Cornudo y apaleando

No son de piedra. Son humanos, tienen su corazoncito. Como usted y como yo. Me refiero a los protagonistas de los programas del corazón. Los famosetes. Esos seres aparentemente insensibles, zafios y miserables que nos recuerdan cada día cuán ruines y rastreras pueden llegar a ser las personas. Parecen la escoria de la humanidad, lo sé, pero créanme, tras su caparazón de vanidad, escondido en algún lugar de sus impúdicas y repugnantes vísceras, se esconde un pedazo de pan.

¿Cornudo yo?

Pueden llamarles las cosas más espantosas que se les ocurran, faltar al respeto a su familia o dudar de la honorabilidad de sus seres queridos. Pueden decir que su madre es una zorra sarnosa, que su padre se acuesta con cien putas sifilíticas y que a sus hijos los engendró una serpiente venenosa que se acostó con un alacrán sodomita… Ni se inmutarán. Pero cuidado, no se les ocurra llamarles cornudos. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Pipi Estrada dice que es periodista deportivo, pero lo cierto es que llevaba semanas paseando sus miserias por la televisión, desnudando su intimidad, ofreciendo detalles espeluznantes de su vida privada. Sin problemas. Le han acusado de abandonar a su mujer, de no cuidar a su hija, de enrollarse con chicas de vida ligera, de contar detalles escabrosos de sus relaciones sexuales… De todo menos, de momento, de matar a Manolete. Y él, sin inmutarse, respondía con mayor o menor gracejo, sin perder la sonrisa, dando lecciones de moral, con un ojo en la cámara y otro, imagino, en la cuenta corriente. Todo era equilibrio, todo estaba en orden en su vida…

Pero un buen día Jimmy Giménez Arnau le llamó cornudo. Pipi ya venía caliente: el conde Lequio también había insinuado que portaba prótesis taurinas. Y eso sí que no. Por ahí un español, un auténtico macho ibérico, no puede pasar. Fue sentir que le nombraban las astas y liarse a patadas con la cabeza de Arnau. ¡Estaría bueno! Vago, putero, mal padre, chivato, mentiroso, desequilibrado, granuja, ladrón, mentecato, maltratador, drogadicto, patán… Lo que ustedes quieran. ¡Pero cornudo, jamás!

En España, país taurino por excelencia, el cuerno en la testa del morlaco es símbolo de poder, de fuerza, de virilidad. Pero cuando surge en frente masculina significa decadencia y pitorreo. Cualquier cosa antes que portar un par de pitones. Incluso un tipo como Pipi, mercader del engaño (que diría el poeta José Ángel Valente), al notarse las puntas siente cómo se le tambalean los cimientos, se le resquebraja la leyenda, se le acaba el chollo. Y embiste. A patadas, pero embiste.

Afortunadamente este arrebato de humanidad que hemos visto en Pipi, cornúpeta en horas bajas, va más allá de los protagonistas del famoseo. Me cuentan que en la web de Telecinco se pueden no solo ver en tiempo real programas como 'Sálvame', sino algunos momentos 'íntimos' de esos espacios. Por ejemplo, durante las pausas publicitarias de este programa, una cámara de la web continúa ofreciendo a los cibernautas las imágenes de sus famosetes favoritos. Charlando, bebiendo agua, retocándose el maquillaje, fumando, quién sabe si visitando el servicio en busca de estímulos para su imaginación… Ingeniosa ocurrencia, qué duda cabe, puesto que añade un extra informativo a la presencia en pantalla de esos parásitos sociales.

Pues bien, el día del combate Pipi-Arnau la exclusiva cámara de la web de Telecinco pudo grabar la pelea, uno de los momentos más excitantes de la televisión actual, pero no lo hizo. Realizador y operador de cámara eligieron auxiliar al ex de la nieta de Franco, herido de mala manera por Pipi en lo que no sé si se considerará una agresión o una cornada.

Insisto: son humanos, tienen su corazoncito, se amohínan con las cuernas, prefieren auxiliar al herido que grabar el combate del siglo. Lo malo es que como Paolo Vasile lea este post los pone a todos de patitas en la puta calle.