Hace apenas diez años, un abogado francés acompañaba de vez en cuando a sus clientes adinerados a Suiza, a orillas del lago Ginebra. Nicolas Sarkozy atravesaba su desierto político y entonces se había vuelto a colocar la toga de abogado. Otra vida en la que el presidente francés hallaba cuantiosas ventajas en el paraíso fiscal helvético. Algunos banqueros de Ginebra todavía se acuerdan de él.
La carrera hacia la abogacía de Nicolas Sarkozy sigue estando llena de incógnitas. Sin embargo, merece la pena volver atrás para darle un repaso y comprender las ideas del político. Tras un año de estudios de Ciencias Políticas y un DEA en la ciudad universitaria de Nanterre, en Île-de-France, en el departamento de Altos del Sena, fue estudiante en prácticas del bufete del decano del Colegio de Abogados, Guy Danet, y, tras cumplir la prestación de servicio militar en 1981, pasó a ser colaborador.
Cécilia y Nicolas Sarkozy –actualmente divorciados– en el Roland Garros el 5 de junio de 1998.
Jacques Copper-Royer, socio del bufete de Danet, se acuerda perfectamente de este joven de inteligencia brillante, voluntarioso, 'buen jurista' y, ante todo, muy ambicioso:
Lo que movía a Nicolas Sarkozy era, desde el principio, hacer carrera en política. Diría incluso que ambicionaba algo en concreto: convertirse en presidente de la República. Tenía, por tanto, un 'plan de carrera'. Ser abogado le permitía establecer relaciones en el mundo de los negocios.
Durante seis años, en la calle Georges-Berger, cerca del parque Monceau, Sarkozy aprende su oficio con talento. En el despacho de Danet, uno de los grandes juristas del momento, que asesoraba, entre clientes, a la revista 'Paris Match' y a sus corresponsales en Suiza. Derecho mercantil, contratos con los grandes grupos empresariales: Sarkozy abogado no es un civilista más, sino un abogado especialista en derecho societario. Cultiva su red de contactos, impulsado por su elección en 1983 a la alcaldía de Neuilly-sur-Seine, en el área metropolitana de París, donde empieza a codearse con la élite del 'show-business'.
Se labró toda una cartera de clientes, integrada también por 'beautiful people' como los que ya casi no quedan. En palabras de Jacques Copper-Royer:
Se trataba de contratos de 'sponsoring' para defender a grandes cantantes y deportistas. También de negociaciones para sociedades importantes. Nicolas forma parte de este mundillo muy deprisa. Eso se corresponde con una evolución profesional donde, cada vez más, se dedica a mediar en asuntos polémicos antes que a pleitear o defender. El abogado se convierte de esta forma en un intermediario que se dedica a evitar litigios.
En 1987, aprovechando la mudanza del bufete Danet, Nicolas Sarkozy monta su propio bufete con otros dos socios: Michel Leibovici y Arnaud Claude. Este último es especialista en Derecho inmobiliario. Sobre todo, recupera entre su clientela a la ciudad de Levallois-Perret, donde lleva todos los casos de expropiación.
Elegido diputado en 1988, Nicolas Sarkozy continúa su carrera como abogado y acompaña a sus clientes ricos a los paraísos fiscales más benevolentes. Es el caso de Henri Leconte. El jugador de tenis formaba parte del grupo de amigos de un fichaje reciente del partido político RPR (Unión por la República). Al igual que la mayoría de los deportistas profesionales, opta por marcharse as vivir a Suiza.
En Ginebra, a Leconte le va a salir mal la partida. Nicolas Sarkozy le pone en manos del gestor de patrimonios Jacques Heyer, quien va a estafar hasta el último céntimo a él y a unos cuantos más que le habían confiado sus fortunas. Si las pérdidas son difíciles de estimar, uno de sus allegados evoca la cifra de 23 millones de dólares desviados a productos financieros basura a Estados Unidos. Bakchich.info ha relatado el mecanismo de la estratagema.
A orillas del lago Ginebra, un allegado de Heyer recuerda a Sarkozy como un 'tipo simpático':
Venía a menudo: se trataba de visitas de índole profesional, como abogado. Era ante todo un amigo de Henri Leconte. Le acompañaba cuando iba a reunirse con Jacques Heyer.
En 1997, estalla el escándalo: Heyer Management, S.A. quiebra. Su director gerente lo achaca a "una gestión desleal cada vez más grave". El pájaro dejó sin blanca a numerosos clientes, muchos de ellos VIP. Algunos salieron bien del paso, como Johnny Halyday o Jean-Claude Killy; otros perdieron mucho, muchísimo dinero. Como contaba el diario francés 'Libération' durante la campaña presidencial de 2007, el asunto hizo polvo a Leconte, quien, por cierto, lo ha relatado en un libro:
Un desafortunado día, recibí la llamada de un abogado. Habló claro: "¡Henri, estás sin blanca!" El bueno del estafador no sólo había volado con mis millones, sino que me llevaba robando tan tranquilamente, como una hormiguita, desde hacía años.
Arruinado, Henri Leconte iba a tener al menos derecho a una vivienda social de Levallois-Perret gracias a los buenos cuidados del alcalde del RPR, Patrick Balkany, quien también frecuentó las oficinas de Jacques Heyer en Ginebra. Condenado en primera instancia a dos años de prisión, finalmente salió mejor parado con una remisión condicional de condena por parte del tribunal federal suizo. Desde entonces, el individuo vive bajo el sol de Saint-Tropez, donde juega al golf.
Tanto en los bufetes de abogados de Ginebra como en el Palacio de Justicia suizo, el discurso de Nicolas Sarkozy sobre los paraísos fiscales se considera, desde el punto de vista más condescendiente, moralizante, y, desde otro más crítico, francamente hipócrita. El 25 de marzo, en el Palacio del Elíseo, ante los diputados de la UMP (Unión por un Movimiento Popular), el presidente vocifera:
Quiero una lista de paraísos fiscales y los quiero sancionar.
Y, a continuación, lanza una amenaza:
No quiero que los bancos trabajen más con las Islas Caimán, Hong Kong o Macao. Renunciaría a mi título de copríncipe de Andorra (si no hay progresos en este sentido). Mónaco debe alinearse también: trataré el asunto con el príncipe Alberto. Incluso Suiza ha cedido.
En Ginebra, se jactan de este capricho. Como tantos abogados del mundo de los negocios, Nicolas Sarkozy nunca dudó en sacar partido de los huecos del sistema financiero. El asunto Heyer constituye un buen ejemplo de ello. Tras la Banca Financiera de Ginebra, donde se apoyaba la sociedad gestora de patrimonios, estaba una discreta sucursal de ésta en las Islas Caimán gestionada por los no menos discretos administradores suizos. Como indica un investigador que trabajó en el caso:
Las investigaciones nos han llevado hasta la cooperación con las Islas Caimán. Los banqueros suizos decían: 'De eso, no, no podemos deciros nada, puesto que concierne a las Islas Caimán'.
Las suizos jamás llegaron a identificar los flujos ni todos los beneficiarios de las cuentas gestionadas por Jacques Heyer. Las Islas Caimán guardan silencio. Y si bien el rumor ha circulado con frecuencia, nadie ha podido demostrar que Nicolas Sarkozy mantuviera también una cuenta abierta en Suiza en Heyer Management, S.A. Al igual que se sigue comentando entre su círculo de amigos 'cercanos a Charles Pascua' (peso pesado gaullista) en el barrio de negocios parisino de los Altos del Sena.
* Este artículo se ha publicado originalmente en el medio digital francés Rue89
(Traducción: Carola Paredes)
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