Ventisiete pasadores cruzan el manto de ascuas de la noche de San Juan

Soria.-  Soria, 24 jun (EFE) Veintisiete pasadores han cruzado en la noche de San Juan el tradicional paso del fuego en la localidad soriana de San Pedro Manrique, en un ritual mágico que ha sido seguido por cerca de tres mil personas congregadas en el anfiteatro de la ermita de la Virgen de la Peña.

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(EFE)

En la imagen, un joven intenta pasar descalzo sobre la alfombra de fuego, con una persona a hombros, durante el tradicional paso del fuego de la noche de San Juan, celebrado en la localidad soriana de San Pedro de Manrique.

A las doce en punto de la noche, Alejandro García, el popular Chichorrillas, ha abierto el turno de los pasadores, portando, como es tradición, a una de las tres móndidas que presiden este festejo.

Uno a uno, hasta veintisiete, y con edades comprendidas entre los dieciséis a los 76 años, han cruzado la alfombra de ascuas.

Entre los pasadores este año ha aumentado la participación femenina, con cuatro mujeres.

El alcalde de San Pedro Manrique, José Antonio Hernández, ha valorado de forma positiva el desarrollo del festejo.

"Mientras haya un sampedrano por cualquier parte del mundo, habrá paso del fuego", ha destacado.

La celebración ancestral del paso del fuego es, para los expertos, un ritual iniciático para lograr la inmortalidad a través de la hoguera purificadora, y para los menos versados, uno de los momentos más emocionantes del calendario festivo más allá de las fronteras provinciales.

Mónica García, una de las cuatro mujeres que han posado sus pies desnudos sobre las brasas de fuego, ha portado a lomos a su hijo, ha adelantado que espera repetir y ha reconocido que "un poco de miedo" se siente ante el ritual.

Javier Vallejo, a sus dieciséis años, ha sido el pasador más joven en la noche de San Juan.

En su primer año, el joven ha calificado la experiencia como "única", apuntando que estaba "algo nervioso" y que es el único de su familia que ha afrontado el reto.

Alejandro Elcad, a sus 57 años, ha insistido en que "aunque tenga ochenta años" la voy a pasar.

Ha recordado que comenzó a pasar el fuego a los trece años y ha pasado encima a dos sobrinos algún año.

Rafael Sánchez, uno de los horguneros que prepara durante tres horas el manto de cenizas de roble, ha explicado que hay que moverla y apalearla mucho para que se vaya deshaciendo el ascua.

La elaboración de la alfombra de cenizas, ha reiterado, no es una ciencia exacta y cada año hay que jugar con la experiencia acumulada.

A las nueve de la noche se ha encendido los cerca de 3.000 kilogramos de leña de roble que, tres horas después, ha servido de alfombra de cenizas.

La alfombra tiene siete metros de longitud por algo más de un metro de anchura y un grosor en torno a los veinte centímetros, sobre los que los pasadores, con paso firme, cruzan en seis o siete pasos sobre las ascuas.

El paso del fuego es una fiesta declarada de interés turístico nacional pero que no fue conocida hasta bien entrado el siglo XX.

En la década de los 50, estudiosos de renombre nacional e internacional, como Caro Baroja, se interesaron por este rito en torno al fuego.

Cuando la leña se ha consumido de forma uniforme, pasada hora u hora y media, se extiende con cuidado la alfombra de ascuas, previo examen del terreno para comprobar que no existen piedras u objetos metálicos que puedan después provocar algún accidente a los pasadores.

El paso del fuego es presidido por las Móndidas, tres jóvenes sampedranas elegidas por sorteo entre las mozas casaderas, que van vestidas de blanco y con un extraño cesto en la cabeza con flores de pan y largas varitas de harina y azafrán (arbujuelo).

Las tres móndidas rememoran, según los estudiosos, la abolición del tributo de las cien doncellas tras la derrota musulmana durante el reinado del rey astur Mauregato, y para otros, son la encarnación de las antiguas sacerdotisas celtíberas.