Tras múltiples pruebas y, después de que se le considerara inicialmente menor, se ha confirmado la mayoría de edad del pirata Abdu Willy. ¿Cómo las pruebas forenses han permitido conocer su edad y por qué ha costado tanto para el pirata somalí?
Uno de los dos piratas somalíes que fueron detenidos por el secuestro del barco atunero español
De ser considerado un menor, puesto en libertad e ingresado en un centro de menores, a pasar a ser considerado mayor de edad, con todo el peso de la ley que ello conlleva, e ingresar en un centro de internamiento cerrado. Este cambio radical de planes para el pirata Abdu Willy tiene su causa en el margen de error que tienen las pruebas médicas/forenses para determinar su mayoría de edad.
Inicialmente, se le realizaron análisis de las radiografías de la muñeca, clavícula y dientes, además de un estudio de sus órganos sexuales. Todas estas pruebas son, en mayor o menor medida, informativas de la edad de una persona. Sin embargo, nunca son exactas. Dependiendo de cada prueba, puede existir un margen de error de varios meses e incluso de uno o más años. La clave para saber la edad, minimizando lo máximo posible este margen de error (que siempre existirá), es el estudio complementario de toda una variada y numerosa cantidad de pruebas. Por eso mismo, los estudios iniciales indicaban, con seguridad, que Abdu Willy tenía una edad mínima de 17 años pero no podían garantizar con la misma firmeza que fuera mayor de edad por el margen de error propio de estas pruebas.
Debido a los imprecisos resultados anteriores, se volvió a solicitar una nueva radiografía de la muñeca izquierda y otra de los dientes (llamado específicamente ortopantomografía) que, en conjunto con las pruebas iniciales, han ayudado a confirmar, con las suficientes garantías, la mayoría de edad del somalí datada en 19 años.
En la vida cotidiana, confiamos en el aspecto físico externo de una persona para calcular su edad. Sin embargo, este criterio falla más que una escopeta de feria para conocer los años con exactitud. Lo primero de todo, porque tiene un carácter subjetivo importante y, lo segundo, porque los estragos de la edad se notan más en unas personas que en otras. Así pues, la ciencia forense necesita recurrir a rasgos de los seres humanos que cambian de forma constante con la edad, que puedan estudiarse de forma objetiva y, a su vez, tengan un bajo margen de error. ¿Y qué rasgos especiales son esos que cambian más o menos de forma constante con la edad? Los huesos y los dientes, principalmente.
Los huesos van evolucionado gradualmente con la edad a través de dos procesos diferentes: La osificación y el desgaste óseo. Desde el nacimiento hasta aproximadamente los 20 años de edad, es la osificación la señal más indicativa de la edad de una persona. ¿En qué consiste? Desde el nacimiento, nuestros huesos no están completamente formados sino que se encuentran en un proceso incompleto de desarrollo.
Conforme van pasando los años, y dependiendo de cada hueso, van apareciendo puntos de osificación a partir de los cuales se forma hueso nuevo, lo que provoca un aumento del grosor y de la longitud constante con el tiempo (sin tener en cuenta excepciones). Además, como secuencia de este proceso de osificación, los cartílagos de crecimiento también van convirtiéndose gradualmente en hueso conforme mayor es la edad de la persona. De esta manera, cuando una persona deja de crecer se debe a que los cartílagos de crecimiento están osificados y ya no pueden aumentar más su longitud, lo que ocurre en torno a los 20 años (antes en las mujeres).
Existe la particularidad de que, para cada hueso, existe una edad concreta en la que aparece su punto de osificación y, además, también para cuando se cierra un determinado cartílago de crecimiento. Así por ejemplo, sabemos que el hueso trapecio (en la mano) comienza a osificarse a los 3 años o que el pisiforme (también en la mano) lo hace a los 9 años. Así pues, con una simple radiografía podemos saber en qué edad se encuentra una persona en crecimiento teniendo en cuenta los puntos de osificación y los cartílagos de crecimiento osificados que vemos.
La variedad de huesos que suelen utilizarse en pruebas forenses para determinar la edad de un menor, o para comprobar si realmente se trata de un menor, es muy amplia. Por su facilidad y rapidez, a menudo se utilizan radiografías de la mano-muñeca (radiografía del carpo) para estudiar los huesos correspondientes, pero también se puede estudiar la clavícula, el atlas, el pie, las costillas...
Aunque los resultados que nos ofrecen la osificación de los huesos son bastante fiables, siempre hay que tener en cuenta distintos factores que van a modificar el periodo de osificación. Así, por ejemplo, no sólo los niños y las niñas tienen diferentes patrones de osificación, la etnia también influye bastante. De hecho, la osificación ósea se da antes en los negros que en los blancos. Para tratar de minimizar los errores que pueden inducir estas variables, se comparan las radiografías obtenidas con radiografías o imágenes con el estándar de osificación para un sexo y una población dada.
De la misma forma que los huesos, los dientes son una guía para conocer la edad de una persona a través del estudio de su mineralización y, también, de su desgaste. Cada tipo de diente va a mineralizarse de forma distinta a una edad determinada por lo que, en principio, todos ellos pueden servir de guía para conocer la edad. Sin embargo, lo que suele estudiarse más a menudo para conocer la mayoría de edad de una persona es la mineralización y maduración de los terceros molares (más conocidos como muelas del juicio o "esas dichosas muelas que te hacen dejarte un dineral en el dentista") a través de ortopantomografías.
De esta manera, la presencia de un tercer molar completamente desarrollado (independientemente si ha llegado a erupcionar o no) indica, con mucha seguridad, que la persona tiene 18 o más años. La maduración incompleta indica, con un 90% de probabilidades, una edad inferior a 18 años.
Como hemos visto antes, existen múltiples variables que van a modificar los resultados de la maduración ósea y también de la maduración de los dientes. Además del sexo y la etnia, hay que destacar gran cantidad de enfermedades que influyen, en mayor o menor medida en el proceso y que pueden falsear los resultados: Múltiples trastornos genéticos, hipotirodismo, déficit de factor de crecimiento, desnutrición...
Junto a todo lo anterior, también hay que tener en cuenta la variabilidad individual de cada uno de nosotros en los procesos de osificación ósea y de mineralización dental. Cuando se analizan los resultados de las pruebas de una persona concreta se hace comparando con los resultados estándares de su población. Aunque se deja cierto margen de seguridad, siempre existen pequeños sesgos imposibles de evitar.
¿Moraleja? La única forma de saber la edad exacta de una persona es conocer su fecha de nacimiento. Si esto no es posible, toca una ardua tarea forense con muchas pruebas diferentes para averiguar la edad y, siempre, con un margen de error imposible de eliminar del todo pero que, si las cosas se hacen bien, puede minimizarse a varios meses.
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