Asesor de la NASA, ganador de la medalla Einstein de la UNESCO, varias veces propuesto al Nobel de Medicina, 751 artículos científicos publicados —la vara de medir de la ciencia—, 28.659 veces citado por otros científicos. Cuando se habla de Rodolfo Llinás (Bogotá, 1934) las alabanzas no faltan. Y es que lleva una vida estudiando las más de 100.000 millones de neuronas del cerebro humano y las innumerables conexiones entre ellas. Médico y neurofisiólogo, Llinás es director del Departamento de Fisiología y Neurociencia de la Universidad de Nueva York y está considerado el padre de la neurociencia, habiendo cambiado por completo, según muchos, las bases de esta joven ciencia. Sólo una curiosidad: cuando acabó la conferencia por la que estuvo recientemente en España, nombró a todos y cada uno de los colaboradores con los que ha trabajado y sus países de origen. No eran pocos.
Se dice que el mayor desafío de las ciencias biológicas para este siglo es el estudio del cerebro, ¿por qué parece tan misterioso?
No sólo de las ciencias biológicas sino de la ciencia en general, absolutamente. El estudio del cerebro es esencial porque tiene que ver con la naturaleza de lo que somos, que ha sido siempre la base de todo lo que se hace. Nuestra cultura es una cultura cerebral y por lo tanto, entender los límites cerebrales, entender el funcionamiento cerebral y emular el sistema nervioso son las claves del futuro. Imagínese, toda la ciencia que conocemos, toda la política o la economía, está generada por el cerebro, es una situación en la que, simplemente, tenemos que entender más de la naturaleza de lo que somos porque en ella está todo lo que podemos hacer.
¿Por qué apareció el cerebro?
Para moverse inteligentemente, es decir, interaccionar con el mundo exterior a través de la activación de músculos o de glándulas. El sistema nervioso apareció hace unos 450 millones de años: en explosión, aparecieron los dos grandes tipos de organizaciones multicelulares, unas con cerebro y otras sin él. Las que no tienen cerebro se llaman plantas y generan su propio alimento y las que no pueden generarlo se mueven sobre la superficie de la Tierra buscándolo. De estas últimas, todas, todas, todas tienen cerebro que les sirve para poderse desplazar de forma inteligente. Esto no es negociable, es así. Por lo tanto, el cerebro tiene dos capacidades: la organización del movimiento con el mundo exterior y la predicción, que es el mayor poder que se puede tener. Con la mediación de los sentidos construimos modelos virtuales del mundo real, somos un aparato de soñar, y a la vez nuestro sistema tiene que predecir por qué la información sensorial le llega retrasada.
Pero el cerebro es un órgano que da la sensación de estar un poco aislado...
Exactamente, por eso es tan sumamente misterioso. No sólo no se siente sino que además es un sistema cerrado que está totalmente cubierto de hueso, lo que le convierte en una estructura absolutamente inaccesible, una unidad sellada, digamos, en un estado introspectivo. En el fondo, la concepción del 'yo', no es más que un estado funcional de nuestro cerebro. Somos un estado funcional cerebral.
Una vez se conozcan los genes que determinan el desarrollo del cerebro y su funcionamiento, ¿qué ocurrirá?
Llegará la optimización. Se podrá optimizar desde todo punto de vista: en cuanto a la viabilidad, la función, ayudar a la función, corregir problemas que pueda tener y luego, por supuesto, emular su funcionamiento. Habrá cosas bien raras en el futuro.
¿Por ejemplo?
La estructura social. Esto que le voy a contar lo dije en Estados Unidos en la televisión y la gente no lo compredió del todo, pero es cierto que podremos empezar a cablear el cerebro, es decir, a exteriorizar propiedades. Para empezar, podremos empezar a comunicarnos directamente de un cerebro a otro, incluso, sentir lo que la otra gente siente...
Parece ciencia ficción
Sí, pero una vez que sapamos qué es un estado funcional de un sistema físico entonces, se podrá hacer.
Y en cuanto a las enfermedades mentales, desde la depresión hasta las neurodegenerativas...
El conocimiento molecular y funcional del cerebro tiene que servir para mejorar la calidad y la salud de las personas. La depresión, la epilepsia o la enfermedad de Parkinson se van a curar rápidamente. Son el mismo tipo de enfermedad, la llamada disritmia tálamo cortical, ya que son estados funcionales. Se basan en una frecuencia cerebral anómala que si pudiéramos cambiar, debería desparecer el síndrome: si es un problema de ritmo con un marcapasos cerebral, un electrodo, se solucionaría. El Alzheimer es una excepción completamente diferente y en este sentido lo que hay es que desarrollar drogas que impidan el daño que se hace a las células por dentro. Cada año se siguen desarrollando, hay muchas.
Frente a esta evolución algunos científicos como la Nobel Levi-Montalcini que opinan que seguimos como hace 50.000 años, dominados por los sentimientos y por impulsos de bajo nivel, por el componente emotivo. ¿Qué piensa usted que mueve al ser humano?
Esa idea me parece muy de Levi-Montalcini. Naturalmente, la parte emocional es importantísima pero a mí me parece que estamos más impulsados por la curiosidad que por la crueldad o la agresividad. El deseo de saber y de entender es mucho más fuerte que el deseo de herir.
Pero aún así, el conocimiento del cerebro abrirá muchos debates éticos...
Hace poco me pidieron que hablara de Wall Street por el tema de la crisis y les expliqué que la economía estaba basada en el valor, y este concepto es un estado emocional, no existe fuera. ¿Qué quiere la gente? Lo que la otra gente quiere, sencillísimo. Si la gente no lo quiere, yo tampoco. Por lo tanto, como se trata de una función afectiva es muy difícil de controlar y los modelos predictivos no les funcionan. Tienen que entender mejor el cerebro, no es cuestión de entender la periferia. La neuroeconomía.
¿Qué es lo que se sabe peor del cerebro?
La naturaleza de la subjetividad. Esta es la pregunta más importante en toda la ciencia. Ahora mismo sabemos qué tipo de canales se requieren, qué tipo de iones, sabemos más o menos dónde puede estar modulada, sabemos qué frecuencia requiere, pero no sabemos su naturaleza, qué es. Es lo mismo que pasaba con la contracción muscular, las veíamos moverse pero no sabíamos cómo se contraían los músculos.
Desde Cajal, ¿ha cambiado mucho la neurociencia?
Cajal es el campeón mundial, la persona más importante en neurociencia del mundo. Y efectivamente, esta ciencia ha cambiado mucho, sobre todo en la parte funcional, porque la parte anatómica Cajal la hizo muy bien. Me han contado que se quiere mover el Instituto Cajal fuera de Madrid, eso es un escándalo. ¡Qué idea, qué horror! Debería haber un gran centro de investigación en neurociencia llamado Ramón y Cajal en Madrid.
Por último, recientemente se ha fallado el Nobel de Medicina por la determinación de la estructura de los telómeros y de la telomerasa, ¿qué opina de esta investigación?
La telomerasa es una cuestión importantísima, es un gran premio de eso no hay ninguna duda. El problema que hay con el premio Nobel es que ¡hay tanta gente que se lo merece! También, además, hay muchas variables, inclusive por encima de la ciencia, un factor humano. Esta investigación es muy linda, generalmente no hacen tonterías porque tienen muchas cosas buenas para escoger. La cuestión es escoger la más apropiada para el momento.
(*) Eugenia Angulo es periodista especializada y trabaja en la empresa de divulgación científica Divulga.
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