El mundo da la espalda al Congo catorce años después de Ruanda

En unos momentos en los que todo el mundo vuelve sus ojos hacia Estados Unidos, en una de las zonas más profundas del continente negro se fragua la que podría ser la "II Guerra Mundial Africana". La primera tuvo lugar hace aproximadamente 14 años, en la misma región y con similares protagonistas. Así es como se llamó al conflicto de Ruanda, que dejó cuatro millones de muertos. La indiferencia con la que la comunidad internacional (con la ONU al frente) asistió al drama que se vivió durante buena parte de los años 90 corre peligro de repetirse con la situación que se está viviendo en la República Democrática del Congo.

Stephen Morrison (EFE)

El gobierno congoleño de Joseph Kabila ha hecho la última llamada de atención esta mañana. Acusaban a las tropas de la ONU de no proteger a la población civil y de no actuar ante las matanzas indiscriminadas que están llevando a cabo los rebeldes liderados por el general tutsi Laurent Nkunda. Horas después, el mismo Kabila se reunía con Ban Ki-moon, el presidente de Ruanda y otros seis presidentes africanos en Nairobi. Las declaraciones del secretario general de la ONU al término de la reunión no aportaban muchas soluciones al problema: Moon advertía del riesgo de que el conflicto se extienda a toda la región de los Grandes Lagos. "La solución ha de ser política, no puede ser militar", ha dicho. Con esas palabras dejaba entrever que, esta vez, Naciones Unidas tampoco jugará un papel clave en la resolución del conflicto.

Las tropas de soldados tutsis bajo el mando de Nkunda han avanzado en las últimas semanas sin encontrar apenas resistencia. El Ejército de Kabila (presidente desde 2001 y elegido en las elecciones presidenciales de 2006) ha quedado prácticamente desarticulado y las tropas se replegaron ante la incapacidad de plantar cara a los rebeldes. Los partidarios de Nkunda basan sus ataques en una supuesta colaboración entre el gobierno de Kabila con las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda, formada por antiguos soldados ruandeses responsables del genocidio contra los tutsis de 1994.

La misión de la ONU, a medio gas

Stephen Morrison (EFE)

Aunque la memoria de Europa respecto a los problemas africanos sea bastante fugaz, el horror que supuso el genocidio de Ruanda todavía pesa en la conciencia de muchos. No en vano, las tropas de la ONU que se encontraban en la zona fueron acusadas de asistir con pasividad a la masacre de cerca de 800.000 tutsis a manos de la mayoría hutu. "Hay que ser sinceros, la comunidad internacional no está haciendo nada por resolver la situación. Probablemente no se llegue al nivel de las matanzas de la década pasada pero la violencia cada vez es mayor y aumenta el número de víctimas", explica a soitu.es Carluccio Giannini, técnico de la Unidad territorial de África de Cáritas España.

La organización trabaja sobre el terreno colaborando con Cáritas Congo, atendiendo a las decenas de miles de desplazados. La catástrofe humanitaria es inevitable. Los miles de congoleños que ya vivían en campos de refugiados han huido del avance de los rebeldes hacia la ciudad de Goma, que ahora está rodeada por los hombres de Nkunda. "En la ciudad están desbordados y todos pensamos en lo que ocurrió hace 14 años, en la situación de los refugiados", explica Giannini.

Las ONG's son, junto a los soldados de la ONU, la única presencia extranjera en el país. Por el momento, tanto Estados Unidos como la Unión Europea han descartado mandar tropas a la zona para intervenir en la situación. "Ni la UE ni la ONU están dispuestas a hacer algo que no sean labores diplomáticas, pero el conflicto requiere una operación más contundente. Aunque parezca que lo lógico sería mandar más efectivos de Naciones Unidas, no se trata tanto de una cuestión de cantidad como de coordinación y capacidad de intervención", señala Carlos Echevarría, profesor de Relaciones Institucionales de la UNED y experto en Africa Subsahariana.

(REUTERS)

Y es que la misión que el MONUC —la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo— no es precisamente pequeña. Con sus casi 17.000 efectivos desplegados en la zona, se trata de la mayor misión de la ONU en el mundo. "El contingente desplegado está en operaciones de paz pero en Congo no hay ninguna paz que proteger", explica Echevarría. "Tanto los medios materiales como el mandato que tienen (saber hasta dónde pueden llegar, cuándo pueden intervenir) es bastante débil por lo que su presencia suele generar bastante frustración ya que, en la práctica, no desarrollan una labor determinante".

Entonces ¿cuál es el papel de la comunidad internacional en este conflicto? La opción de la intevención militar está prácticamente descartada por lo que los movimientos diplomáticos son la única opción que queda. La presión sobre Ruanda para que no ofrezca ningún tipo de apoyo al general Laurent Nkunda es la principal baza. "También se trata de un problema interno, que requiere la voluntad política de los dirigentes de Congo. De todos modos, no hay mucha intención por parte de los países europeos ni africanos", comenta el profesor.

Por el momento, el conflicto es una bomba de relojería que a duras penas se hace un hueco fuera del país africano. Hoy, los periódicos nacionales españoles apenas le dedicaban un breve, informando sobre el cerco a Goma. Con una petición de alto el fuego de Ban Ki Moon, cerca de 250.000 desplazados que han abandonado su hogar y las primeras denuncias de matanzas indiscriminadas de población civil, la situación comienza a recordar preocupantemente a una historia ya vivida en el país africano.