Sudafricanos, adictos a la democracia

CIUDAD DEL CABO (SUDÁFRICA).-  La democracia sudafricana es joven, tiene tan sólo quince años. Tal vez por eso y porque la gran mayoría tuvo prohibido el voto hasta 1994 (la población negra, más del 70% de los 45 millones de ciudadanos), los sudafricanos son adictos a ésto de las elecciones. En la jornada de ayer, los cuartos comicios generales, se revivieron situaciones impensables en muchos países europeos, con democracias añejas: colas de centenares de pacientes electores, esperas de hasta cinco horas para votar, colegios que agotaron las papeletas a mediodía, urnas que tuvieron que ser sustituidas por el atiborre de votos que contenían... y a las ocho de la tarde de ayer la Comisión Electoral Independiente decidía ampliar el horario de votación para dar cabida a aquellos que todavía en fila india seguirían en ella a las nueve de la noche, hora prevista para el fin de la votación.

(Lali Cambra)

Largas colas para votar, urnas a rebosar y papeletas agotadas en el gueto de Gugulethu.

A las dos de la madrugada todavía había gente votando en una de las elecciones más disputadas de la democracia del país, en la que se ha alcanzado una de las participaciones más elevadas y en la que los ciudadanos han renovado su confianza masiva en el Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas en inglés), sin importar que su líder, Jacob Zuma, sea el candidato más polémico de la historia democrática, sobre el que existen serias sospechas por corrupción y cuya batalla por el acceso a la jefatura del ANC ocasionó su ruptura y la formación de un nuevo partido, el Congress of the People, (COPE).

"Mi voto es mi voz", decía ayer Themba Ngwenya, de 38 años, en el gueto de Khayelitsha, en Ciudad del Cabo, y repetía una de las constantes de los anuncios de la televisión que exhortaban a la ciudadanía a acudir a las urnas: "si no voto, no puedo quejarme". Ngwenya, mecánico, explicaba que pese a que los gobiernos del ANC desde 1994 no han cumplido con las expectativas creadas en referencia a generación de empleo, vivienda o lucha contra el crimen, "han hecho mucho por este país y todavía pueden hacer mucho más".

La mayoría de la población negra vota fielmente al ANC, la formación que les libró del sistema racista del 'apartheid' y la gran mayoría consideran que Jacob Zuma, polémico, entre otras, por estar supuestamente involucrado en el cobro de comisiones en negociaciones para la compra de material bélico para el país en 1999, "es un buen líder. Nada se ha probado, para mí es inocente".

Un candidato percibido como un igual

Zuma, un populista, histórico en la lucha contra el 'apartheid', encarcelado en la isla Robben como Nelson Mandela, de origen humilde, es percibido por los sudafricanos negros como un igual, alguien que los puede entender y que, precisamente por sus orígenes, es indicado para luchar contra la pobreza, el desempleo y el crimen, las grandes cuestiones pendientes en el país, el motor económico del continente, pero también uno de los países más desiguales e inseguros del mundo. El hecho de que sea un tradicionalista polígamo, que fuera acusado (luego absuelto) por violación o que haya hecho escandalosas declaraciones (luego rectificadas o atribuidas a la manida mala interpretación de la prensa) sobre el sida, la homosexualidad, la pena de muerte o la disciplina de los jóvenes, apenas se menciona entre los electores negros.

(Lali Cambra)

Partidarios del oficialista Congreso Nacional Africano, cuyo candidato, Jacob Zuma, es el más polémico de la joven democracia sudafricana.

El ANC busca renovar la mayoría de dos tercios (que por la alta participación y de acuerdo con las encuestas de última hora, bien podría conseguir), no sólo para hacer y deshacer a su antojo, sino también para que Zuma llegue a la presidencia desde una posición de poder incontestable, bendecido por las urnas y para demostrar que la batalla interna, cruenta, que protagonizó con el anterior presidente del Gobierno, Thabo Mbeki, por el control del partido, no ha supuesto desgaste alguno. "Llevamos mucho pasado con el ANC, nuestros padres lo apoyan, nosotros también, nos defraudarán en algunas cosas, normal, pero es nuestro partido", resume Bulelani Makhana, de 25 años, estudiante y cajera en un supermercado, en el gueto de Gugulethu, el más antiguo de Ciudad del Cabo, diseñado por el 'apartheid' para mantener a la población negra alejada de la metrópolis.

El peso del nuevo partido y los coloureds

Con apenas dos millones de votos contados (los optimistas esperan tener los resultados mañana, los más realistas apuestan por el sábado), resta por saber si COPE, la escisión formada por exministros del Gobierno de Mbeki (defenestrado con cajas destempladas por los proZuma), podrá restar votos al ANC y si se constituirá en principal fuerza de la oposición, sustituyendo así a la Alianza Democrática (DA), un partido percibido en los guetos como al servicio de los intereses de la población blanca.

Las encuestas atribuían un apoyo del 13% al DA y del 11% a COPE (que no sería un mal resultado para un partido formado hace apenas medio año, aunque alejado del 15% que sus líderes esperan). Otra de las incógnitas es saber si el Western Cape, donde el peso demográfico de los coloureds (raza mixta) es mayor que en otras provincias, será capaz de desbancar al ANC como se prevé. Es la única provincia en la que tal situación es posible, dado que los coloureds, en general, (menos oprimidos históricamente que la población negra), sienten que el gobierno del ANC los discrimina.

En los barrios coloured, con niveles elevados de desempleo y crimen, se repite una letanía: "con los blancos no éramos lo suficientemente blancos, con los negros no somos suficientemente negros". El DA daba a las seis de la mañana de hoy por ganada la provincia, aún a falta del recuento de la mayoría de votos.