MADRID.- Casi 60 años después del estallido del conflicto entre israelíes y palestinos, la conferencia que se celebra hoy en Annapolis supone la última oportunidad para sus participantes a la hora de alcanzar un acuerdo de paz para el conflicto. La idea de la "última oportunidad" siempre ha estado en boca de todos los analistas en cada reunión de alto nivel entre ambas partes, pero esta vez el mundo se encuentra ante la última posibilidad con la que cuenta la Iniciativa de Paz Árabe, presentada en 2002 y que muchos entienden como una de las soluciones más consolidadas para poner fin al conflicto.
Casi 60 años después del estallido del conflicto entre israelíes y palestinos, la conferencia que se celebra hoy en Annapolis supone la última oportunidad para sus participantes a la hora de alcanzar un acuerdo de paz para el conflicto. La idea de la "última oportunidad" siempre ha estado en boca de todos los analistas en cada reunión de alto nivel entre ambas partes, pero esta vez el mundo se encuentra ante la última posibilidad con la que cuenta la Iniciativa de Paz Árabe, presentada en 2002 y que muchos entienden como una de las soluciones más consolidadas para poner fin al conflicto.
Estados Unidos se limita a asumir, según la Casa Blanca, un papel de organizador de la cumbre. Acaso, tendrá más relevancia en ciertas conversaciones sobre el programa nuclear iraní, que ocuparán un lugar secundario durante la conferencia. Pero aunque la intención de la administración Bush es no interferir en el resultado final del encuentro, sí se tiene constancia de esfuerzos norteamericanos para la publicación de una declaración previa conjunta, para esta noche o mañana, antes del inicio oficial de la reunión.
Pero, a pesar del escepticismo reinante, hay motivos de peso para tener cierta esperanza sobre un final feliz: un compromiso árabe sin precedentes, demostrado ayer con la incorporación a última hora de Siria, y la voluntad del primer ministro israelí, Ehud Olmert, y del presidente palestino, Mahmud Abbas, a la hora de llevar las negociaciones a buen término podrían superar el boicot organizado por Hamás y por Irán.
REUNIONES PREVIAS A LA CONFERENCIA
En Washington, Abbas, Olmert y el presidente estadounidense, George W. Bush, expresaron ayer su deseo de que finalmente se alcance la paz en Oriente Próximo. Tanto el líder palestino como el israelí mantuvieron sendas reuniones individuales con Bush en la Casa Blanca. Después, realizaron declaraciones centradas en tópicos en las que sólo ocasionalmente hicieron referencia a la división existente entre ambas partes.
Bush dijo que espera poder continuar un "diálogo serio" con Olmert y con Abbas "para saber si la paz es posible", ante lo cual precisó que es "optimista". Tras conversar en privado con el presidente palestino, le comunicó: "Queremos ayudaros, queremos que allí haya paz, queremos que la gente de los territorios palestinos tenga esperanza".
Olmert, que destacó que el apoyo internacional es "muy importante" para Israel, consideró que esta vez va a haber "mucha participación" en un encuentro que, espera, "lance un proceso de negociaciones serio" entre israelíes y palestinos. El primer ministro israelí se refería así a las conversaciones que, presumiblemente, comenzarán tras el encuentro en Annapolis.
Abbas, por su parte, hizo hincapié en la necesidad de que en las conversaciones se traten cuestiones cruciales relativas a la condición de Estado de los territorios palestinos, al indicar que espera que la conferencia genere "negociaciones permanentes" sobre asuntos relacionados con el "estatus permanente" de los territorios que conducirían a un acuerdo de paz entre ambas partes.
En cuanto a la declaración conjunta que palestinos e israelíes están redactando y que se prevé aprobar durante la conferencia de Annapolis (Estados Unidos) con el fin de que sirva de base para las futuras negociaciones de paz, será aprobada "hoy o mañana", según anunció ayer Yasir Abed Rabbo, ayudante del presidente palestino, Mahmud Abbas. Rabbo precisó que "existe un persistente esfuerzo estadounidense para que haya esta declaración".
