Las quejas de Almodóvar sobre las críticas de los enviados especiales de El País a cubrir el festival de cine de Cannes, Borja Hermoso y Carlos Boyero, han acabado convirtiéndose en un conflicto entre el periódico y el director manchego. ¿Quién tiene razón? Aquí hay división de opiniones, como bien habéis reflejado en un post publicado ayer. El ego ha traicionado a Almodóvar, pero también es cierto que Boyero eleva su gusto personal al valor de juicio supremo. Se regodea en las descalificaciones en lugar de ofrecer argumentos fundados.
Fotograma de La mala educación
Tal vez el oscarizado cineasta debería aguantar el chaparrón con más elegancia. En El País siempre han informado extensamente de su trayectoria y sus estrenos. Puede que eche de menos la crítica más benevolente que había hacia él antes de la muerte de Ángel Fernández-Santos, el que fue crítico titular de El País durante más de veinte años, desde 1982 hasta 2004.
Aunque no siempre reconocía a un genio en su filmografía, Fernández-Santos trataba con respeto a Almodóvar y lo consideraba uno de los grandes del cine español actual. Gracias al libro La mirada encendida, una selección de reseñas de Fernández-Santos que Carlos F. Heredero, director de la edición española de Cahiers du Cinema editó hace un par de años, he podido recordar cómo juzgaba a Almodóvar este crítico. Rescato aquí un fragmento del artículo que escribió tras el estreno de La mala educación en 2004:
Saltamos sin respiro -porque entre filme y filme no hemos salido del mismo esfuerzo escénico- del cálido y dolorido idilio de Hable con ella a la fría fiebre del abrupto, violento zarandeo de idas y venidas de La mala educación, en la que media docena de torcidos personajes esquinan sus vidas en una enormidad inabarcable de retorcidos sucesos íntimos, turbios y tenebrosos. Y Pedro Almodóvar, en un alarde de maestría en el encaje de bolillos del buen filmar, rompe, comprime, estruja, ordena y finalmente despoja estos sucesos de todo rastro de confusión, hasta hacerlos diáfanos, fáciles y gozosos de ver, incluso transparentes. Nada tan complicado como el entramado de sucesos de La mala educación, pero nada tan sencillo como su -complejísima y por ello apasionante, de talla excepcional- resolución escénica, que reafirma la conquista por este cineasta de un lugar entre los grandes de su oficio.
Para Fernández-Santos el mayor peligro para el crítico es caer en la actitud gratuita y pseudointelectual. Además pensaba que es necesario someter a una crítica intelectual los gustos subjetivos de cada persona para no caer en juicios erróneos: el problema está en la insignificancia del gusto como factor crítico. En su trayectoria profesional alcanzó un gran reconocimiento, hasta el punto de ser considerado el mejor en el ámbito de la prensa española. Conocedor de que sus artículos eran seguidos con atención por el mundo del cine en general siempre se esforzó por mantener su independencia y por hacer de cada reseña una pequeña pieza literaria.
Carlos F. Heredero define la obra crítica de su colega como exigente y razonada, reflexiva y combativa, culta y muy literaria. Son estos rasgos los que se reclaman en el ejercicio de la crítica y los que no siempre encontramos en autores como Carlos Boyero.
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