KABUL (AFGANISTÁN).- Hamid Karzai no debería tener rival en estas elecciones. Es el candidato USA, el fino estilista que se pasea por todas las cancillerías occidentales como el más cultivado de los políticos afganos.
Un ciclista pasa ante un cartel electoral con un retrato del presidente Hamid Karza. Kabul, agosto de 2009.
La orquesta internacional que ameniza los acontecimientos violentos de cada día lo ve como el mejor de los males posibles. "Es el único caballero en un Gobierno de garrulos", me explica una persona que ha tenido el gusto de conocerlo.
Hace un mes ganaba por goleada en encuestas que nadie sabe cómo se hacen en un país sin censo actualizado. Hace dos semanas otro sondeo manejado por la diplomacia europea le catapultaba hasta el 53%. Un récord para un político que ha dilapidado cinco años, que no se ha atrevido a plantear reformas estructurales que permitan mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, que se ha aliado con los peores compinches posibles.
La última encuesta ha estrechado el margen. Ha perdido la mayoría absoluta y su principal contrincante, el ex ministro de Asuntos Exteriores, Abdulá Abdulá, recoge diariamente los votos de descontento. Otros dos candidatos suman votos suficientes para dificultar un triunfo por mayoría absoluta de Karzai.
Los pueblos son, a veces, tercos. En 1990, Mario Vargas Llosa era el más firme candidato de las elecciones generales peruanas. Había abandonado por unos meses su brillante carrera literaria y se había presentado a una campaña muy sucia como candidato independiente.
Aunque cometió un error de bulto: fue de la mano de los principales líderes de la derecha, entre ellos el ex presidente Fernando Belaúnde, cuyo Gobierno atesora un récord de desaparecidos. El rechazo frontal de los peruanos a una clase política endiosada y corrupta facilitó la llegada de un candidato sorpresa: el ingeniero Alberto Fujimori. En la primera vuelta consiguió un empate técnico con Vargas Llosa. En la segunda lo vapuleó al doblarle en las urnas. Los otros candidatos pidieron a sus electores que votasen al "chinito de la suerte", como le llamaba la población.
Jóvenes cargan agua en una fuente. Kabul, agosto de 2009.
Perú y Afganistán están en dos continentes distintos y sus historias no son comunes. Aunque allí había una amenaza armada igual que la hay aquí. Y la mayoría de la población era indígena y campesina, igual que aquí. Y muchos pensaban que el ombligo del país era su capital, igual que aquí.
Las horas anteriores al cierre de la campaña electoral han deparado algunas sorpresas. Por primera vez Karzai se avino a participar en un debate televisado con otros dos candidatos presidenciales. Aunque no estaba Abdulá Abdulá, un ambicioso político vinculado a Ahmad Chah Massud, el único señor de la guerra que ya no existe porque fue asesinado en septiembre de 2001.
Karzai no fue capaz de ganarse a la audiencia, titubeó en los temas transcendentales y dio respuestas ambiguas. Consiguió lo más difícil: dar una imagen de debilidad y de doble moral. El hombre que ama Occidente se escuda en criminales de guerra para recuperar los votos que le faltan y hace concesiones a los conservadores sin que le importe pisotear los derechos de las mujeres. Curiosa forma de patrocinar la democracia.
Soldados italianos llegan al cuartel general de la OTAN después del atentado del sábado.
¿Qué hago para arrancar votos tayikos?, debió de preguntarse Karzai hace meses. "Aliarme con el señor de la guerra y antiguo ministro de Defensa, Mohamed Fahim". ¿Y si me quiero ganar la confianza de la comunidad hazara? "Pues me uno a otro criminal como Abdul Karim Khalili".
Como no las tiene todas consigo pidió el regreso urgente de Turquía del uzbeko Rachid Dostum, uno de los mayores asesinos. Así arranca votos uzbekos.
El sanguinario Dostum y sus 3.000 mercenarios, que cobraban en 1992 diez veces el salario de un director de ministerio, defendieron durante años el régimen comunista que luego traicionaron. Durante la guerra civil, que aniquiló a miles de civiles, uso el transformismo estratégico para cambiar varias veces de aliados. Dostum, el demócrata de toda la vida, fue bien recibido ayer por Karzai. Todo por un puñado de votos.
Una segunda vuelta electoral sería necesaria si ninguno de los 41 candidatos consiguiera el 50% de los votos y se celebraría en otoño en una escalada violenta. Con un goteo de soldados muertos de las fuerzas internacionales que comienza a preocupar. 76 soldados muertos en julio, 33 en lo que va de mes. Un precio elevado para una causa vital, como aseguran los responsables de la OTAN. O un precio injusto para asegurar el poder en tantas manos manchadas de sangre.
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