El clarete nunca se fue. Hace años, en los despachos de Bruselas, decidieron que no era un vino con la suficiente clase, pero siglos de 'cultura del clarete' no dejaron marcharse del todo al popular caldo, que ha sobrevivido camuflado entre su peor enemigo, el rosado, y en el pequeño comercio pseudoclandestino que pervive en algunos pueblos de España. Hace unos meses la Unión Europea comenzó a plantearse la posibilidad de volver a convertirlo en un vino con todas las de la ley, pero la presión de los productores de rosado, que han logrado posicionar esta bebida entre la crème de la crème de los vinos, lograron paralizar ese proyecto hace apenas unas semanas.
¿Sigues pidiendo clarete en los bares?
Del bando del clarete nadie se ha rasgado las vestiduras. Ni los pequeños productores ni los consumidores habituales se sienten afectados por las decisiones de la comisión. Seguirán haciendo lo que hacían hasta ahora. Con una diferencia: el debate ya está sobre la mesa y cada vez son más los defensores del denostado clarete. Y es que hasta hace poco eran muchos los que desconocían la prohibición de comercializarlo y sus diferencias con el rosado. "En La Rioja, de toda la vida se ha pedido en los bares", asegura una riojana de pro. ¿Pero era realmente un clarete?
En una bodega de un pueblo cercano a Valladolid, Aurora, guía turística, nos explica el enigma. Cuando alguien se pide un clarete embotellado y etiquetado oficialmente no se está tomando uno verdadero, sino un rosado que, sobre el papel, es un vino mejor y tiene un modo de producción totalmente diferente. "Básicamente la diferencia consiste en que en el primero, el mosto fermenta en contacto con el hollejo (la piel) de uvas blancas y tintas, mientras que en el rosado se retiran los hollejos antes de la fermentación".
Pero además, y he aquí su desencuentro con la Unión Europea, para obtenerlo, muchos productores optan por mezclar vino blanco y vino tinto acabado. Mal. Tanto Bruselas como las autoridades vitivinícolas españolas consideran que el producto final de esta práctica no tiene la suficiente calidad como para llevar el sello comunitario. Además, otro hecho que da lugar a confusiones es que en algunos lugares de España, sobre todo en La Rioja, denominan claretes a los vinos tintos envejecidos que han ido perdiendo color a través de los años. También mal (para la UE, se entiende). Un tinto sin color, ni es tinto ni es nada y, por tanto, no tiene denominación de origen. Así que, lo que toma la mayoría de la gente cuando pide un clarete es un rosado, un primo carnal suyo mucho más refinado y querido en el mundo comercial.
Esto no ha impedido que el clarete siga siendo parte de la vida en algunos lugares de España en los que se bebe el auténtico. "Uno se acerca a un bar cualquiera de nuestra ciudad y es muy habitual ver vasos, las copas no tienen categoría para él, con ese líquido de color rosa asalmonado, cuando no decididamente marrón, al que la gente de León es tan aficionada. A pesar de que hace años que ya no aparece en ninguna etiqueta, ni hay publicidad de ellos, todos le hemos cogido cariño al término y se repite una y otra vez en todas las tascas", aseguraba un aficionado a esta bebida en el Diario de León.
Julián invita a un trago de clarete en una de las cientos de bodegas que se ocultan bajo el suelo de Aranda de Duero. Lo produce uno de sus compañeros de peña. En este pueblo de la provincia de Burgos son muchos los que tienen viñas, por muy pequeño que sea el terreno. El lugareño sabe de caldos como el que más, ya que lleva años dedicado al negocio del vino y todo lo que le rodea. Sin embargo, en fiestas, "lo que apetece es tomarse un clarete fresco de la bota", afirma. Julián reconoce que es un vino menor y que es normal que las autoridades alimentarias lo rechacen. De hecho, si por algo levanta sospechas esta bebida es porque muchos creen que detrás de ella se esconde la producción de vinos de baja calidad, el enmascarar productos malos e incluso poner en el mercado excedentes de las bodegas, lo cual no siempre está lejos de la realidad. Volvemos a la bodega del pueblo de Valladolid, donde Aurora nos los corrobora. "Aquí es una práctica habitual. Los años que sobraba vino tinto se mezclaba con vino blanco del año anterior, que muchas veces estaba oxidado".
Por eso sorprendió cuando la comisaria europea de Agricultura, Mariann Fischer Boel, adelantó su intención de autorizar de nuevo la mezcla de vinos blancos y tintos para la elaboración de vinos de mesa, ya que la Organización Internacional del Vino considera al clarete como un vino en toda regla. Según Fischer, la producción de este caldo es "habitual en otros países no pertenecientes a la Unión", de tal forma que Europa se encuentra en situación de "desventaja" respecto a ellos.
La idea era aplicar ciertas restricciones al producto, de tal forma que las denominaciones de origen o las indicaciones geográficas protegidas podrían vetarlos para que no consiguiesen su sello de calidad. Pero los grandes productores no tardaron en reaccionar. Primero dejaron claro que, de avanzar la propuesta, ejercerían ese veto de manera sistemática y no les permitirían la adscripción de denominación. Finalmente, su presión fue decisiva para que Fischer diera un paso atrás.
Su presión y la de muchos que se han ido adhiriendo a esta causa en los últimos meses, como el mítico cocinero Ferrán Adrià, frenaron la aprobación de la medida. El Consejo Regulador de la Denominación de Origen de Navarra junto con la Conferencia Española de Consejos Reguladores Vitivinícolas (CECRV) —que reúne a todas las denominaciones de origen de vinos españoles— promovieron el lanzamiento de un manifiesto cuyo fin era reclamar a las autoridades españolas y europeas que se pusieran de parte del rosado en la contienda. También en Cigales —una zona de populares claretes—, Rioja y Ribera del Duero, las autoridades vitivinícolas se pusieron las pilas para evitar el ascenso del clarete a 'primera división'.
Pero, ¿por qué tanto odio? El presidente de la CECRV, Fernando Prieto, explica que el verdadero vino rosado de maceración no es el subproducto de una mezcla de vinos tintos y blancos, sino que "procede de un método de vinificación específico, complejo y delicado". Según Prieto, "el vino da carácter, fija población y crea cultura". De esta manera, si se aceptara el clarete, "se abriría la puerta a un vino industrial que sería clónico" y esto "sería comparable a producir un embutido con cerdo de pata negra y cerdo blanco".
En un pequeño pueblo de apenas 700 habitantes en la provincia de Madrid, don Manuel encoge los hombros. ¿Qué le parece que la UE siga prohibiendo la producción de clarete? "A mí esas cosas no me preocupan. Yo sigo haciendo un poco de vino para mí y para mi familia", afirma resuelto. ¿Sólo para la familia? El anciano sonríe: "Bueno, a veces vienen unos amigos de Palencia hasta aquí a por un poco del que me sobra". Aurora matiza. "Bueno, las amistades de los pueblos y..." Y sonríe con él. Es algo habitual en la zona. Los pequeños productores aprovechan su excedente para hacer clarete que luego venden a los nostálgicos que no se resisten a perder la costumbre de tomarse uno verdadero.
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