo empezó a reducirse. Y todavía no había nacido Google.
Ahora los medios de comunicación no sólo conviven con agregadores, lectores personalizados que filtran la información que queremos leer o buscadores como Google. También se han unido a la labor de informar ciudadanos que ya no son sólo lectores, sino que también quieren compartir con sus comunidades o el resto de la audiencia de un medio lo que acaba de pasar en su barrio, un partido de fútbol o un acto político. Las fuentes no dejan de multiplicarse. Y no olvidemos las redes sociales. Lejos de quitar lectores a los medios, se los han dado: el 'Telegraph' inglés por ejemplo, recibe el 8% de sus lectores a través de redes sociales en Internet.
"El 'Washington Post' ha conseguido 19 Premios Pulitzer en los últimos diez años. Pero en el mismo periodo de tiempo ha perdido más de 120.000 lectores. Como poco, nos hemos dejado a los lectores en nuestro camino hacia la gloria", escribe Walter Pincus en el próximo numero de la revista 'Columbia Journalism Review'.
Ésa es la primera lección que ya han aprendido los medios en esta crisis, sobre todo los estadounidenses. 'The New York Times' lanzaba este invierno una serie de blogs dedicados exclusivamente a cubrir determinadas zonas locales. Además, invertía en reporteros locales, blogueros y profesionales que trabajan en dichas áreas. Se trata de una medida que busca las ventajas de publicar información descuidada por la redacción del periódico, pero que siguen demandando los lectores, a la vez que se sirve del bajo coste que suponen todavía los llamados periodistas ciudadanos.
El magnate Rupert Murdoch.
Sin embargo, una publicación local sin el respaldo de una compañía de prestigio tiene todavía muchos enemigos. Entre ellos está David Simon, quien compareció la semana pasada ante los legisladores estadounidenses para manifestar la preocupación común por la calidad de la información que pueden producir los lectores. Su mayor temor es la dificultad de destapar casos como el del Watergate por parte del 'Washington Post'.
Pero no son periodistas los que han conseguido que los juzgados estadounidenses permitan publicar en Twitter actualizaciones de los juicios mientras éstos se están celebrando. Como tampoco fue un periodista el que tenía la grabadora encendida cuando Obama hizo uno de los comentarios más amargos de la campaña —dijo que los norteamericanos que estaban frustrados por la pérdida de empleo se aferraban "a las armas y la religión"—, costándole un buen patinazo y también una cadena de explicaciones y disculpas.
Los argumentos favorables y contrarios a Internet en la situación actual de los medios son interminables. Como también lo son a favor de los editores de periódicos, aplastados por el peso de Google, o en su contra, por centrarse en multiplicar los beneficios de un modelo que no tenía por qué funcionar para siempre. A las compañías les queda ahora elegir cómo arriesgarse, tal y como han hecho Gordon Crovitz, ex de 'The Wall Street Journal', y los empresarios Steve Brill y Leo Hindery con un nuevo modelo: Journalism Online.
La compañía se auto define como "una plataforma global con sencillas fórmulas de pago por contenido que proporcionará modelos de beneficios para los medios en tiempos de crisis". ¿Cómo funciona? Sus creadores quieren ser la puerta de acceso, mediante pago, a determinadas piezas de información producidas por los medios y que no sean difundidas en ninguna otra parte. Los medios podrían entregar de forma exclusiva parte de su contenido a estos portales de información, a los que accederán los lectores en función de su interés. Las negociaciones entre Google y el 'Washington Post' han inspirado sospechas de que pueden estar buscando una alianza parecida.
Arianna Huffington desveló la semana pasada en el Senado que Google está preparando una herramienta para que los internautas sólo reciban recomendaciones de links (que bien podrían ser noticias, vídeos o fotografías) que el buscador ya sabe que querrán leer. Sería como aplicar los filtros que creamos para leer las noticias en los agregadores de RSS a las búsquedas generales en google.com. Y el regalo perfecto de Google a los medios que quieren promocionar su contenido sin perderlo del todo.
La vicepresidenta de Google Marissa Mayer ignoró esta referencia durante la reunión en el Senado, igual que los periodistas estos días. El silencio quizás signifique que toda la industria sabe que tienen que subirse al tren de los portales de acceso mediante pago y sólo están esperando un modelo seguro. O que Huffington adelantó un secreto que Google espera perfeccionar.
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