Las máquinas de la mentira

Cuando la verdad sea demasiado débil para defenderse tendrá que pasar al ataque.— Bertold Brecht

Miguel Ángel Rodríguez, en '59 segundos'

"En fin, ayer fue un gran día para la democracia". Con esta contundente frase, de construcción un tanto umbraliana, cerraba Casimiro García-Abadillo su columna del martes en 'El Mundo'. Casimiro no vio, evidentemente, el mismo debate que yo, con dos políticos de perfil liliputiense llamándose mentirosos en repetidas ocasiones. Concretamente en seis ocasiones. Cinco Rajoy a Zapatero y una Zapatero a Rajoy. En mi pueblo, si le llamas mentiroso a alguien, te suelta una galleta. Pero no se asusten, no somos salvajes: durante siglos, incluidas épocas tan ilustradas como la victoriana, llamar a una persona mentirosa era motivo suficiente para que te retase a duelo. Lástima. Un insulto tan importante, mentiroso, debería seguir siendo considerado falta grave entre gentes de bien.

No entre políticos y periodistas. Nada más terminar el cara a cara, la mayoría de las televisiones que lo retransmitieron iniciaron sendos programas de debate. Yo fui saltando de una cadena a otra, y cuando recalé en Telemadrid vi a Pilar Cernuda decir, con su habitual cara de estreñimiento, que Zapatero era muy malo porque había sido el primero en llamar mentiroso a su rival. Mintió, puesto que fue Rajoy quien utilizó ese término durante su primera intervención, con la que se abrió el debate: "(usted) necesitó mentir a los españoles sobre lo que estaba haciendo y dividir a la opinión pública para silenciar cualquier protesta".

Podría ponerles algunos ejemplos más, con Miguel Ángel Rodríguez a la cabeza. Pero no lo voy a hacer. Sólo les plantearé una pregunta: ¿mintió de forma consciente Pilar Cernuda? Yo creo que sí: no puede ser tan idiota, tan inepta, como para confundirse en un tema tan evidente y serio, un tema con el que abre su intervención en un debate. Entonces, ¿por qué miente de forma tan descarada? Mienten los políticos, de acuerdo... pero ¿y los periodistas? ¿Tienen sentido las tertulias, organizadas en torno a periodistas mamporreros a sueldo de uno u otro partido político? ¿Es razonable que TVE, la televisión pública, invite a '59 segundos' al tal Miguel Ángel Rodríguez, sabiendo que es un fanático sin escrúpulos?

García-Abadillo dice que "ayer fue un gran día para la democracia". Yo creo que fue una demostración más de lo enclenque que es nuestra democracia, de cómo depende de los grandes grupos mediáticos: se conforma con pantomimas como la del lunes y se ve incapaz de reunir a cuatro periodistas independientes para realizar una entrevista a dos líderes políticos.

¿Televisivamente hablando? Éxito de audiencia, con 13 millones de telespectadores y una cuota de pantalla del 59,1%. Fracaso de quienes volvieron la espalda a lo evidente: Antena 3 y Telecinco alcanzaron mínimos históricos para esa hora y esos programas. Y un ganador entre aquellos que retransmitieron el debate: la mejor cobertura, incluyendo pre y post, posiblemente fuera la de Cuatro. Un 10,5% de los espectadores siguieron la cobertura de esta cadena. Pero lo más curioso no es eso, sino que su 'Especial informativo' posterior creció en audiencia frente al descenso del resto de cadenas. ¿La clave? Posiblemente que era el espacio menos gritón, el más equilibrado, el menos sectario...

Un motivo para no ver la televisión

La noche quedó atrás
Autor: Jan Valtin.
Editorial: Seix Barral.

'La noche quedó atrás' es un libro de aventuras apasionante, una biografía de brutal intensidad, la crónica perfecta de una época, el siglo XX, y una crítica a las dictaduras de cualquier signo. Pero lo he elegido para hoy por el texto de la faja que lo rodea, lo reconozco: "El mejor retrato del fanatismo político jamás escrito".

En estos tiempos de tensión electoral, de medias verdades y enormes mentiras, de ansiedad por el poder… resulta muy gratificante seguir las andanzas de un idealista, subespecie humana en grave peligro de extinción. Un idealista que sueña con la revolución, y que se convierte en espía y agente doble. Desde esta comprometida posición, Jan Valtín (pseudónimo de Richard Krebs) hace perfiles de los dos bandos (comunistas y nazis) que escribieron la historia del siglo pasado. Una crónica perfecta del mal como motor de la humanidad. Y de la inagotable capacidad del poder político para utilizar la mentira como arma de destrucción masiva. No nos dejemos engañar.