Si oímos hablar de mariachis, automáticamente nos viene a la cabeza la imagen de un mexicano con un sombrero enorme, la chaquetilla de terciopelo bordada, el pantaloncito ajustado, y algún instrumento en la mano. Pero en España existe otro tipo de mariachis, y su aspecto no tiene nada que ver con el descrito. Pueden llevar traje y corbata, o vaqueros y camiseta; ser hombres o mujeres, y aunque no tienen por qué saber cantar o tocar un instrumento, sí bailan al son de los ricos del país.
Los mariachis españoles no llevan sombrero ni chaquetilla.
Parafraseando la letra de la ranchera "El rey" —"Con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero, y mi palabra es la ley..."—, en el argot financiero han bautizado como "mariachis" a los inversores ficticios que utilizan muchos ricos españoles para engordar el número de socios que necesitan para crear una sicav, o "sociedad de inversión de capital variable".
En muchos casos son amigos o familiares del acaudalado en cuestión, que reciben de forma gratuita una pequeñísima participación en forma de acción, o que compran algunos títulos para hacerle un favor. Pero también hay mariachis 'profesionales', que generalmente son empleados de banca o de gestoras de valores. Es el caso de María y Luis, una pareja que tiene participaciones en varias sicav del banco en el que trabajaban. "El banco nos regaló las acciones —el equivalente a unos 300 euros repartidos en diferentes sicav— cuando aún estábamos en plantilla. Nos hicieron firmar un papel que daba poder a la gestora de la entidad para comprar y vender las acciones hace cinco años, y desde entonces anualmente recibimos el estado de nuestras participaciones", cuenta María.
"Suelen ser participaciones pequeñas, a veces sólo se trata de una acción", explica Santiago Rivera, directivo de la sociedad de valores Tressis, quien comenta que ésta es una práctica habitual, y que, incluso, dentro de un mismo banco se intercambian los mariachis de unas sicav a otras. "Es legal, no es un fraude de ley", afirma. La abogada Beatriz García-Renedo, de CMS Albiñana y Suárez de Lezo, nos confirma que es cierto: "Es legal, aunque el espíritu de la norma no se está cumpliendo", precisa.
Y es que, teóricamente, las sicav se diseñaron para fomentar el ahorro colectivo a través de la inversión en los mercados financieros. De ahí que para montar una de ellas sea necesario tener cien o más socios y un mínimo de 2,40 millones de euros. Pero, en la práctica, la mayoría se ha convertido en "los vehículos que utilizan los grandes patrimonios para canalizar sus ahorros, aprovechando que tienen forma societaria, pero con una tributación más ventajosa", puntualiza Manuel Romera, director del sector financiero de la IE Business School.
Porque, como ocurre con cualquier otro vehículo de inversión colectiva, como los fondos de inversión, las sicav "pagan un 1% del Impuesto de Sociedades (frente al 30% habitual), y sus partícipes sólo deben abonar a Hacienda un 18% cuando cobran dividendos o ganan dinero con la venta de títulos, pero no si éstos pasan a formar parte del capital de la sociedad", explica la letrada García-Renedo.
Entonces, si la fiscalidad es la misma para sicav y fondos de inversión, ¿por qué las grandes fortunas se decantan por la primera opción? ¿Dónde está la ventaja?
Según Rivera, la principal diferencia es que los fondos de inversión "no tienen una personalidad jurídica propia y su gestión se encomienda a una entidad gestora, que no puede participar en las inversiones que éstos realicen". En este caso, los inversores no tienen derecho a voz ni voto en las decisiones, sólo a participar en los resultados de la inversión desde el momento de su compra hasta el de su venta. En las sicav, sin embargo, los inversores se convierten en accionistas de la sociedad y, por tanto, tienen derecho a voto. Y ahí es donde está el quid de la cuestión, sobre todo si tenemos en cuenta que prácticamente todas las sicav españolas —en este momento hay cerca de 3.370, con un patrimonio en gestión de más de 27.000 millones— emplean mariachis, según una investigación llevada a cabo por los inspectores de Hacienda en 2005.
