La última novela de Dan Brown, El Símbolo Perdido, ha contando con el apoyo publicitario de numerosos medios que han servido sin duda para que ya desde el primer día, la novela sea un éxito rotundo de ventas.
El Símbolo Perdido ha visto la luz este jueves en las librerías de nuestro país
Este jueves se ha puesto a la venta en las librerías de nuestro país, la última novela de Dan Brown, El Símbolo Perdido. Serán nada menos que un millón y medio los ejemplares impresos para esta primera tirada, que a juzgar por las ventas del primer día, no será la última, como por otra parte era de esperar tratándose del escritor más leído dentro del panorama novelístico actual.
Reconozco que siento envidia del Sr. Brown. Una envida sana por un lado, hacia alguien que es capaz de escribir una novela, cosa que yo he sido incapaz de hacer hasta el momento. Pero también una envidia insana, por qué negarlo, por la enorme cantidad de dinero que saca además con ello. En mi caso, como he dicho, me siento a años luz de poder crear algo que pueda acercarse a una novela. La razón principal es que me aterra todo aquello que tenga que ver con devanarme los sesos sentado frente al ordenador durante horas, tal vez días, en busca de un argumento que desarrollar más allá de lo que pueda ocupar una página. Soy un escritor -pido excusas de antemano por el uso totalmente inmerecido del sustantivo- del corto plazo, que enseguida pierde fuelle, como sabrán quienes me conocen, a medida que transcurren los párrafos. Crear así toda una trama, y no digamos ya que sea atractiva para quien pueda leerla, me parece más complicado que apaciguar los ánimos en la calle Génova en estos tiempos que corren.
Hablando de esto último, si alguien me preguntara por ejemplo cual adivinanza absurda qué tienen en común El Símbolo Perdido de Dan Brown y el caso Gürtel –que bien daría para un best seller-, lo primero que se me vendría a la cabeza, y tal vez lo único, es la publicidad que les han dedicado los medios. Eso sí, la diferencia sustancial es que mientras que al PP maldita la gracia que le ha hecho tanto protagonismo por parte de los distintos medios, sobre todo los más afines al Gobierno, a Dan Brown por su parte, la publicidad que se le ha dispensado en relación a su nueva obra, seguramente le habrá ayudado de forma considerable a promocionar su libro. Publicidad gratuita que por otra parte, probablemente no necesitara de ella. Privilegios de ser el número uno. Quizás sólo pueda equipararse todo este revuelo levantado con El Símbolo Perdido a los lanzamientos anteriores de las novelas de JK Rowling y su imberbe mago, o a la trilogía Millenium del sueco Stieg Larsson.
Por cierto, y volviendo a Dan Brown, lo confieso: no he leído el Código Da Vinci. Y que nadie se alarme: tampoco he visto la película por aquello de ahorrarme su lectura. Como me hubiera encarnado en un antisistema cultural –desconozco si existe esta posición social- siempre me han producido alergia ese tipo de novelas o películas que arrasan allá por donde vayan y que cobran categoría de moda. Me pasó hace mucho tiempo con Parque Jurásico. ¡Qué tiempos aquellos! Quiero decir los de la película, no los de la prehistoria, que nunca he tenido el gusto de conocer. El hecho es que no vi Parque Jurásico hasta pasados muchos años desde su estreno. No sé, quizás un año de estos me ponga con el Código. Que nadie me cuente el final por si acaso.
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