Madrid.- Construida por deseo del Rey Alfonso XIII, mimada por Primo de Rivera y por la República, campo de batalla durante la Guerra Civil y escenario de revueltas estudiantiles contra la dictadura del general Franco, la Ciudad Universitaria de Madrid, una empresa nacional desde sus orígenes, cumple ahora ochenta años.
Imagen de archivo (1936). Vista general de la Universidad Complutense de Madrid. Construida por deseo del Rey Alfonso XIII, mimada por Primo de Rivera y por la República, campo de batalla durante la Guerra Civil y escenario de revueltas estudiantiles contra la dictadura del general Franco, la Ciudad Universitaria de Madrid, una empresa nacional desde sus orígenes, cumple ahora ochenta años.
Una efeméride que Miguel Fernández de Sevilla, profesor de Medicina Legal en la Facultad de Medicina de la Complutense, además de docente en la UNED, ha querido aprovechar para contar en un libro la historia de este lugar dedicado desde hace ocho décadas a la docencia, la investigación y la formación.
Un espacio universitario todavía hoy "único" pero con "un cierto grado de saturación de edificaciones", según escribe en el prólogo del libro Carlos Berzosa, rector de la Universidad Complutense, principal inquilino de sus más de trescientas cincuenta hectáreas de superficie.
Fue Alfonso XIII, convencido de la necesidad de modernizar una España con una aterradora tasa de analfabetismo y una sanidad penosa, quien alumbró el proyecto de construir en Madrid una ciudad universitaria que agrupara a todas las facultades hasta entonces desperdigadas y ubicadas en viejos e insalubres edificios de la Villa y Corte.
En la mente del Rey se dibuja así un proyecto arquitectónico revolucionario para su tiempo, inspirado en los campus estadounidenses y en los europeos más modernos, que atendiera a las necesidades "del cuerpo y el espíritu", destaca el autor del libro en una entrevista con EFE.
AULAS MODERNAS Y LUZ A RAUDALES
Un lugar en el que se levantarían modernos edificios, con luz natural a raudales, rodeados por campos para la practica de deportes, espacios abiertos y abundante arbolado.
Los nuevos edificios estarían dotados de modernas aulas, amuebladas con el mismo criterio, y con otras instalaciones -hasta un comedor autoservicio para alumnos y profesores, los primeros de España- que hicieran más cómoda y agradable la vida universitaria.
El 17 de mayo de 1927, coincidiendo con el XXV aniversario del Reinado de Alfonso XIII y con pleno apoyo del Gobierno presidido por el general Primo de Rivera, un real decreto creaba la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid, que durante décadas, hasta su liquidación en tiempos de Franco, se encargaría de promover, realizar y concluir el sueño del monarca.
El trabajo de esta Junta debía encaminarse "no solo a planear edificios", sino a lograr que la Ciudad Universitaria fuera "una institución modelo que sirva para regenerar y perfeccionar la educación superior y donde el estudiante viva en su ambiente y encuentre cuanto necesita para su bienestar espiritual y físico", en palabras del propio Rey.
La nueva Ciudad Universitaria, con fuerte vocación hispanoamericana desde sus orígenes, se construiría al oeste de Madrid en unos terrenos del lugar conocido ya entonces como la Moncloa, próximos al río Manzanares, propiedad de la Corona, que los donó, y del Estado.
El dinero para poner en marcha tan importante y novedoso proyecto arquitectónico y educativo saldría del bolsillo del Rey, de las arcas del Estado y de aportaciones privadas e institucionales, además de sorteos extraordinarios de lotería.
Entre otras iniciativas para recaudar fondos, narra el libro, el Gobierno de Primo de Rivero promovió una suscripción pública de 25 céntimos por persona para costear 100 camas del Hospital Clínico, uno de los primeros edificios cuya construcción fue abordada, junto a las Facultades de Medicina y Filosofía y Letras.
Dos millones de pesetas más, recaudados mediante suscripción popular a iniciativa de varios bancos para conmemorar las bodas de plata del Rey, fueron donados por Alfonso XIII para costear el inicio de las obras.
SOBRIEDAD Y RACIONALIDAD
Tras la caída de la Monarquía y el exilio del Rey, el proyecto es asumido por la República, que imprime mayor sobriedad y racionalidad a los edificios proyectados y que trabaja en un profundo cambio del modelo educativo marcado en los años sucesivos por los ideales de la Institución Libre de Enseñanza.
La Guerra Civil convertirá los descampados de la todavía incipiente Ciudad Universitaria en campo de batalla. Allí perdieron la vida miles de combatientes de los dos bandos.
El 40% de los edificios levantados hasta el momento son destruidos. "Los libros -escribe el decano de La Complutense- se usaban a modo de parapeto y servían para protegerse de las balas".
Los vencedores de la contienda fratricida retoman en 1941 la reconstrucción de lo destruido por las bombas, después de que el "Generalísimo" decretase que el proyecto tenía carácter "nacional y prioritario".
"El contenido y filosofía de las enseñanzas cambian radicalmente, pero el continente sigue en las coordenadas de 1927, incluso en la financiación y órganos de gobierno de la Junta de la Ciudad Universitaria", recuerda Miguel Fernández de Sevilla.
Son años difíciles y de escaseces para una España de postguerra, pero las obras avanzan a buen ritmo y las inauguraciones de edificios se suceden año tras año, siempre acompañadas de la preceptiva misa de campaña.
Es en la década de los 50 cuando la Ciudad Universitaria se convierte en escenario de las primeras protestas contra el dictador, la disculpa que necesitaba el Régimen para imprimir un cambio de rumbo al proyecto educativo y arquitectónico.
INSCRIPCIONES FRANQUISTAS
Se proyecta por entonces erigir en La Moncloa, a la entrada del recinto universitario, un Arco de Triunfo que todavía hoy, 33 años después de la muerte del dictador, exhibe esculpida en piedra y escrita en latín una dedicatoria a "las armas aquí vencedoras".
Otra de las inscripciones que el profesor Fernández Sevilla opina debería borrarse se refiere al "templo de los estudios de Madrid fundado por la magnificencia regia y restaurado por el Caudillo de los españoles". "De la República -añade- ni rastro".
El proyecto inicial contemplaba la instalación bajo el arco de una estatua ecuestre del Caudillo, que finalmente, por expreso deseo del dictador, acabó frente a los Nuevos Ministerios. Aquí estuvo hasta 2005, año en que fue retirada.
En la Ciudad Universitaria se vivieron con intensidad los años previos a la muerte de Franco y la transición a un nuevo régimen de libertades. Durante ese tiempo la Universitaria adquiere su actual fisonomía.
Miguel Fernández de Sevilla lamenta en su libro que se siga construyendo, y que la Universitaria se haya convertido en un enorme párking. "Debería restringirse -dice- el tráfico dentro del recinto".
Además de rendir un "merecido" homenaje a personalidades de la talla de Javier Zubiri, María Zambrano o Julián Besteiro, que pisaron sus aulas, el profesor Fernández de Sevilla insiste en poner punto final al proyecto arquitectónico de la Universitaria con el encargo, "a cualquiera de los arquitectos españoles de fama internacional", de un edificio singular "que podría acoger un museo".
Pero, sobre todo, recalca la necesidad de cuidar tan rico patrimonio artístico y cultural acumulado durante estas ocho décadas. "Para que no desaparezcan, por ejemplo, los bancos de piedra originales, de una sola pieza, que están en la calle. La gente se los lleva. Han volado en estos años más de cuarenta", concluye.
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