ÁRABES, RADICALES, IRANÍES
El tratado de paz firmado entre Egipto e Israel en 1979 sentaba las bases para la resolución de la cuestión principal del conflicto: la creación de un Estado palestino independiente en Cisjordania, la Franja de Gaza y los territorios apropiados por Israel tras la guerra de 1967. El germen se desarrolló en 2002, con la presentación de la Iniciativa de Paz Árabe, que estipula el fin de la violencia de las milicias contra Israel a cambio del abandono de los asentamientos y el reconocimiento de un Estado palestino.
Desde 1979 han pasado 14 años de negociaciones intermitentes, caracterizadas por el fracaso a la hora de desarrollar una fórmula en la que ambas partes puedan coexistir de forma pacífica. Desde entonces, Israel se ha ocupado de tomar decisiones unilaterales con respecto a la determinación de las fronteras, mientras la política palestina se ha fragmentado cada vez más hasta llegar a la división entre moderados (Abbas) y radicales (Hamás) que impera en estos días. Hamás se ha negado a participar en esta conferencia, y junto con Irán, encabezan la oposición a la convocatoria del encuentro.
Mohamed al Madhoun, director de la oficina del máximo representante de Hamás en Gaza, Ismail Haniyeh, advirtió de que la delegación encabezada por Abbas está dispuesta a aceptar, durante la conferencia, una "entidad palestina sin Jerusalén", y urgió a "las facciones, instituciones y asociaciones civiles palestinas" a tomar "una postura firme" a la hora de "rechazar cualquier tipo de compromiso que afecte a los derechos legales y las constantes nacionales de los ciudadanos de los territorios".
Antes, el propio Haniyeh se encargó de restar importancia a los resultados del encuentro, al considerar la reunión como "infructuosa" y rechazar cualquier tipo de "recomendaciones o compromisos" que sean "dañinos" para los palestinos. Así, dijo, cualquier punto que sea acordado en el encuentro "sólo será vinculante para aquellos que los firmen".
Por su parte, el Guía Supremo iraní, ayatolá Alí Jamenei, consideró ayer un "fracaso" la conferencia puesto que, en su opinión, su objetivo es salvar la "reputación" de Washington en la región más que reconocer los derechos de los palestinos, según informa la televisión estatal.
"Actualmente, todos los políticos saben de antemano que esta conferencia ya ha fracasado", afirmó Jamenei en un discurso televisado. "Estados Unidos y sus cómplices esperan preservar su reputación con esta conferencia y compensar errores pasados del falso régimen sionista", añadió.
PARTICIPACIÓN ÁRABE
Con la incorporación siria de última hora, el mundo árabe adquiere una representación aún más sólida en un encuentro cuyas conclusiones se esperan cada vez con más expectación. Lo que que parecía haberse circunscrito a una mera reunión entre los moderados palestinos representados por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas; Estados Unidos e Israel, adquiere una nueva dimensión con la incorporación, al completo, de todos los países de la Liga Árabe.
Siria enviará a su viceministro de Exteriores, Faysal Mekdad, después de recibir confirmación por parte de Israel de que la posesión de los Altos del Golán será uno de los temas a tratar en el encuentro.
Damasco tiene mucho que ganar con su participación en la conferencia: la mejora de relaciones con Estados Unidos, el fin de su aislamiento entre los árabes y un posible acuerdo con Israel sobre las Colinas del Golán, aunque pondrá a prueba sus relaciones con Irán.
Las autoridades estadounidenses confían en que Annapolis permita apartar a Siria de su alianza con Irán y los grupos islamistas de Hamas y Hezbolá, aunque Siria ha decidido avanzar con cautela y sopesar las posibles concesiones por su gesto antes de extralimitarse.
Precisamente, Hamás lamentó ayer en un comunicado la "rápida" incorporación de Siria y otros países de la Liga Árabe a la reunión, calificada de "farsa" por el grupo. Asimismo, advirtió al presidente palestino, Mahmud Abbas, de "no poner en peligro las constantes nacionales palestinas", entre ellas el estatus de la ciudad de Jerusalén, durante su encuentro con la delegación encabezada por Ehud Olmert.
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