Murcia.- El París de 1900 en el que convivían la libertad de costumbres sociales y la vanguardia artística de Montmartre es el eje central de una exposición de la colección del Petit Palais de Ginebra, que se muestra hasta mayo en la sala "Las Claras" de Murcia.
Una imagen de la torre Eiffel en 1900. EFE/Archivo
La comisaria de la muestra, la profesora de Arte de la Universidad Complutense María Dolores Jiménez-Blanco, destacó en un recorrido por la exposición cuatro de las obras que resumen cada una de las partes en las que ésta se divide.
El bullicio, el movimiento, el vértigo, el París de la libertad, que no se encontraba sólo en los grandes cabarés sino en las fiestas populares y la noche, que no se vivía en ninguna otra ciudad de Europa, se plasman en un trazo ágil, rápido en la "Fête foraine" (1901) de Nicolás Tarkhoff, ruso afincado en la ciudad gala.
Esa muestra de libertad callejera, del trasiego de sus bulevares, que se podía ver en París se aprecia, como en una imagen fotográfica, en "El beso" de Teophile Steinlen, uno de los precursores de los impresionistas y maestro litógrafo conocido por sus obras sobre "Le Chat Noir" y carteles de cabarés y teatros.
Jiménez-Blanco explicó que la pasión que se aprecia en el cuadro de este gran autor es un ejemplo de su maestría, que atrajo a artistas jóvenes como Picasso o el noruego Munch, el autor de "El grito", a instalarse en París para aprender las nuevas técnicas pictóricas emblema de la modernidad parisina.
La modernidad de las costumbres se desarrolla de forma paralela a la nueva forma de usar el pincel, con un trazo más rápido, suelto, ligero, como en el retrato "Gabrielle" (1910) de Renoir, que abre la exposición y que revela la diferente forma de captar el cuerpo humano, que transmite la calidez que emana de la relación entre el pintor y la modelo.
Esta es otra de las característica que definen el principio de siglo parisino: el pintor se olvida de la mujer mitificada para plasmarla en sus lienzos. "La mujer, la figura femenina ya no es una diosa, es una mujer observada, son formas bellas por si mismas sin necesidad de representar algo trascendente", señaló la comisaria de la exposición.
Este hecho se muestra en las obras de Georges Kars, Pinchus Kremegne, Manguin, Louis Legrand, Picabia o Picasso, que se ven en la exposición, así como de forma magistral en un pequeño y delicado pastel de Degas la "Femme nue à sa toilette".
La profesora Jiménez-Blanco destacó de la obra su cercanía a la fotografía, el interés de Degas por la condición de instantánea casual, en este caso del desnudo femenino en la intimidad.
Luego Chagall, Maria Marevna, Kees van Dongen, Bottini, el catalán Joaquím Sunyer, Camoin, y empiezan los ejemplos del Cubismo, donde la comisaria de la exposición alaba la "Femme à la guitare" (1917) de la cántabra María Blanchard.
Para Jiménez Blanco, Blanchard es una de las más importantes representantes de esta corriente artística. "Hace un cubismo muy elegante, a veces se le ha relacionado con Zurbarán, pero tiene más conexión con Juan Gris, que fue en muchos momentos de su vida un artista muy cercano a la artista santanderina".
La muestra es parte de la colección del mecenas francés de origen tunecino Oscar Ghez, industrial del caucho que comenzó también una de las modas de la época: el coleccionismo. La obra completa se exhibe en el Petit Palais, de Ginebra, desde 1968.
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