El plan de Brown para la crisis se guarda en una caja del S.XIX

Hoy es el día grande del ministro de Hacienda de Reino Unido. Los británicos, tan fieles a sus tradiciones, han convertido el día de la presentación de los presupuestos económicos casi en una fecha marcada en rojo en el calendario. Incluso le han dado un nombre, el 'Budget Day', y le han dotado de un protocolo propio que se repite año tras año. Éste no ha sido menos aunque, con la crisis, los presupuestos no traigan muy buenas noticias para los ciudadanos.

(REUTERS)

La estrella no son los presupuestos ni el ministro, sino la caja que contiene su discurso.

E 'Budget Day' empieza a las puertas del 11 de Downing Street. Decenas de fotógrafos se amontonan frente a la residencia oficial del ministro de Hacienda, o 'Chanceller', para cazar la instantánea. Pero, ¿qué despierta tanta curiosidad entre los periodistas gráficos? No es el traje de Alistair Darling (el actual titular de este Ministerio) ni el color de su corbata, sino lo que lleva en la mano: un maletín del siglo XIX que contiene el discurso con el que el ministro se encargará de convencer a los diputados de que apoyen sus presupuestos para el próximo año fiscal (de abril a marzo). Nada que ver con las montañas de papeles que hasta hace no mucho presentaba el ministro de Economía español ante los diputados del Congreso. Afortunadamente, Solbes se encargó de pasarse primero al CD y más tarde al pen drive.

El maletín en cuestión tiene nombre propio —The Gladstone Box— e historia. Cumple su función de manera casi ininterrumpida desde 1860 cuando empezó a utilizarla el entonces ministro de Hacienda, encargado de bautizarlo: William Eward Gladstone. Esta caja de madera, que está recubierta por piel roja y forrada de tela negra, casi podría ser considerada una de las joyas de la Corona británica, por la expectación que despierta. Después de la sesión fotográfica, el ministro convertido en estrella se dirige al Parlamento donde, a partir de las 12.30 (puntualidad británica), defiende sus propuestas presupuestarias.

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Stephen Hird (REUTERS)

Aunque un poco desgastada, es todo un símbolo.

Como la tarea es dura, el 'Chanceller' cuenta con un poco de ayuda y tiene permitido aclararse la voz durante su discurso con un traguito de alcohol; otra tradición que inició William E. Gladstone. Él apostó por el jerez con huevo batido (sí, jerez con huevo batido) pero otros optaron por el whisky o el gintonic. Gordon Brown, que fue ministro de Hacienda antes que 'premier', prefirió dejar de lado este privilegio —el consumo de alcohol no está permitido para otros diputados ni otros días del año— y se decantó por el agua mineral escocesa.

Podría decirse que el actual primer ministro británico es el más rebelde en esto de las costumbres y no sólo por no beber alcohol. En 1997 rompió la tradición y reemplazó la Gladston Box por un nuevo maletín, despertando las quejas de los británicos. Desde que William Gladstone empezara a utilizarla, tan sólo Brown y James Callaghan (que consideró que era demasiado pequeña) han prescindido de este símbolo. Para compensar, el líder laborista añadió una nueva formalidad al 'Budget Day': desde entonces, el ministro de Hacienda y su equipo desayunan juntos en el número 11 de Downing Street.

Amargo día de fiesta

Pero, por mucho que los británicos adoren sus tradiciones, la presentación de los presupuestos de este año tiene un punto amargo. En plena crisis económica, los papeles que contenía la caja roja no traían muy buenas noticias para los ciudadanos: según las previsiones que ha hecho públicas Alistair Darling, la economía británica se contraerá un 3,5% en 2009.

Las recetas del gobierno para hacer frente a estas cifras —las peores desde el fin de la Segunda Guerra Mundial— pasan por un aumento de impuestos de hasta un 50% para las rentas más altas, una subida de 2% en los impuestos del alcohol y el tabaco (medida que entra en vigor esta medianoche) y un mayor endeudamiento, lo que elevará el déficit público que este año rozará el 12%.

Ahora, los diputados británicos tendrán que discutir si apoyan o no los presupuestos durante, ni más ni menos, cuatro días. Eso también forma parte de la tradición.