Caídos por España

La vida militar no permite una gran expansión del alma. Everett Hitch (Viggo Mortensen), ayudante del sheriff en 'Appaloosa'

Esteban Cobo (EFE)

Una exhibición, por tierra, mar y aire, para la que el Estado tiene suficiente presupuesto.

El momento culminante de la celebración del Día de las Fuerzas Armadas es el homenaje a la bandera y a los caídos. Tuvo lugar ayer domingo, y fue presidido por el Rey de España y retransmitido en directo por la televisión pública. Este año el acto ha coincidido con la imputación del Tribunal Supremo a un juez que intenta devolver los restos de las víctimas del franquismo, que aún permanecen enterrados en cunetas, a sus familias. También caídos, qué duda cabe, pero de segunda, sin derecho a día, ataúd o historia (verdadera). No hay dinero para desenterrar a un maestro asesinado en Talavera de la Reina, ni ganas de saber cómo mataron a un poeta granadino, pero sí hay ganas y dinero para renovar la cuadra de vehículos militares blindados: 321 millones de euros invertidos en 395 vehículos de escuadra y 180 de pelotón.

El Ejército paseó sus atributos por las playas de Santander. Destinar parte de los recursos militares españoles, tanto económicos como humanos, a localizar y exhumar cadáveres de la pasada dictadura sería un canto a la reconciliación y a la justicia. Darle una utilidad civil a la inversión militar. Pero resulta mucho más vistoso y menos comprometido montar una exhibición de armamento bélico. Compren sus nuevos y resplandecientes blindados, no digo que no, pero dejen algo de calderilla para honrar a las víctimas de su ancestral furor militarista. Caídos, a fin de cuentas.

Además, en estos días hemos podido comprobar que ya no es necesario utilizar sofisticado armamento para defender lo que uno cree suyo. Un hombre ha muerto apedreado en Málaga por haber intentado robar en unos juegos recreativos. Cómo en la Alabama de mediados del siglo XX o el Irán de ayer por la tarde, donde los linchamientos formaban y forman parte de la justicia popular. Igual, pero en la España del 2009.

Y hablando de bestias... Ayer no vi desfilar a la cabra de la legión. ¿Una medida preventiva? No están los tiempos como para intimar con animales de granja. Si la chiva legionaria y los bacilos de la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares hubiesen coincidido en camerinos, la mutación resultante podía haber resultado terrible. ¡El virus de la fiebre cabruna!

La retransmisión de TVE ofreció pocas novedades. El mismo espectáculo decadente, opresivo, agresivo y decrépito de siempre, pero junto al mar. Quedaría mucho más vistoso y realista en blanco y negro, qué duda cabe. Y narrado con la voz del NODO. La mañana del sábado, en directo y por La 1, los tres Ejércitos españoles realizaron un simulacro de rescate aeronaval de rehenes en la playa del Sardinero, en Santander. "Espero que hayan disfrutado ustedes tanto como hemos disfrutado nosotros de esta operación aeronaval", dijo el presentador, citando a los telespectadores para la mañana del domingo, día de las Fuerzas Armadas. Pero el domingo, queridos lectores, tuvo lugar el gran premio de Mugello de motociclismo. Las motos, a La 1, y los uniformes, el Rey, los fusiles, las banderas, los tricornios y demás zarandajas... a La 2. Avanzamos. Lentamente, pero avanzamos.

Un motivo para no ver la televisión

Perturbaciones (Antología del relato fantástico español).
Autor: varios.
Editorial: Salto de página.

Hace mucho, muchísimo tiempo, la realidad se nos quedó pequeña. Por eso lo fantástico pasó a formar parte de nuestro día a día. Fantasías cotidianas que nos sacuden con sus pesadillas, sus alteraciones metafísicas, sus saltos en el tiempo, sus seres inexplicables y sus preguntas sin respuestas. "La literatura fantástica cuestiona los límites de nuestro paradigma de la realidad", escribe el malagueño Juan Jacinto Muñoz Rengel en el prólogo del libro.

El relato fantástico no es una novedad en nuestra literatura. Bécquer, Clarín, Pérez Galdós, Unamuno, Baroja o Valle-Inclán escribieron cuentos que podemos encuadrar en este género. Por eso cuando abrimos este volumen debemos hablar de una última generación, con autores del prestigio de José María Merino, Cristina Fernández Cubas, Pilar Pedraza, Cristina Peri Rossi, Oscar Esquivias e Ignacio Martínez de Pisón. Y otros muchos, hasta casi llegar a los treinta.

Grandes nombres y excelentes relatos. Porque la clave de una buena recopilación no reside tanto en el brillo de los nombres como en la calidad de los textos. Una recopilación impecable que permite, al revés que la vida militar, una gran expansión del alma. Imprescindible.

• El relato 'Venco a la molinera', del gaditano Félix J. Palma, incluido en 'Perturbaciones'.