Mirad cómo deambula esta bestia extraña, no sin cierto garbo. No se trata de una obra de arte sino de un auxiliar militar: un robot, bautizado 'BigDogs' (perros grandes), que el Ejército norteamericano ha decidido probar en Afganistán.
Concebido por la empresa Boston Dynamics, "consagrada a la ciencia y el arte de cómo se mueven las cosas", es un autómata que funciona con gasolina. Si bien es cierto que emite un ruido parecido al de un cortacésped, toda comparación se queda ahí: se trata de un robot armado hasta los dientes de componentes informáticos y de receptores que se pone montículos y huecos por montera sin dar un traspié.
Según Boston Dynamics, en afirmaciones recogidas en el sitio web de FoxNews, puede andar a más de seis kilómetros por hora o desplazarse más despacio para escalar pendientes de 35 grados, tumbarse o vigilar a su alrededor. También puede cargar "140 kilos de equipamiento". Armas incluidas, imagino. Un soldado ideal: no hay que darle de comer, ni contar con su tiempo de descanso. Y, el día que mate, lo hará a sangre fría.
Ha sido la guerra de Irak, librada en un escenario ampliamente urbano, la que ha reavivado el interés por los robots. En cuidad, los militares necesitan mil ojos para detectar cualquier peligro.
Un día acudí a la presentación de estos robots militares, los 'SWORDS' (sistema de observación, detección y reconocimiento de armas especiales, en sus siglas en inglés). La jornada tuvo lugar en 2005, en la base militar de Nueva Jersey: la máquina que se nos mostró, ya entonces, era impresionante. Pero en tan sólo cuatro años los progresos han sido enormes.
Desde la perspectiva actual, el artilugio sobre ruedas de oruga que había visto se parecía a una de las máquinas de las aventuras de Jo, Zette y Jocko; los BigDogs, en cambio, son equiparables a los cuadrúpedos imperiales de la Guerra de las Galaxias.
Los militares e ingenieros que presentaron en su día los 'SWORDS' eran tajantes: estas máquinas jamás podrían disparar contra el enemigo por sí mismas. Bob Quinn, director de robótica militar en Foster-Miller, el fabricante, me tranquilizó con estas palabras:
En lugar de portar su arma sobre el hombro, el soldado la manipula 500 metros más atrás, eso es todo. No sufre la tensión del silbido de las balas en torno a su cabeza.
La aparición de estos robots, según numerosos expertos, presagia, por tanto, una revolución imparable en el "arte" de la guerra que supondrá un antes y un después como el de la invención de la pólvora.
Existe una frontera tenue entre una simple orden por control remoto dada a un robot ("Dispara en tal dirección") y una orden más compleja ("Entra en ese edificio y mata a todo cuanto se mueva que mida más de 1,30 metros").
Si la tentación de fabricar robots autónomos es tan fuerte, tal como me indicó con lucidez John Pike, director de globalsecurity.org, es porque permitirán resolver por fin el principal quebradero de cabeza de las guerras: el hecho de que los soldados llevan fatal disparar a otros seres humanos.
A diferencia de cómo nos lo pintan en las películas, no disparan sus armas con tanta frecuencia, y cuando lo hacen, muchas veces tiran sin apuntar verdaderamente al enemigo. Su instinto natural les conduce a no hacer sufrir ni matar. Una buena parte de la formación que reciben los soldados consiste en extinguir su conducta condicionada para hacer que sean capaces de matar. Pero eso es muy difícil. Los robots, por su parte, actuarán sin piedad, sin remordimiento.
Aunque tal vez no esté candente hoy, la cuestión de dotar a los robots de autonomía terminará por plantearse. Y, con ella, la de cómo programarlos poniendo 'límites morales' a sus propias decisiones. Al principio los robots tendrán una ética rudimentaria: no obedecer más que órdenes humanas, no disparar a no ser que reúnan tales condiciones, etc. Pero llegará el día en que el robot pueda cuestionarse sus propias decisiones: "Si actúo así, ¿hago mal?".
Artículo originalmente publicado en el medio digital francés Rue89.
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Y digo yo ¿no hubise sido mal práctico clonar los pocos asnos o burros que hay? +
Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
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