En plena fiebre de protección del medio ambiente, los fabricantes de coches se enfrentan a normativas cada vez más restrictivas. La Unión Europea se ha puesto firme y amenaza con multas millonarias si los fabricantes no reducen las emisiones de CO2. Los más perjudicados: las compañías alemanas y los compradores de coches.
La Unión Europea ha iniciado una cruzada contra la contaminación de los coches.
La Unión Europea no ha cedido a las presiones de los lobbies alemanes y ha anunciado sanciones que afectarán a todas las marcas de automóviles que no cumplan con la normativa sobre emisiones de CO2 que entrará en vigor en 2012.
La idea de la Unión Europea es rebajar en un 19% las emisiones de CO2 en Europa y, para ello, no dudará en sancionar a aquellas marcas cuyas emisiones (la media de todos los modelos de sus respectivas gamas) supere los 130 gramos por kilómetro.
La medida afecta relativamente poco a las marcas francesas e italianas, cuyas gamas se articulan alrededor de coches de tamaño pequeño y medio y dotados, en su mayoría, de motores diésel. Pero impacta de lleno en la línea de flotación de las marcas de lujo alemanas como BMW, Mercedes o Porsche, en cuyas gamas abundan los coches de gran tamaño con motores de gasolina de alta cilindrada. Pese a los esfuerzos realizados por todas ellas en materia de reducción de emisiones, resulta harto improbable que lleguen a cumplir en 2012 las exigencias de la Unión Europea, al menos si mantienen la estructura actual de sus gamas de modelos.
Las sanciones que plantea la Unión Europea van de los 25 a los 95 euros por gramo superior a los 130 por coche fabricado. El baremo se aplicará en función del peso del vehículo y, para algunas marcas, supondrá multas cifradas entre los 1.000 y los 1.500 millones de euros anuales. Las sanciones, como es lógico, repercutirán al precio final del vehículo, por lo que quien realmente pagará el pato será el cliente.
El problema principal –y ahí llegan las quejas de la industria alemana, con su canciller Angela Merkel de abanderada- es la diferente repercusión de la nueva normativa. Y es que, un Peugeot, un Renault o un Fiat de alta cilindrada estará libre de multas, aunque contamine igual o más que un alemán. Esto se debe a los cientos de pequeños cochecillos políticamente correctos de los fabricantes mediterráneos, que ajustarán la media de emisiones de las marcas a las cifras exigidas. Los fabricantes alemanes se verán obligados a desarrollar productos de gama baja para compensar las emisiones de sus modelos de lujo. Y no parecen muy predispuestos.
La idea de los lobbies alemanes es que la Unión no aplique las sanciones por marca sino por grupos industriales. De esta manera, Mercedes compensaría las emisiones monstruo de sus grandes berlinas y deportivos con motores de ocho y doce cilindros con la discreción de los Smart. BMW tiraría de Mini para pagar lo menos posible. Y Porsche podría mimetizarse dentro del Grupo Volkswagen, ya que por algo su presidente Wendelin Wiedeking se ha regalado en el último año y medio más del 30% de las acciones del consorcio.
Cuatro años. Ése es el plazo que los fabricantes tienen antes de que las amenazas de la Unión se concreten en sanciones contantes y sonantes. Los alemanes, algunos japoneses y marcas como Land Rover o Jaguar (que Ford intenta vender sin éxito, ya que no tienen ninguna posibilidad de evitar las supermultas que se avecinan), deberán darse prisa en el desarrollo de motores más eficientes y sistemas híbridos. Mientras, en el otro bando se encuentran PSA, Renault, Fiat y Toyota ¿Cómo se las arregla Toyota para estar siempre en el bando bueno? Miran al futuro con relativo optimismo. Para ellos, con numerosos coches en el umbral de los 130, llegar a 2012 con esa cifra de media, será pan comido.