Santa Cruz de Tenerife.- El tranvía de Tenerife registra una media de 50.000 usuarios al día, y de ellos, un porcentaje que la empresa gestora del servicio, Metropolitano de Tenerife SA (MTSA), califica de "moderado" -1.820 pasajeros en 2008- infringe la ley al viajar sin haber adquirido o validado su billete o abono.
En la foto, una taquilla sin servicio en la madrileña estación de Chamartín. EFE/Archivo
Después de tres años, tiempo que lleva en funcionamiento este transporte en la isla, las técnicas empleadas por algunos pasajeros para evitar ser "cazados" se han ido perfeccionando, al tiempo que evolucionaban también la capacidad de los revisores para detectar o prever posibles fraudes.
Un equipo compuesto por veinte personas y doscientas cámaras de grabación situadas en las paradas y en el interior de los tranvías son los encargados cada día de dar caza a los infractores.
En el "backstage" del tranvía, nada se deja al azar, nada es aleatorio; células colocadas en los tranvías determinan el número de pasajeros que viajan en el vagón y las máquinas "canceladoras" ubicadas en su interior, cuántos de ellos validan sus billetes.
Estos datos le permiten a la entidad gestora conocer qué trayectos y qué franjas horarias son los que registran una mayor cantidad de infracciones y en función de ello coordinar el trabajo del equipo de revisores.
Vestidos con uniforme o de paisano, para evitar ser reconocidos a simple vista, y normalmente en grupos de dos o más trabajadores, el protocolo seguido por los revisores es siempre el mismo: identificarse, solicitar al pasajero su billete o abono y comprobarlo.
En el caso de que éste no lo haya adquirido o validado, el operario le solicitará que se baje en la siguiente parada para tramitar la denuncia correspondiente.
Los intentos fallidos de "escabullirse" tienen como consecuencia sanciones económicas de hasta 400 euros, 40 si la multa se paga en el plazo de cinco días.
"Nunca lo he hecho", "me despisté" o "tenía prisa" son, según explica Artamy Rodríguez, supervisor del equipo de revisores, los pretextos preferidos por los infractores.
Validar el billete justo cuando observan que el revisor se acerca, viajar con un ticket antiguo o sin saldo suficiente en el bono o bajarse en otra parada distinta a la prevista si se observa que éste se sube al tranvía, son otras de las técnicas empleadas por los especialistas en estas lides.
Pese a los esfuerzos, excusas como éstas no evitarán el ser sancionados ya que, además de los avisos emitidos por el servicio de megafonía de las estaciones, las máquinas canceladoras, colocadas en el interior de los vagones, están programadas para emitir un pitido y una luz roja en los casos en los que el billete o bono no sea válido.
Los turistas más pícaros tampoco podrán alegar que no conocen el funcionamiento del servicio, "ya que las máquinas expendedoras y las oficinas de venta ofrecen información en varios idiomas", indica Gonzalo Umpiérrez, director comercial.
Aunque se tengan dotes para la interpretación, la comunicación no verbal puede jugarnos una mala pasada.
Un gesto, una mirada, cierto nerviosismo o algún movimiento desafortunado pueden delatarnos.
En el caso de ser pillado in fraganti la reacción es siempre la misma "nadie reconoce que ha cometido un fraude" comenta Artamy Rodríguez.
Los más osados optan por ignorar los requerimientos del revisor, a los que la ley reconoce como autoridad ferroviaria, y se niegan a mostrar su billete.
En situaciones como esta, los revisores, comunicados por radio con técnicos del Puesto Central de Control (PCC), ubicado en las oficinas de la entidad, ofrecen una descripción detallada de los infractores, que son grabados por las cámaras de vigilancia.
Estas imágenes son registradas, se almacenan y en el caso de tratarse de infractores reincidentes son remitidas a la policía para tramitar la denuncia oportuna.
Cinco personas controlan este sistema de cámaras distribuidas a lo largo del trayecto del tranvía en andenes, pasos inferiores, cambios de agujas y en el interior de vagones y cabinas de conducción.
En esta sala, un gran panel luminoso, en el que se visualiza el trazado de las líneas 1 y 2, permite a los técnicos saber dónde se encuentran cada uno de los tranvías, si éstos viajan en hora o si, por el contrario, sufren algún retraso, comunicarse con el conductor y visualizar cualquier incidente.
Un peculiar gran hermano que tiene como objetivo vigilar a los infractores y velar por la seguridad de los usuarios de esta ciudad en movimiento por la que transcurren una media de 13 millones de usuarios al año.
Isabel López Rodríguez
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