"Se está jugando con la ley", afirma Francisco de la Torre, portavoz de la Organización de Inspectores de Hacienda. Porque, explica, "si la participación mayoritaria en la sociedad está en manos de un sola persona o familia, ya no se trata de una institución de inversión colectiva. El accionista mayoritario nunca pierde el control sobre su dinero, decide dónde le interesa invertir o desinvertir, a quién da entrada en la sociedad, y no necesita que le reembolsen su capital, porque puede mantenerlo en la sicav, haciéndolo crecer, y sin tributar al 18%, aunque sí al 1%".
El ‘truco’ es que los accionistas tienen derecho a disfrutar de los bienes de la sociedad en un porcentaje equivalente a su participación. De esta forma, el que tiene la participación mayoritaria logra no tener que tributar por muchas de sus posesiones y, en algunos casos, se evita tener que invertir en la compra de un yate, un coche, una casa de veraneo..., porque la sicav invierte por él, nos explican.
Esto es, precisamente, lo que critica De la Torre, para quien se trata de "un régimen de privilegio que permite diferir impuestos por los siglos de los siglos". En su opinión, "no es de recibo que en un Estado de derecho los beneficios tributarios se consigan contratando inversores ficticios, lo que en otros ámbitos se denomina 'testaferros', porque es un fraude". Y no es el único que critica este sistema. Hay quien habla de "trucos fiscales descarados", como es el caso del ex político Luis Solana.
De hecho, Solana pide a la ministra Elena Salgado "algo tan simple como que se obligue a que cada partícipe de una sicav tenga, por lo menos, el 5% del capital". Más allá va el portavoz de los inspectores de Hacienda, para quien "la revisión del sistema de tributación de las sicav debería formar parte de lo que la vicepresidenta ha denominado 'revisión global del sistema tributario'". Su propuesta es que se elimine el requisito de los cien partícipes mínimo para formar una sicav, y que éstas tributen al 18% en el Impuesto de Sociedades, pero no por plusvalías. "No sería ventajoso para los grandes accionistas, pero se equilibraría el sistema, porque se equipararían al resto de los inversores, y se eliminarían los nichos fiscales que no tributan". Además, solicita que "el control fiscal de las sicav se devuelva a la Inspección de Hacienda" —actualmente está en manos de la CNMV—.
La Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva (Inverco), por su parte, advierte de que cualquier modificación que afecte a las sicav provocará "una automática deslocalización de los capitales"; o lo que es lo mismo, una fuga de inversiones hacia otros países más permisivos o con mejor fiscalidad. Y recuerda que en Portugal, Italia, Austria, Bélgica y Holanda, entre otros, las ganancias patrimoniales obtenidas a través de una institución de inversión colectiva "están exentas.
Es difícil determinar quién gana y quién pierde con esta fórmula, si es que existen ganadores y perdedores. El beneficio para el que tiene el dinero está claro: emplea a los mariachis como 'hombres de paja' o testaferros para poder constituir este tipo de sociedades y aprovecharse de su ventajosa tributación sin perder el control de las mismas. Pero, ¿qué saca el mariachi?
Como en la mayoría de los casos las acciones le han sido regaladas, no pierde dinero. Si saca algún beneficio de la sicav (en forma de dividendo o por la venta de sus títulos), deberá declararlo a Hacienda, quien se quedará con un 18% de lo obtenido. No obstante, nos han explicado que, como se trata de participaciones pequeñas, las ganancias también lo son, y, por tanto, "no suelen declararse". Por otro lado, Romera apunta a que "puedes acceder a inversiones que como particular no podrías", y, además, siempre te quedará la satisfacción de decir que fuiste marichi de Amancio Ortega, o de Alicia Koplowitz, o de Polanco...
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