El resurgir del hombre-anuncio de la Gran Depresión

Otro parecido más. ¿Y cuántos van ya? Cada vez son más las similitudes entre la crisis actual y el crack del 29. La foto de desempleados con su vida laboral a cuestas deambulando por las calles de las principales ciudades estadounidenses vuelve a repetirse. Y no sólo en EEUU. La escena que la Gran Depresión dejó en el imaginario colectivo ha cruzado el charco y ya empieza a verse en Europa.

Del blanco y negro al color.

Desesperado por encontrar trabajo, Joshua Persky —en la foto de la derecha— decidió literalmente colgarse su curriculum del cuello y lanzarse a las calles. Fue en el mes de julio, cuando ya llevaba seis meses como parado. El desempleo aumentaba en EEUU, donde la tasa de paro ya supera el 8,1%, su mayor índice desde 1983, y la competencia era cada vez mayor. Había que tomar una decisión drástica, pensó. Y eligió Manhattan para su aventura porque, según declaró el ex banquero al USA Today, "es donde está el dinero. Siempre hay gente paseando a la hora de comer".

Su historia no es nueva, más bien se repite. Por el Nueva York de los años treinta, con un 25% de desempleo en todo el país, era más que común ver hombres-anuncio (de sí mismos) que como Persky deambulaban por las calles con el resumen de su vida laboral bien visible. La necesidad de encontrar trabajo les hizo perder la vergüenza entonces y también ha hecho que muchos la estén perdido ahora.

Paul Nawrocki

Nawrocki es uno más.

"Casi vagabundo. Busco empleo", dice el cartel que cuelga del pecho de Paul Nawrocki. Después de ocho meses de paro, este hombre de 59 años adoptó este look para tomar el centro de Nueva York. "Mis prestaciones de desempleo se iban a terminar en menos de un mes. Tenía miedo, no sabía qué hacer", declaró en una entrevista a msnbc.com. Fue entonces, en el mes de noviembre, cuando se dijo: "Voy a convertirme en un hombre anuncio y venderme por toda la ciudad".

Igual que los parados de la Gran Depresión, camina por las calles neoyorkinas vestido con traje y corbata. La gente lo reconoce y Nawrocki, con bigote y gafas, se está convirtiendo en un símbolo de la actual crisis como otros lo fueron de la del 29. No hay medio que no haya recogido su historia. Al fin y al cabo él fue el hombre ignorado durante la cumbre de Washington.

"La gente me mira y se asusta. No de mí, pero se ve en sus ojos. Piensa, ¿podría llegar yo a esto? ¿Puede pasarme algún día a mí?", cuenta el ex empresario que fue despedido en febrero de la compañía juguetera donde trabajaba y cuyo sueldo era "de casi seis cifras".

Métodos de otro tiempo en la era 2.0

Nawrocki tiene su propia página web con sus referencias laborales y sus datos de contacto disponibles. Pero no es el único. Al ver que su marido Mike no conseguía encontrar trabajo, Robin Stearns, de 28 años, decidió crear myhusbandneedsajob.com. "Después de casi diez meses de ver a mi maravilloso esposo trabajar incansablemente para encontrar un trabajo, he decidido hacerme cargo del asunto y ayudarle a destacar en un mar de desempleados", explica la mujer.

El recurso utilizado por Robin no es sólo la web, también las imágenes que ilustran la página. Los Stearns ejercen de hombres-anuncio en cada uno de sus rincones. Y lo hacen utilizando carteles de grandes dimensiones donde se leen lemas como "necesito trabajo" o "contrata a mi marido". Y es que, en la era de internet, del Facebook, del Twitter y demás redes sociales, en el momento en que proliferan las webs de búsqueda de empleo, con sólo una página o dejando tu curriculum en un sitio web parece que no basta.

"No se puede encontrar, en verdad, empleo usando monster.com. Hay cientos de personas solicitando el mismo trabajo. Tenía que probar algo diferente". Con estas palabras explicaba Aleskei Feliz al The Tampa Tribune el porqué de su iniciativa. Este hombre de 43 años optó por este método tan poco convencional para marcar la diferencia con el resto de parados. Con un enorme cartel de cartón donde se lee "buen trabajador en equipo, buena ética de trabajo, bilingüe" se pasea desde febrero por Tampa (Florida) para buscar una solución al problema que el cierre de su empresa le ocasionó.

Al otro lado del Atlántico

Pero la imagen desesperada de la Gran Depresión ya no es sólo cosa de EEUU, también de Europa. Después de cinco meses en paro, un día Jason Fruen se vio al borde de la cuarentena y sin trabajo. Entonces pensó que la solución era buscar un modo llamativo para ofrecer sus servicios. "Hay puestos de trabajo, el problema es que hay demasiada gente", declaró en una entrevista al dailymail.co.uk.

Motivo de inspiración.

Jason se convirtió en un verdadero hombre-sandwich pero no a imitación de los de la década de los treinta, o al menos no de los de la Gran Depresión. "La gente me ha dicho que lo que estoy haciendo se remonta a 1930 pero yo no era consciente", explicaba en la misma entrevista. Y es que él se inspiró en los hombres anuncio que pasean por las ciudades y que como tal nacieron a finales de 1830 en Inglaterra después de que un decreto de la Policía metropolitana londinense prohibiese fijar cartelería en propiedades privadas.

La táctica de este ingeniero mecánico de profesión surtió efecto. Cada día acudía durante cuatro horas a 'exhibirse' encima de un puente de Manchester hasta que un día le llamaron de una empresa en Trafford Park. "Me dijo que no tenían un puesto vacante pero que cualquier persona dispuesta a hacer lo que yo estaba haciendo se merecía una oportunidad", explica. Algo parecido le pasó a Darren Arm, al que le ofrecieron un trabajo como jornalero después de poner en marcha esta práctica en Nottingham, también en Reino Unido.

Ahora queda por ver si se extenderá esta práctica en España, donde el paro roza las 3.500.000 personas. Jason está seguro de que se va "a ver a muchas más personas que adoptan esta forma de buscar trabajo", pero en nuestro país de momento los hombres-sandwich que se ven por la calle se dedican a vender oro. Especialmente los que se ven en el centro de Madrid. Mientras, lo que sí que hemos visto es cómo algunos desempleados han conseguido encontrar trabajo después de contar su historia en los medios de comunicación.