Es curioso que el periodismo haya tenido tan mala prensa. Así empezó el poeta y articulista malagueño Manuel Alcántara su intervención durante la inauguración esta semana de los Cursos de verano de la Universidad de Málaga en su sede de Vélez-Málaga. Como se encargó de demostrar a lo largo de su intervención de apenas media hora pues es el primer mandamiento del oficio no aburrir ni a Dios sobre todas las cosas- esta profesión casi canallesca (él mismo ha recordado en ocasiones aquel célebre adagio: no le digas a mi madre que soy periodista, mejor dile que soy pianista en un burdel) no ha gozado nunca de una extendida buena reputación. Así, Alcántara recordó a Chesterton, cuando afirmaba que el periodismo consistía en decir que Lord John estaba muerto a gente que no sabía que Lord John estaba vivo; o a Oscar Wilde, para el que la literatura se diferenciaba del periodismo en que la literatura no se lee y el periodismo es ilegible.
Quizá ha contribuido a esta mala imagen del periodismo en nuestra época, ya antes de que la prensa rosa se extendiera como un virus (porque el amarillismo ha ido siempre asociado a la prensa, antes incluso de William Randolph Hearst) el carácter acomodaticio de gran parte de quienes se han dedicado a esta profesión. Esto es algo que generalmente intenta ser esquivado cuando entre periodistas se hace autocrítica. En realidad de auto no tiene nada y se termina siempre descalificando a los demás, a los medios afines, a los de la cuerda de, a los amigos, etc., obviando que estos mismos permiten ser considerados por algunos como unos de los nuestros.
Después de 50 años de profesión y de 18.000 columnas (sí, no es una errata) a las espaldas; de haber obtenido los más prestigiosos galardones periodísticos (Mariano de Cavia, Luca de Tena y González Ruano) y literarios (Premio Nacional de Poesía por Ciudad de entonces); de ser nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de la ciudad que lo vio nacer; y de haberse doctorado también en la Escuela de la Vida a lo largo de ochenta años de viajes, lecturas y escritos, Manuel Alcántara, el último gran estilista de una generación de columnistas nacidos antes de la guerra civil, puede permitirse afirmar sin tapujos que hay que adecuarse al espíritu del periódico y que quien piense que se puede decir lo que uno quiera y ser totalmente libre es un ingenuo (lo dice, claro, quien tuvo que trabajar en diarios como Arriba o Ya).
Y como prueba del tradicional carácter acomodaticio o flexible, si lo prefieren de la prensa, puso como ejemplo un célebre episodio acontecido hace dos siglos, en concreto, a principios de marzo de 1815, mientras Napoleón abandonaba la isla de Elba. Con este motivo el diario oficial, Monitor, había anunciado en su portada: El antropófago ha salido de su escondite. En días sucesivos en el mismo periódico titularon: El ogro de Córcega ha desembarcado en la isla; El Tigre ha llegado a Gap. El monstruo ha dormido en Grenoble; El tirano ha atravesado Lyon; El usurpador está a sesenta leguas de la capital; Bonaparte avanza a pasos agigantados pero no entrará en París; Napoleón estará mañana entre nuestros bastiones; El Emperador ha llegado a Fointanebleau; "S.M. Imperial entró ayer en el palacio de la Tullerías, en medio de sus fieles súbditos.
Al columnista de Vocento lo que realmente le inquieta del periodismo actual no es esta adaptación a lo que la Dirección en cada momento considere oportuno (aunque aclara que desde que escribe en Vocento nunca le han tocado una coma, pese a que lo habría entendido) sino la desfachatez y la desvergüenza que observa en algunos profesionales a la hora de contar los hechos practicando el insulto desde la primera línea.
Pero, no se equivoquen, pese a la aparente mansedumbre que destilan sus palabras, bajo su voz aún firme nacida de la experiencia y atravesada por la sabia ironía de quien ha hecho de la humildad una bandera, el Alcántara que podemos leer a diario, no ha renunciado a no casarse con nadie excepto con la verdad.. Lo ha hecho casi sin ruido. Sin elevar una palabra más que la otra, únicamente aplicando inteligencia, humor y sensibilidad a cuanto ha tocado. Por eso cuando cita a Vargas Llosa afirmando que el periodismo es el mayor garante de la libertad, su rostro se ilumina. Porque también ha habido periodismo con buena prensa y porque, como Gerardo Diego, él también piensa que un periodista es un salvador de instantes y un cantor de lo cotidiano y que puesto que hay que dejarse la vida en algún sitio, por qué no habría de hacerlo a razón de trescientas palabras por día, corriendo esos cien metros lisos de la columna que a unos se le hacen extremadamente cortos y a otros infinitamente largos.
Los hay que ganan en las distancias cortas. Alcántara es uno de ellos, uno de esos seres honestos que hace tiempo que descubieron que peor aún que engañar a los demás era hacer lo propio consigo mismos.
(+info sobre el autor en apocalipticoseintegrados.blogspot.com)
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