PARÍS (FRANCIA).- Desde abril, el clima mejora en París. Aunque las nubes van y vienen, comienza la temporada de terrazas en la capital. No es nueva esta fascinación por las mesas al aire libre, sólo hace falta ver postales antiguas y nos daremos cuenta de que hace décadas que son fotografiadas.
Terraza del Palais de Tokyo.
"Sentarse en un café es una de las principales actividades de París", así comenzaba un no muy simpático artículo del Washington Post del año 2006 que se llamaba 'El arte de no hacer nada. Y nadie lo hace mejor que los franceses'. El periodista no conectaba con el concepto de alguien sentado tomándose un café, mirando a la gente sólo por el placer de hacerlo. Para él ésta era la actividad que los parisinos elegían en vez de trabajar o hacer 'jogging'. Olvidando esta típica incomprensión que demuestran algunos estadounidenses hacia ciertas costumbres francesas, hay que reconocer que sentarse en una terraza, en especial en París tiene su historia y quizás una razón de ser.
La frase del periodista estadounidense finalmente ilustra una realidad cultural bien establecida en Francia. Se dice, incluso, que sentarse en una mesa, disfrutar del momento, del va y viene urbano tendría su origen en la Belle Époque en París, periodo que ofrecía a sus habitantes un mundo nuevo o una visión del mundo idealizada. Después de la Primera Guerra Mundial y sus horrores, los franceses quisieron recuperar la ligereza de antaño rápidamente.
Y así, entre 1920 y 1930, nacían los grandes cafés de Montparnasse y de Champs Elysées. La alegría de vivir se apoderaba de la ciudad y el mejor lugar para disfrutarla era este espacio abierto que da a la calle, hacia los demás. Los años pasaron y la tradición se mantuvo. A pesar de la aglomeración y el poco espacio, los cafés, los bares y los restaurantes se las han arreglado para tener una terraza en la que sus clientes puedan disfrutar.
Aquí proponemos algunas direcciones. Lugares tradicionales, y otros no tanto, algunos a la moda, otros frente a lugares históricos. Como siempre, París ofrece algo para todos.
En esta época del año en que la temperatura comienza a subir, una buena idea es tratar de imaginarnos en una playa capeando el calor. Para eso podemos buscar unas mesas al borde del agua. Un imprescindible es Le 25 Est,, que posee una importante ventaja: una doble terraza que da al Bassin de la Villete (continuación del Canal St-Martin). La segunda se encuentra sobre el techo y ofrece una vista impresionante de todo el sector. Otro punto a favor es que, a pesar de su buena ubicación, se puede comer al medio día un plato por 8,50 € y aprovechar por las tardes del happy hour.
Siguiendo la orilla del canal nos encontraremos con el celeste Bar Ourcq que le da un toque playero a esta costa de adoquines gracias a las 'transats' (sillas de playa en tela rayada) que, de forma gratuita, permiten instalarse cómodamente al borde del canal. La música del DJ residente acompaña las noches de fin de semana mientras se puede tomar una cerveza en vasos de plástico mientras se juega a la petanca afuera del bar.
¿Una cervecita en El jardin de Varenne?
Casi enfrente están las Péniches (los barcos fluviales), que proponen interesantes terrazas coloridas para disfrutar de un aperitivo desde otro punto de vista, diferente al del París de terrazas de café. Una de ellas es la Péniche Antipode que realiza conciertos y teatro, además de tener una variada carta de fuertes y sabrosas cervezas belgas y zumos de comercio justo.
Alejándonos de barrio pero no de la onda acuática encontramos Le Gran Blue, que parece estar atracado en el mar, pero en realidad está situado en el Puerto de Arsenal al sur de París. La vista, los barcos y las gaviotas perdidas producen esta sensación a solo unos pasos de la Bastilla. Aquí podemos sentarnos al lado del agua o bajo la sombra del verde jardín de este bar-restaurante de sencilla comida.
Dejando el agua de lado y adentrándonos en la ciudad, podemos elegir entre los locales de moda —'branchés' como dicen los parisinos—. Uno de ellos está en pleno Le Marais, en el patio interior del Centro Cultural Sueco. Le Café Suédois, oasis de tranquilidad en el barrio, en el que podemos disfrutar de exquisitos postres nórdicos a precios razonables, además de aprovechar las salas de exposiciones y una boutique.
Para aquellos para los que el séptimo arte es una parte importante de sus vidas, en especial el francés, no deben dejar de visitar Les Bistrot des Dames. Este patio de un pequeño hotel que parece una pensión familiar es un espacio frecuentado por los cinéfilos que salen de míticas salas como el Cinéma des Cinéastes o el Pathé Wepler, así como por vecinos del barrio que viene a deleitarse con su excelente carta de vinos.
Montmartre, siempre bohemio y turístico, no llega nunca a pasar de moda. Por eso, en el momento en que hay un día un poco soleado, turistas y vecinos se instalan en el colorido L’été en pente douce en las faldas del monte. Instalado al lado de la entrada de los jardines de la basílica de Sacre-Coeur es perfecto para aquellos que necesitan una pausa antes de subir hasta la cima del cerro parisino en días calurosos.
L'Entrepôt no es sólo un lugar cool, sino un excelente punto para escuchar una conferencia, ver una película, una obra de teatro o un concierto, incluso una exposición. Todo esto mientras aprovechamos la terraza del jardín que está en medio de bambúes y muebles de madera y que le dan un toque zen a este espacio cultural.
La ciudad de las luces, llena de historia, monumentos y jardines, también está llena de museos en los que hay cafés o restaurantes con terraza. Para mezclar cultura y descanso se puede visitar Le jardin de Varenne, una cafetería que tiene sus mesas entre las esculturas y jardines del Museo Rodin. Otro punto a favor es que tiene una carta que permite picar a cualquier hora, incluso en medio de una exposición.
Más clásico es Le Saut du Loup, un sobrio y tranquilo bar-restaurante que forma parte del Museo de Artes Decorativas y que, cuando el tiempo le acompaña, despliega su terraza en el corazón del bello jardín de Tuileries, ofreciendo a los visitantes una agradable vista, torre Eiffell incluida. Y si somos más de estilo contemporáneo, debemos pasar por la terraza del restaurante del Palais de Tokyo, lugar indispensable para los amantes del arte y las nuevas tendencias.
Pero en París tampoco podemos dejar de lado la historia. Un pedazo de ésta se encuentra en Le Chalêt des Îles, un paraje romántico, regalo de Napoleón III a su esposa Eugénie. Ahí se disfruta del verdor en medio del Bosque de Boulogne, al oeste de París. El visitante con propósitos galantes debe considerar que la terraza del restaurante sólo es accesible mediante botes que atraviesan riachuelos floridos, árboles centenarios y ofrecen una deliciosa vista sobre el lago.
Para finalizar, desde La mer à boire un café animado al lado del parque de Belleville, en lo alto de la capital, se puede apreciar una de las más bellas vistas de París sentado en una especie de mirador con mesas sobre un suelo adoquinado. Un espacio que además de ofrecer una de las terrazas más baratas (1,5 euros por un café), presenta la actualidad del cómic y del dibujo de prensa gracias a una amplia serie de exposiciones.
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siempre que alguien va a Paris le digo lo mismo: déjate un buen rato para sentarte en una terraza a tomar un café y ver pasar a la gente, sin más +
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