Los viejos amigos africanos de Francia que se van

A pesar de ser hasta su fallecimiento hace unas horas el gobernante más longevo de África (y que más años ha detentado el poder), Omar Bongo ha pasado sin ningún conflicto excesivamente notorio por la historia de los dictadores africanos. Contando con el beneplácito de la comunidad internacional, pudo gobernar Gabón a sus anchas hasta el final de su vida. Supo manejar bien sus cartas tanto dentro —ganándose la amistad de opositores con dinero o cargos públicos— como fuera, llegando a labrarse una bastante buena imagen exterior con su papel como mediador en varios conflictos de la región. Tan sólo hace dos años las cosas empezaron a tornarse complicadas para él. Los problemas empezaron precisamente en Francia, la antigua metrópoli y mano amiga de Bongo durante su largo mandato. Desde allí fue acusado y condenado de corrupción, un gesto puso punto y final a décadas de "romance" y abrió la veda contra él. Pero llegó tarde. Bongo ha muerto esta mañana (no ayer, como se informó en un principio) a los 73 en una clínica de Barcelona.

(EFE)

Fue bien recibido en casi todos los foros internacionales.

Llega al poder poco después de la independencia de Gabón de Francia. Sucesor de León M'ba, que falleció por muerte natural en 1967, Bongo se convierte al instante en el primer ministro y presidente de la República del Golfo de Guinea, y no tarda en monopolizar el poder a través de algunas herramientas como el partido único. En 1973 se reafirma en el cargo mediante unos comicios a los que sólo él se presenta, repitiendo este teatrillo en dos ocasiones más en 1980 y 1986.

La escasa población del país, de apenas un millón de habitantes, le permite consolidar su poder y ejercer un estricto pero no excesivamente despótico control social. También le ayudan los ingresos petroleros, que impulsan la economía de Gabón hasta las cotas más altas de desarrollo entre el resto de países de la región, hasta el punto de que en 1989, la renta per cápita alcanza los 3.000 dólares por habitante, sólo superado por Libia en el continente. La caída de los precios del crudo y las sucesivas crisis económicas, acaban con la euforia una década después.

Hasta ese momento, se le considera el "garante de uno de los gobiernos más estables del África subsahariana". Según el Centro de Investigaciones de Relaciones Internacionales y Desarrollo, CIDOB, "Bongo estableció de hecho una autocracia de contornos benévolos, por comparación con otros regímenes de la región esencialmente represivos". Así, su estabilidad interna se debe, sobre todo, a una hábil estrategia de alianzas con los opositores, a los que no duda en colocar en puestos importantes dentro de su Gobierno, y manteniendo a los grupos de poder bajo control.

Esta mentalidad estratega la trasladó también a su forma de hacer política internacional. Por un lado, Bongo, una de las figuras más destacadas de la 'Françafrique', tiende la mano a Francia, con la que vive un largo "romance", entendiéndose a todos los niveles. Uno de ellos es el económico. El mandatario instaura lo que CIDOB llama "liberalismo planificado", dando cancha a las inversiones extranjeras, pero sin olvidarse de su patria "madrina", algunas de cuyas empresas, por ejemplo la petrolera Elf, siempre gozaron de un trato preferencial. Sin embargo, no se olvida de otras potencias económicas del momento, como la Unión Soviética, ni del mundo árabe, su aliado natural a través del Islam, religión de gran influencia en África. De hecho, como gesto al mundo musulmán, en 1973 anuncia su conversión a esta fé.

En plena crisis económica en los años noventa, la antigua metrópoli le insta a cambiar las reglas y a escenificar una apertura a la democracia, como se imponía en la comunidad internacional tras la guerra fría. Así, según CIDOB, "el gabonés fue uno de los primeros regímenes del continente en hacer profesión de fe democrática" autorizando el multipartidismo, gesto "no exento de teatralidad y moderadamente exigido por Francia". Así, el mandatario fallecido fue votado como presidente en tres elecciones presidenciales supuestamente democráticas, pero que no se han librado de la sombra del fraude. A partir de ahí se reafirma tanto dentro como fuera de su país, donde se labra una importante reputación como mediador en conflictos, como los de Chad, Angola, la República Centroafricana y, en especial, Congo-Brazzaville.

Algunos analistas opinan que Bongo no podría haber hecho nada de esto sin "el manto protector de París" — que llegó a enviar tropas a Libreville, la capital, para sofocar un intento de insurrección tras el asesinato en extrañas circunstancias de un opositor—. Pero en el año 2007 la relación de amor comienza a marchitarse cuando es declarado culpable de corrupción por las autoridades francesas y es obligado a compensar al hijo de un ciudadano francés, René Cardona, encarcelado en Gabón en 1996. Por si fuera poco, los medios de comunicación franceses dieron a conocer hace pocos meses su importante patrimonio inmobiliario, mientras que, basándose en una denuncia de Transparencia Internacional, la justicia investigaba sus bienes privados de lujo en Francia, supuestamente financiados con dinero público.

A pesar de esto, las relaciones entre las autoridades francesas y Bongo nunca llegaron a deteriorarse del todo. El propio Sarkozy ha lamentado la muerte de un "gran y fiel amigo de Francia", evidenciando esa dicotomía entre la admiración y la ternura —suscitada probablemente por su pequeña estatura y su aspecto bonachón— que despertaba internacionalmente, a pesar de ser considerado por algunos como el "Fidel de África".