Santiago de Chile.- Depeche Mode, la banda británica de trayectoria tan longeva y turbulenta en la música tecno como The Rolling Stones en el rhythm and blues, ofreció este jueves el mejor concierto del año en Chile, con un espectáculo elegante, sobrio e implacable.
El vocalista del grupo británico Depeche Mode, Dave Gahan, durante su presentación el pasado día 1 en la ciudad mexicana de Guadalajara, como parte de la gira "Tour Of The Universe", que los llevó este jueves a ofrecer su segundo concierto en Chile. EFE/Archivo
Alrededor de 50.000 personas disfrutaron durante dos horas del segundo concierto en el país sudamericano de la banda nacida en Essex (Inglaterra) en 1980, en esta ocasión dentro de su gira mundial "Tour of the Universe", repleta de escalas en Latinoamérica (México, Costa Rica, Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil).
La imponente voz de David Gahan abrió la presentación con "In chains", "Wrong" y "Hide to feel", tres temas de su último álbum que luego dieron paso a "Walking in my shoes", el primer clásico de la noche.
Las letras de sus canciones encontraban el contrapunto visual en la pantalla gigante situada a un costado del escenario y en la que la imagen de un barbudo anciano blanco se iba transformando merced al "photoshop" en la de un niño negro, y viceversa.
La sobriedad estética y la esbeltez de David Gahan (vocalista y compositor) contrastaban con la estridencia del traje plateado de Martin Gore (compositor, guitarrista y vocalista ocasional) y la reprimida orondez de Andrew Fletcher (teclista), los tres integrantes originarios de Depeche Mode, apoyados en esta gira por Christian Eigner (batería) y Peter Gordeno (teclista).
"¡We are here!" gritó David Gahan y al instante 100.000 brazos agitaron el aire saludando a una de las bandas más influyentes de los últimos treinta años, con más de cien millones de discos vendidos en todo el mundo.
"¡Querido Santiago!" soltó a continuación el cantante, tal vez para dejar claro que sabía que estaba en Chile y evitar así una reedición de la polémica territorial suscitada hace dos días en Lima, donde un "thank you very much, children" fue confundido con un desubicado e inconveniente "thank you very much, Chile".
En la pantalla gigante, un solitario cuervo negro en medio del desierto miraba a los espectadores. La comparación con la fisonomía de David Gahan se hacía inevitable. Segunda metáfora visual de un concierto que apenas acaba de comenzar.
Y cuando sonaban las primeras notas de "It's no good", David Gahan comenzó a danzar como derviche giróvago por todo el escenario y arrancó una aclamación que recorrió el gélido Club Hípico de Santiago, donde pocas horas antes del espectáculo una granizada hizo bajar la temperatura, pero no la euforia de los fans.
A continuación, Martin Gore tomó las riendas del concierto para interpretar los temas más líricos y menos eléctricos de la banda, hasta que llegó el plato fuerte de la noche: "Policy of truth", I feel you", "Enjoy the silence".
Probablemente nueve de cada diez espectadores no habían nacido cuando en 1981 Depeche Mode estrenó el bailable tema "Just can't get enough", de su primer álbum ("Speak & Spell"), pero eso no les impidió alcanzar el éxtasis cuando llegó una contundente versión de "Never let me down again" que miles de gargantas entonaron al unísono con Gahan.
Para el primer bis el público estaba ya tan entregado que hasta pasó por alto que Gahan no recogiera la bandera que le lanzaron para que la agitara y saludara en un gesto que se ha convertido en ritual clásico cuando un grupo internacional actúa en Chile.
Después de "Somebody" y "Stripped" llegó el esperado "Personal Jesus", que comenzó con las notas de la Fender Telecaster de Martin Gore. La guitarra que Chuck Berry bautizó como "Maybeline" en esta ocasión recordaba la versión "country" del tema que hizo el inolvidable Johnny Cash.
Y el segundo y último "encore" Depeche Mode lo cerró con una versión de "Waiting for the night" interpretada a dúo por Gore y Gahan, que terminaron abrazados junto a los otros tres miembros de la banda y despidiéndose con el enésimo "thank you very much".
Ciento treinta minutos después de subir al escenario Depeche Mode había demostrado una vez más por qué su mezcla de rock y tecno es la expresión más elegante de la música electrónica que pueda imaginarse. Ni moda ni pasajera.
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