Merkel y Steinmeier preparan el terreno para una posible reedición de la coalición gobernante alemana

Berlín.-  La campaña electoral alemana se trasladó hoy al Bundestag (Cámara baja del Parlamento), con un debate en el que los dos actuales socios de Gobierno -cristianodemócratas y socialdemócratas- evitaron las críticas mutuas y se lanzaron guiños de cara a una segunda edición de la actual gran coalición.

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(EFE)

La canciller alemana, Angela Merkel, escuchando el discurso del ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, durante la sesión del Parlamento sobre la política en Afganistán, en Berlín.

La canciller federal, Angela Merkel, alabó el buen trabajo del gabinete durante los últimos cuatro años y mostró su satisfacción por la labor desempeñada por la gran coalición en la gestión de la crisis económica.

"Alemania es fuerte, Alemania es estable", dijo la líder cristianodemócrata, que tan sólo marcó diferencias con los socialdemócratas en puntos muy aislados, como el tema fiscal.

Lejos de lanzar guiños a los liberales del FDP, Merkel ni siquiera mencionó al aliado tradicional de su formación, al que oficialmente ha proclamado como su candidato favorito para la futura coalición de Gobierno.

Loas también del aspirante socialdemócrata, Frank-Walter Steinmeier, para el trabajo de los últimos años, pero, a diferencia de Merkel, el actual vicecanciller imprimió un tono más electoralista a su discurso, con claras críticas al FDP, partido, por lo demás, con el que oficialmente aspira a formar una alianza tripartita con los verdes.

En dirección a todos los votantes que prefieren a Merkel frente a él, como reflejan unánimemente los sondeos, Steinmeier recordó el "sello claramente socialdemócrata" que ha tenido el trabajo gubernamental de la legislatura que ahora termina.

Claras fueron, en cambio, las críticas a ambos por parte del líder liberal, Guido Westerwelle, cuyo partido ha sacado tajada de la erosión de votos que vienen padeciendo las dos grandes formaciones desde que se forjó la gran coalición.

Westerwelle acusó al actual Gobierno de haber conducido al país a un aumento de la deuda y de los impuestos, en un tono exacerbado que, pese a ser el candidato que más novias tiene oficialmente, permitió pensar que él mismo duda de sus posibilidades de ver liquidada la gran coalición.

En un foro televisivo con preguntas de ciudadanos, la propia Merkel evitó ayer despejar esta duda, al no descartar una segunda edición de la gran alianza.

"Lo que digo es que postulo por otra coalición, pero nos tenemos que someter al voto del electorado", dijo Merkel.

Hoy ni siquiera apostó por otra coalición y el único acercamiento indirecto al FDP fue al distanciarse de las propuestas socialdemócratas de subir los impuestos sobre los altos salarios y propugnar una descarga fiscal.

Steinmeier, por contra, defendió el postulado socialdemócrata de imponer un régimen de salarios mínimos en Alemania, algo que por ahora no existe, y rechazó toda promesa de reducción fiscal.

Estos fueron básicamente los únicos puntos en los que el vicecanciller y ministro de Exteriores se distanció de su actual socio cristianodemócrata, en contraste con la retahíla de críticas hacia los liberales, a los que definió como representantes de una política antisocial.

"Quien mira al Estado social como un instrumento para garantizar una vagancia a sueldo ha perdido el compás político, señor Westerwelle", dijo en dirección al líder liberal.

Steinmeier presentó a su Partido Socialdemócrata (SPD) como garante de que Alemania siga siendo un Estado social, a diferencia de un modelo de coalición entre cristianodemócratas y liberales, que, a su juicio, daría al traste con todos los logros de los últimos años.

Los ataques de Steinmeier a Westerwelle ponen de manifiesto el problema en el que se encuentra actualmente el SPD, que, pese a haber imprimido un sello socialdemócrata a la coalición, no se beneficia de ello en las encuestas.

A ello se añade la crisis de credibilidad de un partido que, como única opción a una nueva edición de la gran coalición, tiene la de formar Gobierno con una fuerza a la que ataca tan frontalmente como es el caso del FDP, en una alianza tripartita con sus anteriores socios, los verdes.

Esta situación enrevesada se deriva de la irrupción en el Parlamento de una quinta fuerza política, el partido de La Izquierda, que, además de arañar votos al SPD, ha modificado la estructura tradicional de las alianzas gubernamentales, haciendo casi imposible las coaliciones entre una formación grande y una pequeña.