Una prueba nuclear, algo propio del siglo XX… Pero en Corea del Norte se detuvo el tiempo con la Guerra Fría y la historia tartamudea. La segunda prueba nuclear subterránea anunciada esta mañana en Pyongyang, que ha cogido al resto del mundo por sorpresa, no es más que la repetición de un chantaje diplomático por parte de un poder totalitario desesperado.
Manifestaciones contra Corea del Norte en Seúl.
Corea del Norte es el último ejemplo de dictadura estalinista del mundo, al lado de la cual Cuba parece una ciudad de vacaciones y China un bastión ultraliberal. Estalinista-delirante, cabría decir, puesto que se trata del único país del mundo en que el jefe de Estado conserva sus funciones incluso después de muerto: Kim Il Sung murió en 1994 y pese a ello no ha sido nunca sustituido como jefe de Estado. Prueba de ello es que su hijo Kim Jong Il no es más que el 'estimado dirigente'. Hasta el nombramiento de Raúl Castro en el lugar que ocupaba Fidel, la República 'democrática y popular' era la única dinastía comunista del mundo.
Hace ya más de 15 años que existe la cuestión nuclear con Corea del Norte. Hubo un primer acuerdo que parecía haber solucionado el problema con la construcción de un reactor por parte de la comunidad internacional a cambio de detener el programa militar, aunque esta construcción se vino abajo y, desde 2002, las relaciones entre el país asiático y el resto del mundo alternan negociaciones y tensiones, provocaciones y acomodamientos.
Así pues, Kim Jong Il, el 'estimado dirigente', ha vuelto a recurrir a una prueba nuclear, aumentada para no quedarse corto con la prueba de un misil tierra-aire de corto alcance, en un momento muy preciso. En primer lugar, porque marca su pleno y total retorno a sus tareas, tras un eclipse de varios meses debido, al parecer, a un ataque cerebral. Y en un contexto internacional nuevo, porque pone a prueba a la nueva Administración americana y marca al mismo tiempo su hostilidad hacia el poder actual de Corea del Sur.
Como siempre ocurre con Kim Jong Il, no se trata de preparativos de guerra, aunque el riesgo de confrontación no se pueda excluir nunca con un régimen tentado permanentemente por la huida hacia adelante. Se trata más bien de un chantaje diplomático con el fin de arrebatar garantías de seguridad y ayuda económica para un régimen exangüe.
Con la Administración Bush se llegó a un acuerdo, a pesar de la hostilidad del presidente republicano, que había puesto a Corea del Norte en el centro del 'Eje del mal', pero fracasó desde que se tuvo que pasar a la fase de comprobación del desmantelamiento de las instalaciones nucleares norcoreanas. Ahora bien, la doctrina americana en esta materia sigue siendo la misma: 'trust and verify' (confiar pero comprobar), según dicen los negociadores, cansados tras años de falsas negociaciones.
Estados Unidos no es el único incómodo. A China, vecina y aliada de Corea del Norte, no le gusta mucho el carácter imprevisible de su turbulento compañero. La historia vincula a los dos países, dado que China pagó su precio de sangre por defender a Corea del Norte a principios de los años 50 (un millón de muertos, entre ellos el propio hijo de Mao) y sigue siendo su principal apoyo, sobre todo con el suministro de carburante. A pesar de ello, China quiere ante todo la estabilidad en Asia, para así poder asegurar su desarrollo económico.
Esta nueva tensión volverá a poner a trabajar a los diplomáticos. Aunque cada vez es más difícil cerrar acuerdos que se mantengan en el momento de pasar a la fase de aplicación. Dado que la opción militar no es muy posible con un Estado 'nuclearizado' (Irán observa de cerca la península coreana...), queda pues en manos de los negociadores entrar en faena, con un estrecho margen de maniobra.
Todos veían con ansiedad las armas nucleares paquistaníes cuando la inestabilidad se apoderaba del país, pero es en Pyongyang donde vive en estos momentos el Doctor Strange Love [personaje cinematográfico famoso por sus experimentos nucleares]…
* Este texto se ha publicado originalmente en el medio digital francés Rue89
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