Redacción Internacional.- Multitud de cineastas de todas las nacionalidades han situado sus historias en Manhattan pero ninguno ha retratado este distrito neoyorquino como Woody Allen, que con la película estrenada hace ahora 30 años le regaló una declaración de amor en toda regla.
El cineasta y músico estadounidense Woody Allen. EFE/Archivo
En 1979 Allen ya se había ganado un gran prestigio con películas como "Toma el dinero y corre" (1969), "Bananas" (1971) y, sobre todo, "Annie Hall" (1977), un filme con el que ganó dos de sus tres Óscar, como director y guionista.
Con ese bagaje, el neoyorquino decidió arriesgarse con una película bastante inusual ya que partió de su amor por Manhattan y por la música de George Gershwin, y además eligió rodarla en blanco y negro para darle un aire casi irreal.
"Siento verdadera pasión y una gran devoción hacia la ciudad de Nueva York y creo que en la película se le ve de la forma más hermosa que se ha visto nunca en el cine. Cuidamos mucho la fotografía y creo que es realmente impresionante", explicó el director.
Sin embargo, cuando acabó el rodaje, Allen estaba tan seguro de que la película no sería tan bien recibida por público y crítica como su anterior trabajo -"Annie Hall"- que incluso ofreció a la United Artists dirigir otro largo gratis si querían arrinconar "Manhattan".
Bien equivocado estaba el director. "Manhattan" se estrenó el 25 de abril de 1979 y recaudó 39,9 millones de dólares, un poco más que "Annie Hall" (38,2) y sólo por detrás de "Hannah y sus hermanas" (1986), que se convertiría en el mayor éxito de su carrera con una taquilla de 40 millones.
Y por el lado artístico, si bien no consiguió los premios de "Annie Hall", sí recibió un sinfín de candidaturas a los galardones más prestigiosos y consiguió, entre otros, dos Bafta británico -a la mejor película y guión- y un César francés al mejor filme extranjero.
Recibió críticas elogiosas como las del "New York Times", que calificó el filme de "extraordinariamente bueno y divertido" y resaltó que "Manhattan se mueve entre 'Interiores' y 'Annie Hall', siendo más crítico y compasivo que el primero y más ingenioso y agudo que el segundo".
En el mismo tono, la revista francesa "Cahiers du cinema" destacó que en "Manhattan" aparecen "planos de la ciudad en blanco y negro de una belleza espectacular", lo que hizo que, a partir de ese momento, "la isla sea vista a través de la mirada de Woody Allen".
Además, la revista, conocida por la dureza de sus criterios, incluyó a "Manhattan" como una de las "100 películas para una filmoteca ideal".
Todo ello para un filme que hizo de Manhattan un icono cinematográfico, con imágenes que han quedado en la retina de los espectadores como las más bellas estampas tomadas nunca de rincones como el puente de Brooklyn, Central Park, el MoMA o Gramercy Park.
Escenarios por donde se mueven los personajes protagonistas de una historia de amor, amistad, encuentros y desencuentros.
Isaac Davis (Woody Allen) es un escritor recién separado de Jill (Meryl Streep), que tiene una relación con una jovencita de 17 años, Tracy (Mariel Hemingway, que consiguió con este papel su única candidatura a los Óscar). Y en medio de todo conoce a Mary (Diane Keaton), que es la amante de su mejor amigo, Yale (Michael Murphy).
Toda una serie de relaciones cruzadas con personajes puro estilo Woody Allen, neuróticos, acelerados, divertidos e irónicos, que destilan realidad e irrealidad a partes iguales, algo muy característico de la obra del director neoyorquino.
La espectacular fotografía de Gordon Willis (impulsor del proyecto junto a Allen), que algunos calificaron de "aterciopelada", y la inolvidable interpretación de "Rhapsody in Blue" (de Gershwin) por parte de la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Zubin Mehta, redondearon un filme casi perfecto.
"Eterno", a decir de muchos, y "un extraordinario ejemplo de la fusión de entretenimiento y arte", según otros.
Y que todos recordamos por la imagen de Woody Allen y Diane Keaton sentados en un banco, ése que todos los turistas buscan al llegar a Nueva York, mientras ven anochecer frente al puente de Brooklyn.
Alicia García de Francisco
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