Aires de grandeza y tópicos lamentables de la nueva raza de la televisión: los participantes de los reality-shows.
Kiko, o como vivir sin dar palo al agua
Incluso un servidor, que prácticamente no ve la tele (una de las pocas cosas buenas del turno de noche, mientras duermes te ahorras ver mucha basura) y que, como decía la canción, "me estoy quitando) ha tenido la oportunidad de escuchar la frasecita de marras, o alguna de sus variantes: "España entera me debe una disculpa", "España entera le debe una disculpa a a Lales". Son los aires de grandeza que se gastan los participantes de los múltiples reality-show que contaminan la programación de prácticamente todas las televisiones del país: analfabetos integrales que abandonaron el colegio con 16 o 17 años, aspirantes a guarrillas y macarras de barrio que se aferran desesperadamente al efímero esplendor de sus cuerpos y a su total falta de cultura y vergüenza para escapar del despertador, el bocadillo envuelto en papel de aluminio, la bronca del encargado y la paternidad a golpes de riñón en el asiento trasero de un Seat León tuneado.
Sólo son unos pocos los elegidos para participar en los programas de marras. Y de esos pocos, solamente un puñado se convertirá (por razones misteriosas que escapan a mi voluntad) en acreedores de la "admiración" y el "respeto" de la horda de abotargados televidentes que mantienen en pie a "Gran Hermano" y similares. Un comentario gracioso, un gracejo excepcional, ser más tonta que un botijo, el más macarra del barrio o la más ordinaria del pueblo, la masa los puede elegir por cualquier cosa. Y de golpe, se ven propulsados, prácticamente sin solución de continuidad, desde el mostrador de la pescadería o las estanterías asignadas para reponer las latas de piña en el supermercado a un cómodo sillón en un programa de máxima audiencia. Saben que solamente tienen que continuar con el paripé. Cualquier cosa antes que perder el favor o la atención del público. Que me quieran, que me odien, que se rían de mí, que mi ignorancia sea superior a la suya para constatar que su vida no es tan miserable.
Sí, son perfectamente conscientes de que el más mínimo resbalón les precipitará nuevamente en el merecido olvido. Solamente tienen que fijarse en el ejemplo de sus compañeros de programa con menos suerte, o en otros programas anulados antes de tiempo por baja audiencia. ¿Alguien se acuerda de "El bus"? Era una especie de "Gran Hermano", pero con los participantes viajando por toda España en un lujoso bus. Creo que solamente llegó a completar, a duras penas, una temporada, por falta de audiencia. Mi mujer fué hace tiempo a una discoteca a celebrar una despedida de soltera (algo dantesco y merecedor de otro artículo) y la gerencia de la disco, con un exiguo presupuesto para contratar algo de animación, se había agenciado por cuatro duros los servicios de algunos participantes de "El Bus". ¿Nos conocéis?, gritaban desesperados. ¡Nooooooo!, contestaban los asistentes, que realmente no tenían ni idea de quienes eran aquellos elementos que vendían por cuatro duros una fama que duró lo que decía la canción, "lo que dura un corto Invierno".
No, los "elegidos" no quieren acabar así, Carecen de la cierta ingenuidad que carecterizó a los primeros concursantes de "reality shows", y se las saben todas. Su ejemplo, gente como Kiko, Aída y los más famosillos de "Gran Hermano": partir de la nada y, con el lema de "todo vale", llegar a lo más alto, a esa cumbre soñada por el lumpen del barrio, un Olimpo de fiestas, saraos, presentaciones y escándalos varios para mantener el status. Están llegando a la cumbre, muy abajo quedaron la vergüenza, la dignidad, la honradez y los escrúpulos, y se están dejando las uñas en el camino. De ahí no los despegan ni a tiros. Y ahí están ellos, entregándose en cuerpo y alma a su papel. Y, como los futbolistas, tienen sus tópicos, vomitivos a fuerza de oírlos repetidos una y otra vez. Como apuntaba al comienzo del artículo, sienten una querencia especial por involucrar a España entera de sus andanzas. Ayer escuchaba a un gañán,con todos sus músculos de cuello para abajo perfectamente cincelados y cara de querubín (o más bien de efebo tardío), proclamar: "porque yo no he venido al programa ni a engañar a "ustés" y mucho menos a España, que nos está viendo a todos". Impresionante.
Guapos, jóvenes, enfocados por las cámaras, se deben sentir el centro del mundo. Toda España está pendiente de sus aventuras amorosas, de sus engaños, de sus fingidos arrepentimientos, de sus traiciones, de sus lagrimitas de cocodrilo. Toda España paralizada para verlos. Cocineros, albañiles, políticos, abogados, músicos, todos pendientes de la última declaración del patán o la pelandrusca de turno, todos anhelando saber hasta el mínimo detalle sobre un personaje que solamente nos puede ofrecer lo que enfoca la cámara. De todas maneras creo que sí, que "España entera les debe una disculpa". Una disculpa por haber perpetrado un sistema que solamente deja el azar y la falta de valores más absoluta como salidas para prosperar. Una disculpa por convertirnos en cómplices de programadores sinvergüenzas y carentes de escrúpulos, que con la excusa de "damos a la gente lo que la gente demanda" han convertido lo que podría ser una herramenta de entretenimiento y cultura en un hediondo pozo de inmundicia. Sí, España entera os debe una disculpa.
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