MESETA DE QINGHAI.- El punto álgido de los miedos y las tensiones engendradas desde hace semanas en las zonas de población tibetana en China se ha alcanzado este fin de semana. Hace un año, la capital tibetana Lhasa se levantó contra las autoridades chinas, extendiéndose como una onda en numerosas regiones tibetanas.
La policía detiene a un monje tibetano que protesta contra la ocupación china.
Este aniversario, que coincide con la otra fecha simbólica temida por Pekín, la del fracasado levantamiento antichino de 1959 y la huida a la India del Dalai Lama, ha sido bien preparada por las autoridades. Hasta el punto que, según las fuentes oficiales tibetanas y chinas, resulta poco probable un nuevo desbordamiento de la violencia como la de hace un año, cuando se produjeron entre 20 y 200 muertos.
La situación está tan blindada como cuando pasó la llama olímpica", exclama un padre de familia tibetano de un pueblo al sur de Qinghai.
Habrá que esperar todavía varios días o varias semanas para que todo vuelva a la normalidad
Ya no pueden frecuentar los monasterios:
Es demasiado peligroso; mi mujer tampoco se acerca desde hace más de un mes
Los monasterios, principales instigadores de las revueltas del año pasado, están siendo estrechamente vigilados estos días. El monje del pueblo lo confirma. Ningún habitante se atreve a ir a su monasterio. Sólo las fuerzas de la policía lo frecuentan. Se quedan desde las 9 de la mañana hasta medianoche. Y en la mayor parte de los casos, el puesto de vigilancia está cerca del establecimiento religioso, e incluso se encuentra en su propio seno.
Están ahí apostados toda la jornada desde el comienzo del mes y toman registro de todos los extranjeros que entran. ¡Vigilan hasta mis más mínimas acciones y gestos, y tienen un ojo puesto en todas las llegadas y salidas!
Desplegando el registro de buena conducta al que debe someterse, el monje lee un extracto que estipula que no puede encontrarse con ningún otro monje, no hablar de la situación política con extranjeros, bajo pena de graves sanciones.
Para este monje recluido en su monasterio aislado en las montañas nevadas de Qinghai, una zona poco poblada y muy tibetana, al norte de la Región Autonóma del Tíbet (TAR), ni pensar en salir de su pueblo.
En mi pueblo nadie se atreve ni a mirarme a los ojos. Tienen miedo de ser acusados de complicidad en actos de rebelión
Ningún bus ni ningún taxi quiere cogerlo: Qué puedo hacer en estas condiciones, si no es esperar...
Desde las revueltas de marzo de 2008, el monje no ha conseguido permiso para entrar en la región autónoma vecina. Y desde hace varios días, las comunicaciones telefónicas con Lhasa han sido cortadas. "No es con violencia como van a arreglar la situación y todo esto me carcome", dice.
Se trate de la Región autónoma o de provincias chinas vecinas, las fuerzas paramilitares y la Policía han echado el cerrojazo sobre el conjunto de las regiones con población tibetana. Unas zonas en las que, en tiempos normales, no era necesaria ninguna autorización por parte de las autoridades; los extranjeros, periodistas o no, están desterrados.
Es el caso de la ciudad de Xiahe, en la provincia de Gansu, donde se encuentra el imponente monasterio de Labrang. Es necesario enseñar el documento de identidad en los diferentes puestos de control de los alrededores de la ciudad para poder flanquear las puertas de la ciudad.
Por ahora, sólo se han registrado algunos actos individuales de protesta organizados por diferentes organizaciones y medios internacionales. El orden reina en el Tíbet.
* Este artículo se ha publicado originalmente en el medio digital francés Rue89.
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