Montevideo.- José "Pepe" Mujica, ex guerrillero y granjero, y Luis Alberto Lacalle, ex presidente y heredero de una estirpe de próceres, llegan como favoritos a las elecciones presidenciales uruguayas del próximo 25 de octubre, tras una campaña marcada por una dureza que pocos recuerdan en Uruguay.
Mujica, de la oficialista coalición de izquierdas Frente Amplio, y Lacalle, del tradicional y conservador Partido Nacional, polos opuestos de la política uruguaya, cayeron durante la campaña en tales excesos que obligaron a sus estrategas a realizar tareas de "control de daños" para taponar el flujo de indecisos, cuyas filas no dejan de crecer según se acerca la fecha electoral.
Encabeza las encuestas "Pepe" Mujica, un veterano político de 75 años, con un pasado como guerrillero tupamaro por el que pasó 13 años aislado y encerrado en una minúscula celda por orden de la dictadura que gobernó el país de 1973 a 1985.
Su perfil populista moderado -dice admirar al brasileño Lula da Silva antes que al venezolano Hugo Chávez- y su discurso directo y campechano le han granjeado el apoyo de las clases más humildes, que se ven reflejadas en este hombre que aún trabaja en su campo cultivando flores y que se siente incómodo llevando traje.
Sin embargo, ese mismo carácter también ha sido su talón de Aquiles en esta campaña, en la que obsesivamente buscó tranquilizar a los sectores medios y empresariales del país presentándose como continuador directo de las políticas de inversión social, crecimiento y tranquilidad empresarial del actual presidente, el socialista Tabaré Vázquez.
Sus ataques al secreto bancario, uno de los pilares de la economía uruguaya, o a la distribución y la propiedad de la tierra han sido criticados por todos y obligaron a sus consejeros a desvivirse en declaraciones para calmar a inversores y propietarios.
Pero nada hizo más daño que sus palabras acerca de sus vecinos argentinos, a quienes calificó de "histéricos" e "irracionales" en una larga entrevista incluida en un libro, del que luego dijo que había sido publicado por error.
Tras esas palabras, que el propio presidente Vázquez tildó de "estupideces", el candidato frenteamplista se alejó de los medios y se negó a conceder entrevistas, participar en debates y aparecer en la televisión, limitándose a dar discursos ante sus fieles seguidores.
El incidente también dejó patente la pobre relación existente entre el presidente y Mujica, que desde entonces no se ha mostrado en ningún acto público de Vázquez, pese a que se proclama heredero directo de su gestión.
El opositor Lacalle, que fue presidente de 1990 a 1995, centró su campaña en la promesa de emplear mano dura contra la inseguridad ciudadana y recortar el elevado gasto público y algunos impuestos, como la impopular tasa sobre la renta que afecta fundamentalmente a las clases medias.
Con los esfuerzos dirigidos a captar el voto de los jóvenes -él tiene 68 años- su afán por ofrecer propuestas novedosas cayó en saco roto debido a sus desafortunadas expresiones públicas, que sirvieron de munición a los simpatizantes del Frente Amplio y para engrosar las filas de los indecisos.
Así, durante la precampaña electoral, Lacalle llegó a pedir a los empresarios extranjeros que se cuidaran de invertir en Uruguay hasta que se decidiera quién ganaba las elecciones.
Si bien luego matizó esas expresiones, todos los sectores políticos cargaron contra él, acusándolo de traidor y de alarmista.
Otro de sus errores de mayor calado fue anunciar que iba a recortar el gasto social "con motosierra", lo que fue interpretado como un ataque frontal contra los programas del Gobierno para los pobres de Uruguay, que son más del 20 por ciento de la población.
El último gran error fue decir en un mitin partidario que el Gobierno del Frente Amplio le quitaba el dinero a los trabajadores para dárselo a unos "80.000 atorrantes (vagos)", en referencia a los receptores de ayuda para las familias desempleadas y en extrema pobreza que dispuso el Ejecutivo.
Lacalle reconoció algunas de estas salidas de tono e incluso llegó a tomarlo con humor, al hacer de la "motosierra" uno de los símbolos de la campaña, pero no logró evitar que la intención de voto de su partido se estancara en un 29 por ciento, muy alejado del 44 por ciento que tiene Mujica.
Todo indica que la elección se decidirá en una segunda vuelta entre Mujica y Lacalle, y según los analistas el triunfador puede ser aquel cuyos errores hayan calado menos entre los indecisos, que suman entre un 10 y un 12 por ciento del electorado.
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