Pakistán ante las elecciones

La amenaza de ataques islamistas, la violencia política y la posibilidad de fraude electoral se ciernen sobre las primeras elecciónes parlamentarias que celebra Pakistán en poco menos de seis años. El presidente Pervez Musharraf las está utilizando como prueba de que su país retoma el camino de la democracia: las llama "La madre de todas las elecciones". Pero los recientes acontecimientos, entre los que destaca el asesinato de Benazir Bhutto, están minando la esperanza de que así sea y lo más probable es que eso no cambie.

(REUTERS)

Pakistán celebra "la madre de todas las elecciones" según Musharraf.

La campaña política ha estado marcada por los atentados suicidas y ataques contra objetivos políticos en los que más de un centenar de personas han sido asesinadas. La más notable entre ellos, Benazir Bhutto, la última líder dinástica del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), aclamada por sus partidarios como la salvadora de la democracia en Pakistán.

Bhutto fue asesinada en el transcurso de la campaña, a finales de diciembre. Sus rivales de la Liga Musulmana que gobiernan Pakistán confían en que una parte sustancial del voto por compasión se habrá disipado en las siete semanas transcurridas desde el asesinato. Esperan que el panorama político se habrá tranquilizado y que eso dará a la Liga la oportunidad de volver al poder sin problemas. Pero esa es una esperanza muy frágil.

Las elecciones decidirán los escaños del Parlamento nacional y de cuatro de los parlamentos provinciales. Los seguidores de Musharraf insisten en que en estas elecciones no se trata de decidir sobre su presidencia ya que Musharraf se renovó en el cargo para otros cinco años en el 2007. Pero está claro que esta votación si es sobre su figura y que su credibilidad está en juego. Estas elecciones tienen que ver con la confianza en un hombre que pidió a los paquistaníes que creyeran en él cuando arrebató el poder en 1999 a un líder elegido democráticamente. Tienen que ver con la lealtad a un hombre que con la serenidad de un militar experimentado pidió y consiguió el apoyo de los votantes a su visión política y económica.

Los últimos 12 meses, la oposición a su figura ha ido en aumento. Comenzó con las protestas de los abogados ante la destitución del presidente del Tribunal Supremo, en marzo y su posterior enfrentamiento con dicho Tribunal. En noviembre, Musharraf, que era entonces jefe del ejército, impuso el estado de emergencia, suspendiendo la constitución y encarcelando a sus opositores. La oposición dice que la democracia ha sido sistemáticamente desmantelada bajo su dirección, además de que no ha sabido estar a la altura en su deber de derrotar a los presuntos militantes islámicos cuya violencia ha aterrorizado a la población durante los meses de campaña. También señalan el empeoramiento de las condiciones económicas, con millones de personas que sufren cortes de energía, el aumento de los precios y la escasez de harina y aceite. En el pasado, Musharraf se jactó de haber sacado a la economía paquistaní del borde de la ruina, y algunos indicadores económicos parecen respaldar esa afirmación. Pero en el período previo a las elecciones, muchas personas se han preguntado, ¿dónde están las pruebas concretas y definitivas?

Además, la amenaza de los militantes islamistas no da muestras de disminuir, a pesar del titánico apoyo financiero de Estados Unidos. Las zonas tribales a lo largo de la larga frontera occidental con Afganistán se han convertido en zonas bajo control talibán, y los militares no obtienen resultados en sus esfuerzos por limpiar las fronteras.

En todo caso, es muy probable que estas elecciones se decidan al otro lado del país, en las zonas más pobladas, en el granero de la provincia de Punjab. De todas las provincias del Pakistán, Punjab es la que tiene más diputados en el Parlamento. Es el lugar de donde proviene gran parte de la elite militar y donde el partido gobernante tiene su base de apoyo. El presidente Musharraf necesita esa base para defenderse de los intentos de la oposición para procesarlo después de las elecciones.

Su problema es que el partido principal de la oposición laica, dirigida por Nawaz Sharif, el ex Primer Ministro depuesto en 1999, también tiene su centro de apoyo en el Punjab. Y que el partido de Benazir Bhutto parece estar logrando también avances en la provincia. El PPP tiene su bastión en Sindh, al sur y, a pesar de las predicciones de que la mayoría del voto estará manipulado, muchos analistas creen que el PPP registrará un fuerte apoyo en el Punjab, capitalizando el voto de compasión para Bhutto, el descontento popular sobre la economía y la percepción popular de que el ejército es débil.

No es que esa debilidad sea evidente en el terreno. Con decenas de miles de tropas desplegadas por todo el país en los días previos a la votación, existe el temor de disturbios si las sospechas de manipulación del sufragio se confirman Dichas sospechas se han visto amplificadas por una reciente encuesta de opinión, en la que se registra un bajón en el apoyo a Musharraf y un aumento de la popularidad del partido de Bhutto en más de un 50 por ciento. Los recuerdos de la violenta protesta contra el gobierno después del asesinato de Bhutto todavía están frescos.

La realidad es que quien gane estas elecciones tendrá que trabajar con todos los poderosos servicios de seguridad, incluidos los militares. A pesar de estar empañado por una reputación de ambición política y de intereses económicos, el ejército es aún una institución respetada. Sigue siendo el baluarte contra el gran enemigo de Pakistán, la India, y a los ojos de muchos hay que lograr integrarlo en el sistema, en lugar de desafiarlo o provocarlo.

No obstante, los millones de paquistaníes que votan por el PPP y Nawaz Sharif estarán esperando que sus líderes cuenten con un apoyo a su poder lo suficientemente fuerte como para obligar a los militares a ocuparse de lo que deben, y dejar que los políticos continúen con su trabajo de apuntalar la economía y conducir la democracia por el camino correcto.

Si ese es el resultado, los líderes del resto del mundo que están observando la intensa actividad de los militantes islamistas en Pakistán, sin duda, también sentirán alivio.

*Paul Anderson es antiguo corresponsal de la BBC en Pakistán.