El reparto territorial, la seguridad y la paz, el retorno de los refugiados o la situación de los presos suelen estar sobre la mesa de negociaciones entre Palestina e Israel. Sin embargo, los problemas relacionados con el reparto del agua, recurso básico en Oriente Próximo, suelen quedar fuera del foco público.
Tejados de Belén con los omnipresentes bidones de aguas.
Hasta un humilde baño de un viejo hotel cercano a la plaza Al Manara en Ramallah, ciudad palestina situada en Cisjordania, a 15 kilómetros al noroeste de Jerusalén, cuenta con dos interruptores para distintas cantidades de agua. Este preciado líquido se convierte en la diferencia más clara entre las viviendas palestinas y los asentamientos israelíes en Cisjordania. Las primeras poseen unos grandes bidones negros donde acumulan el agua que utilizarán tan sólo unos días por semana. Los segundos cuentan con modernos contenedores, rotulados con la bandera de Israel, situados en el centro —como uno de los más preciados tesoros— del asentamiento judío de Hebrón. Y, es que, aunque el reparto del agua no sea una de las cuestiones más publicitadas en el conflicto entre Palestina e Israel, es uno de los más graves y acuciantes para la vida en la zona.
Así lo expresa sin dudar y con muchos datos Ayman Rabí, director general de la Palestinian Hydrology Group (PHG). Visito a Ayman en la sede su ONG, situada en el centro de Ramallah, no muy lejos del parlamento palestino, en desuso desde el boicot a las elecciones ganadas por Hamás en 2006. Según Rabí, Palestina sólo recibe el 8,2% del agua de la zona, frente al 57,1% que toma Israel o el 34,7% que usa Jordania, pese a contar con el 50% de las aguas superficiales y acuíferos de la zona. La situación en Cisjordania se agravó con la ocupación tras la guerra árabe-israelí de 1967, ya que las leyes militares que impuso Israel impidieron la perforación de nuevos pozos hasta la llegada de los acuerdos de Oslo. Ayman cree que los asentamientos y el muro han agravado la situación y, una vez más, lo avala con cifra: los cerca de 300.000 colonos israelíes que viven en Cisjordania consumen 75 millones de m3, frente a los 130 millones de los tres millones y medio de palestinos. Es decir 780 litros por persona frente a 192 litros. Cuatro veces más.
Rabí me muestra fotografías para demostrar que los colonos además contaminan con residuos los pozos palestinos, para, a continuación y como en muchas otras conversaciones con palestinos, nombrar el muro como una de sus preocupaciones. Con él, no sólo Israel se anexiona más tierras, sino que se queda con pozos y acuíferos de Cisjordania y separa de sus cultivos a muchos agricultores que deben pedir diariamente permiso al ejército israelí para acceder a sus tierras.
Algunos pueblos tienen sólo 10 litros diarios de agua, dice, y deben dedicar entre el 20 y 40% de sus ingresos a comprar agua a camiones que hacen largas rutas para sortear el muro. Otros muchos no tienen sistemas de agua ni sanitarios. Ayman Rabí concluye exponiendo que "no puede haber un desarrollo urbano del pueblo palestino sin agua. La gente deberá emigrar para poder sobrevivir". Ahora consumen menos de lo que deberían para desarrollarse, unos 130 millones de m3 anuales frente a los 500 millones de los que debería poder disfrutar una población en ascenso en 2020, según los índices de desarrollo humano. Además, añade que "Israel continúa vendiendo la idea de que para lograr la paz sólo hay que intercambiar territorios por paz y seguridad, pero es imposible un estado palestino sin un reparto justo del agua".
El PHG está financiado con dinero para la cooperación de ONGs españolas como SODePAZ, que lleva trabajando desde 1992 en la zona con proyectos que ejecutan organizaciones locales. Para conocer por qué dedican parte de sus esfuerzos al agua, hablo con Eladio José Verdú, responsable de los viajes solidarios de SODePAZ en Palestina. "Hemos elegido el agua y el agua nos ha elegido. Todo el mundo tiene claro que es un problema clave aunque hay que seguir insistiendo en ello. Cuando se habla del proceso de paz, hoy completamente muerto, se deja un poco al margen este asunto", declara.
La importancia de la cooperación del agua para esta ONG se demuestra en que más de la mitad de los proyectos que gestiona (sanidad, educación, agricultura, mujer o situación de los presos políticos) se dirigen a este recurso. De hecho, SODePAZ coopera no sólo con el Palestinian Hydrology Group (PHG), sino también con otras ONGs como Palestinian Water Training Institute (PWTI), y apoya a instituciones como Palestinian Water Authority (PWA), así como ayuntamientos palestinos de Cisjordania y Gaza.
Bidones de agua del asentamiento israelí situado en el centro de Hebrón.
Pregunto a Verdú sobre su balance de todos estos años de cooperación y me dice que es crítico. "La cooperación, no sólo la española, ha trabajado intensamente. Se han desarrollado estrategias importantes, proyectos de gran calado en el valle del Jordán, formación y estudios sobre los acuíferos. Pero en la práctica la ocupación se lleva todo este trabajo por delante". Él cree que la cooperación debe analizar la situación palestina no "como un problema de desarrollo sino de ocupación". Es partidario de vincular la solidaridad de las organizaciones a la consecución de un estado palestino viable e independiente. Pone varios ejemplos para hacerse entender: "Si nuestros proyectos para el río Jordán reconocen la presencia de Israel, también lo hacen de una violación de la ley internacional. Si el ejército israelí destruye infraestructuras hidrológicas que se han construido con dinero de la cooperación española, e inmediatamente las ONGs y las agencias se lanzan a reconstruir y en ningún caso se reclaman esos bienes a Israel, de alguna manera estamos legitimando al ocupante, restándole responsabilidad".
Por estas razones, SODePAZ está implicada en campañas internacionales de boicot, desinversiones y sanciones al estado de Israel. Asimismo, trabaja la "parte política y de sensibilización" en plataformas como la Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina. Como remate a sus declaraciones, José Verdú dice que "este verano ha sido terrible, la gente podía tirarse semanas y hasta meses sin agua en casa, incluso en las mejores zonas de Ramallah. Y eso por no hablar de la situación en Gaza, especialmente tras la terrible invasión israelí de principios de año. Científicos de las Naciones Unidas estiman que Gaza no tendrá agua potable dentro de 15 años".
El control del agua se desvela como un recurso fundamental para toda la zona, no sólo Cisjordania. "La principal razón de la ocupación de los Altos del Golán es el agua. El 25% del agua israelí proviene de aquí", me cuenta Tayseer Miry, director de la ONG comunitaria Golan for Development, en sus oficinas de Majdal Shams, pequeño pueblo al norte de los Altos del Golán. Tanto es así que los golaníes árabes pagan hasta cuatro veces más por el abastecimiento de agua que los colonos y tienen que conseguir cinco permisos diferentes para acumular agua de lluvia en tanques.
Y es que los de pozos y lagos como el de Tiberiades, el 'mar de Galilea', obran el milagro de la existencia. Ese que permite que surjan cultivos de tomates, pepinos, viñedos y olivares en algunas zonas. Ese que niega que en otras zonas, como Jericó o el Mar Muerto, puedan gozar de más vegetación que palmeras. Nasser Alawy, guía turístico de Belén que estudió fisioterapia en la Universidad de Valencia cree que "algún día va a haber una guerra por el agua en esta zona", al tiempo que me enseña los estanques construidos por el rey Herodes para abastecer de agua a una sedienta Palestina ya en tiempos bíblicos. Un nuevo conflicto más. Oculto pero más acuciante.
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Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
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