Noto que me vuelvo un carca. Cada vez mis reacciones son más intolerantes y de aquí a emular a Almodóvar pidiendo la cabeza del que no me guste hay un paso. Pero es que cada día entiendo menos eso de la libertad de expresión. La entiendo menos mientras dudo más de que pueda convivir con esa otra llamada respeto.
Me pasó el miércoles, por ejemplo. Empecé a comulgar con los que consideraban una falta grave la manera en que se estaba llevando la noticia del avión desaparecido. Aunque nadie tiene aún datos certeros de qué ha ocurrido, no han cesado los nombres de los pasajeros y sus circunstancias personales. Trabajo, amigos, pareja, situación sentimental Todo, imagino, sin contar con esos familiares empapados por el dolor de la pérdida y el desconcierto.
Anteayer David Carradine fue encontrado muerto en un hotel en Bangkok. Hasta ahí todo normal, si es que la muerte puede serlo alguna vez, y si no fuera porque horas después nos enteramos de que realmente había sido por ahorcamiento. No era suficiente y hubo puntilla: no se mató aposta, sino que se le había ido la mano mientras se masturbaba practicándose una pequeña asfixia que potencia el orgasmo. (Y si alguien quiere entrar más en materia, puede buscar el episodio séptimo de la segunda temporada de A dos metros bajo tierra: comenzaba con un señor falleciendo así.)
Cuando leí esto pensé de nuevo: qué mente más retrógada Pero me parece que cualquier mortal, incluso el mayor fan del Bill de Tarantino, puede seguir con su vida sin tanto detalle. ¿O no? Qué nos importa un pepino, a qué tanto morbo (información, dirán los defensores) evitable, qué manera más diferente de sufrir la de la familia si esto no se supiera (de lo que también habla el mencionado capítulo).
Sin todavía digerirlo, El País nos deleitó ayer con las fotos del harem de Berlusconi. ¡Pelotazo para que se hable hasta en la conchinchina! Lo dicho: me pongo del lado de Almodóvar diciendo que el periódico está bajando el nivel en su sección de cultura, solo que esto ya se extiende hasta la portada. Pero no seas cerrado, pensé. Que desde que vives en el Reino Unido The Sun te ha cambiado el criterio. Cebrián no puede haber caído en el amarillismo. Además, no hagas demagogia, Eduardito, con lo del derecho a la intimidad. Hablamos de un mal bicho que, menos a su santa madre, ha insultado a homosexuales, negros, gitanos, mujeres y aquéllos que acababan de perderlo todo en un terremoto. Confiemos que es una denuncia: poner sobre la mesa la verdad sobre ese ser espeluznante en imágenes con menores a las que transportaba en aviones oficiales. Confiemos que es necesario, me dije antes de cliquear sobre las hiperrenombradas fotos y ratificarme en que la falta de respeto va más allá de seleccionar la información que se promulga y qué no, y que ésta no se compone sólo de palabras, sino, tanto o más, también imágenes, y que sí: soy un carca porque me escandalizo y rechazo todo lo que es evitable.
También se le debe un inmenso respeto al lector, aunque sólo sea por la confianza que le deposita a un medio. Ése que, como me pasó a mi ayer, se toma un café y unas tostadas mientras cree estar leyendo un periódico serio, no el Qué me dices ni el Interviu, y, sin comerlo ni beberlo ni que sea mínimamente necesario, se encuentra con un señor desnudo con el miembro apuntando a Roma.
Y yo me pregunto: ¿de Carradine no tomó el forense fotos?
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Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
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