Londres.- Roger Federer hizo historia al acumular su decimoquinto Grand Slam con su sexto trofeo de Wimbledon en una edición marcada por la ausencia de Rafa Nadal, por el buen tiempo, por el estreno del techo retráctil de la Central y por la desmesurada atención mediática en torno al británico Andy Murray.
Cinco sets encarnizados en más de 4 horas de partido ante el estadounidense Andy Roddick permitieron al helvético superar el récord de "majors" que compartía hasta entonces con Pete Sampras (con 14).
El Federer de los nervios de acero, el castigador implacable y el aniquilador de marcas imposibles sumó su vigésima final en un Grand Slam, encadenó su séptima final en el césped del All England Club, selló su sexta corona en esta competición y vuelve, a partir de hoy, a lo más alto del ránking de la ATP.
El Wimbledon en el que el hombre de Basilea, que será padre muy pronto, escribió una nueva página en los ficheros privilegiados de este deporte estuvo claramente condicionado por la baja del manacorense Rafa Nadal por lesión.
El balear, que vuelve a ser número 2, se vio incapaz de defender el trofeo que ganó el pasado año en otra final de infarto ante Federer, su gran rival, por una persistente tendinitis que le forzó a anunciar su salida del cuadro días antes.
Durante la primera semana del torneo, esa ausencia salió a relucir prácticamente en todas las ruedas de prensa. Después, "el torneo continuó", como observó en una ocasión el vencedor de Roland Garros y fue el nombre de Murray el que pasó a ocupar el máximo protagonismo.
El propio Federer explicaba esta semana que la baja del mallorquín "se olvidó pronto" ante el revuelo organizado por los diarios locales en torno a su héroe nacional, un Murray que soportó losas de presión mediática y que terminó claudicando ante un inmenso Roddick en la primera semifinal de Wimbledon para el de Dunblane.
Con su salida de la competición, el escocés dejó con las ganas a un país que suspira por tener cuanto antes un relevo digno a Fred Perry, el último británico que levantó, en 1936, este trofeo en la Central.
Fue también uno de los Wimbledon más secos de los últimos años. El buen tiempo acompañó en líneas generales. O, al menos, la lluvia no alteró apenas el calendario de los partidos.
Y curiosamente, este año la organización del All England Club estaba bien preparada.
Su flamante "Catedral" inauguraba un techo retráctil del que se echó mano por precaución -una vez- ante lo que parecían nubes amenazadoras pero que solamente se empleó durante todo un partido en una sola ocasión, cuando Murray, el tercer favorito, jugaba ante el suizo Stanislas Wawrinka.
Ese partido concluyó a las 22.40 horas (local), cuando ya no había luz natural, gracias a la flamante cubierta -que ha costado unos 80 millones de libras-, que permite jugar de noche haciendo uso de los 72 focos de luz indirecta y 48 de luz directa que cuelgan de ella y que aportan un nivel de luz horizontal de 3.200 luxes y vertical de 1.900 luxes.
Pero también fue el Wimbledon en el que las bolas "pesaban más" que otros años; el último que disputó el ruso Marat Safin antes de retirarse -a finales de año-; o el de los récords en el número de espectadores que acudieron al All England Club pese a la crisis financiera global que afecta, mientras, al resto del mundo.
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