Varsovia.- Polonia vive el aniversario del inicio de la II Guerra Mundial con muchas heridas aún abiertas y su condición de gran víctima cuestionada, después de que un documental de la televisión pública rusa revelase que el Gobierno polaco y la Alemania nazi firmaron en 1934 un pacto contra Stalin.
Un cañón anticarro haciendo fuego en el frente ruso en 1941. WELTBILD
Los historiadores polacos han puesto el grito en el cielo y niegan esta acusación, que sorprendentemente situaría a Polonia dentro de una alianza secreta con el Tercer Reich y Japón para acabar con los soviéticos, algo demasiado incómodo en un país donde la única realidad palpable es la desolación que dejaron tras ellos los ejércitos alemán y ruso.
Para Varsovia sólo hubo un pacto previo a la II Guerra Mundial, y ése fue el tratado Ribbentrop-Molotov, firmado por Alemania y la Unión Soviética (URSS) en 1939, días antes de la invasión de Polonia, en el que ambas potencias acordaron el reparto del territorio polaco, tal y como sucedería posteriormente.
Ésta no es la primera acusación molesta que llega desde Rusia, donde el pasado junio una página web auspiciada por el ministerio de Defensa ruso ya acusó en un artículo a Polonia de ser responsable del comienzo de la II Guerra Mundial.
En ese texto, publicado bajo el título "Historia contra la mentira y la falsedad", se aseguraba que el Ejecutivo polaco aceleró el comienzo del conflicto al no ceder a las exigencias de Hitler sobre la ciudad libre de Danzig (actual Gdansk), pretendida por la Alemania nazi.
La diplomacia polaca protestó airadamente por este artículo, donde además se acusaba a Polonia de jugar a ser una superpotencia regional durante el periodo previo a la II Guerra Mundial, un juego peligroso que precipitó la invasión alemana, que precisamente comenzó en Danzig el uno de septiembre de 1939.
El resto de la historia es bien conocido y la entrada de las tropas de Hitler, que en pocos días ocuparon Polonia, dio paso al conflicto más grande que ha vivido nunca la Humanidad, con 60 millones de muertos, de ellos más de seis millones polacos, casi el 20 por ciento de la población polaca.
Un drama que comenzó hace setenta años y que líderes de todo el mundo recordarán el próximo uno de septiembre en la península de Westerplatte, en la actual Gdansk, al norte de Polonia, el punto exacto en el que todo comenzó y donde cerca de doscientos soldados polacos se convirtieron en símbolo de la lucha que protagonizaría su país al resistir el empuje alemán durante una semana.
Entre los dirigentes que acudirán a esta celebración en Gdansk estarán la canciller alemana, Ángela Merkel, y el primer ministro ruso, Vladímir Putin, para recordar aquellos dos totalitarismos que arrasaron Polonia, considerada una de las principales víctimas de una guerra no provocada, a pesar de las recientes acusaciones de pactos secretos con el nazismo.
Una condición de víctima incontestable que, sin embargo, no impide que más del treinta por ciento de los polacos defiendan con orgullo que su país ganó la II Guerra Mundial, la misma cifra que opina justamente lo contrario, según una reciente encuesta realizada por el instituto Pentor.
En lo que la mayoría de los ciudadanos está de acuerdo es en que el pueblo polaco padeció el horror de la ocupación nazi incluso más que los propios judíos, algo que el historiador Pawel Machcewicz niega ya que, "aunque los polacos sufrieron más que otras nacionalidades, los judíos eran el blanco de una exterminación".
Machcewicz achaca la opinión de la mayoría de sus compatriotas a una defensa subconsciente de la propia conciencia nacional frente a los acontecimientos dolorosos de la historia.
Otro tanto sucede con episodios como el que tuvo lugar en la localidad polaca de Jedwabne, donde en 1941 más de 1.500 judíos murieron a manos de sus propios conciudadanos polacos, según asegura otro historiador, Jan T. Gross, en su libro "Vecinos".
Hoy, sin embargo, la mayoría de polacos creen que este auténtico pogromo fue llevado a cabo por las tropas alemanas, ignorando un pasaje de la historia en el que "la mitad de los habitantes de la población de Jedwabne se levantó contra la otra mitad", mientras el "ejército alemán de ocupación asistió como mero espectador", según relata Gross.
Lo cierto es que, salvando acontecimientos puntuales como el que Jan T. Gross describe, la II Guerra Mundial dejó a Polonia como escenario de un auténtico infierno en la que todos los polacos sufrieron el delirio nazi y la locura estalinista, convirtiendo a este país en lo que el británico Norman Davies vino a definir como "el patio de recreo de Dios".
Nacho Temiño
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