Celebran el cincuenta aniversario del eclipse solar en Canarias

Santa Cruz de Tenerife.-  A las 11 horas y 42 minutos del 2 de octubre de 1959, miles de canarios vivieron con los ojos puestos en el cielo un acontecimiento histórico, un eclipse total de sol que convirtió a Canarias en un gran observatorio para investigadores procedentes de todo el mundo.

ampliar foto

(EFE)

Unos jóvenes observan un eclipse solar desde la playa de Las Canteras en Las Palmas de Gran Canaria en 1999. EFE/Archivo

Cincuenta años después, una veintena de testigos de este fenómeno, determinante para el desarrollo de la astrofísica en las islas, se dieron cita en el Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife para relatar cómo vivieron esta experiencia, que no volverá a repetirse hasta 2187.

Aquella mañana, durante poco más de dos minutos y medio, la Luna, en su movimiento alrededor de la Tierra, ocultó por completo el llamado "disco solar" permitiendo a los espectadores de este acontecimiento observar zonas del sol, que normalmente sólo son visibles con instrumentación especial.

La mitad noreste de Tenerife y Gran Canaria y el suroeste de Fuerteventura fueron las zonas privilegiadas para su observación, que se convirtió en todo un acontecimiento social y científico que atrajo a investigadores de todo el planeta.

Con sencillas herramientas como cristales ahumados o de soldadura, numerosos canarios presenciaron este espectáculo, que quedó registrado en las paginas de muchos periódicos regionales y nacionales de la época.

La oscuridad total del aquellos minutos, el descenso de la temperatura y el comportamiento ante el eclipse de gallinas, perros y otros animales, que, según los testimonios, se escondían atemorizados, están presentes en los relatos de todos aquellos espectadores que acudieron a lugares altos y despejados para seguir el fenómeno.

Como comenta, Carmen del Puerto, directora del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Canarias, en aquellas áreas donde la prensa tenía una menor presencia, como las zonas rurales, el eclipse, al que muchos habían llegado a calificar como "el fin del mundo" se vivió con miedo.

Dadas las condiciones climatológicas y las elevadas cumbres de Canarias, la observación se convirtió en un gran atractivo para numerosos científicos, como un equipo de investigadores británicos que se trasladó a las islas para estudiar los efectos del eclipse en las aves.

La presencia de un avión reactor ultrasónico F-101 B de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos, que viajó hasta las islas para presenciar el fenómeno y que permaneció durante varias semanas en el aeropuerto de Los Rodeos, despertó la curiosidad de muchos vecinos.

Un fenómeno histórico que constituye un recuerdo imborrable de la memoria colectiva de las islas, que impulsó la creación del Observatorio Astrofísico del Teide y posteriormente del Instituto Astrofísico de Canarias y que se repetirá hasta dentro de 178 años.