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Los desastres de la guerra

Ruanda, una temporada de machetes

  • ¿Por qué los ruandeses cogieron los machetes de la siembra para asesinar a sus vecinos?
  • El corresponsal del diario 'Liberation' Jean Hatzfeld entrevistó a una decena de asesinos
Por GERVASIO SÁNCHEZ (SOITU.ES)
Actualizado 15-04-2009 09:24 CET

Podemos pensar que es necesaria una maquinaria militar moderna para cubrir un país de cadáveres. Intuir que los cañones y las balas son utensilios preferentes para repoblar de muerte pueblos enteros. Recordar que la poderosa industria nazi del horror fue capaz de asesinar a millones de judíos en un tiempo récord utilizando cámaras de gas y hornos crematorios.

Alfonso Armada

Cuerpos de tutsis masacrados en Ruanda, 1994.

¿Pero qué sentimos cuando descubrimos que el machete de la siembra es capaz de cortar la vida de 800.000 tutsis en apenas cien días, como ocurrió en Ruanda entre abril y julio de 1994? ¿Cómo nos encaramos a la sumisión asesina del vecino, incapaz de enfrentarse a la costumbre de matar, de participar en la matanza como si fuera una fiesta? ¿Es que existe el mal absoluto?

Jean Hatzfeld, corresponsal del diario 'Liberation', buscó respuestas y escribió una obra maestra titulada 'Una temporada de machetes' (Anagrama) a partir de las entrevistas que realizó con una decena de asesinos en la cárcel de Rilima (Ruanda).

Con una paciencia infinita consiguió que los asesinos hablasen de sus métodos de matanza y los turnos estrictos establecidos, de sus razones o sinrazones para participar en el genocidio tutsi.

Todo se hizo con el utensilio de labranza, de forma manual, al "ritmo de los cultivos de temporada". Elie, uno de los asesinos, explica: "Durante los primeros días aquellos de nosotros que tenían práctica en matar pollos, y sobre todo cabras, jugaban con ventaja. Pero después todos nos acostumbramos a la nueva actividad y aprendimos cómo recuperar el retraso que llevábamos. El trabajo nos guiaba los brazos".

Alphonse redunda en esta idea: "Nos dábamos prisa porque se estaba acabando la temporada de matanzas. Prometía ahorrarnos el trabajo de una cosecha, pero no el de dos. Sabíamos que en la siguiente temporada tendríamos que volver a empuñar los machetes para otros trabajos más tradicionales".

Los asesinos aseguran que no conocían el significado de la palabra genocidio. Jean Baptiste reconoce que se levantaba por la mañana con una sola idea: "Matarlos a todos". Y para ello no era necesario 'darle un nombre' a la matanza

Hatzfeld recuerda que en Alemania la meta del genocidio fue "purificar el ser y el pensamiento" mientras que en Ruanda fue "purificar la tierra". Pero ambos fueron iguales de eficaces. O quizá lo fue más el tutsi porque ni siquiera en 1942, en pleno apogeo del régimen nazi, se consiguió un récord de mortandad similar al de Ruanda.

Jean Baptiste, otro de los entrevistados, recuerda que al principio matar era una obligación. Pero pronto se acostumbraron. "Nos hicimos malos por naturaleza. Ya no necesitábamos que nos diesen ánimos o nos pusieran multas para matar; ni siquiera necesitábamos consignas o consejos".

El periodista relata que la mayoría de los asesinos no sufren pesadillas mientras sus víctimas se sienten agobiados durante las noches por sueños dolorosos, obsesivos, culpabilizadotes.

Igual que muchos nazis se negaron a aceptar que actuasen por un profundo antisemitismo, los asesinos ruandeses se resisten a admitir el antitutsismo que los movía en la cacería de sus vecinos. Adalbert busca la culpa en el lavado de cerebro: "El niño de pecho hutu iba envuelto en pañales de odio contra los tutsis antes de echarle una ojeada a este mundo".

(EFE)

Una mujer, junto a 5.000 calaveras de víctimas en Ruanda.

Los asesinos aseguran que no conocían el significado de la palabra genocidio. Jean Baptiste reconoce que se levantaba por la mañana con una sola idea: "Matarlos a todos". Y para ello no era necesario 'darle un nombre' a la matanza.

Fulgence no sabe el porqué de lo ocurrido. "Nadie pensó nunca antes en explicárnoslo como es debido. Y nadie lo hará en adelante. Lo único que harán será decirnos los años de cárcel que nos tocan".

Pio recuerda que nunca pensó en matar tutsis cuando existía armonía en el vecindario. Pero "cuando todo el mundo sacó el machete al mismo tiempo, yo hice lo mismo. Cuando te dan órdenes categóricas y te prometen beneficios duraderos te da igual la maldad a la hora de matar. Un genocidio le parece extraordinario al que llega después. Pero al que se dejó liar con las palabras sonoras de los intimidadores y las voces de alegría de los colegas le parece una actividad normal".

Hatzfeld admite que, al principio, los asesinos le inspiraban aborrecimiento y aversión. Con el paso del tiempo la curiosidad pudo más que la hostilidad. Para el periodista fue un misterio por qué accedieron a hablar con él, a contar su historia sangrienta aunque fuera a retazos. Quizá porque algunos ya no se reconocían en aquellos asesinos que mataban cantando. O porque les daba miedo haberse convertido en criminales sin escrúpulos. O quizá cuenten sus historias para demostrar que son hombres corrientes en los límites de la condición humana.

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de qué va...
Gervasio Sánchez

Coincidiendo con el bicentenario de "Los Desastres de la Guerra" (1810-1815) de Francisco de Goya, el autor reflexiona sobre las guerras y los desastres actuales y sobre las consecuencias que sufren las víctimas, la única verdad incuestionable de una guerra. Gervasio Sánchez, fotógrafo y reportero, ha desarrollado su trabajo en los lugares más conflictivos del mundo. Premio Ortega y Gasset de periodismo en 2008, colabora habitualmente en Heraldo de Aragón.

Comentarios destacados

Escalofriantes los límites de la condición humana. +

por Anónimo el 15/04/2009 a las 10:17

La película Hotel Rwanda es una buena manera de conocer este genocidio. +

por nestortazueco el 15/04/2009 a las 12:16
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