Acochinante

Ana Rosa Quintana ha cumplido los mil. Programas, no años. Todo se andará, pero de momento los avances de la cirugía especializada en el recauchutado y la reconstrucción del cuerpo humano no dan para tanto. Limitaciones científicas que no impiden que nuestra presentadora favorita, a base de zurcidos y chutes de botox, se encuentre en plena forma. Tanto como para pedir a los telespectadores que le envíen ideas para afrontar nuevos retos. El programa se le queda pequeño. Y como la escritura apenas le quita tiempo, pues quiere sumergirse en nuevos desafíos. Cualquier cosa menos acochinarse...

Acochinarse es una palabra maravillosa muy del gusto de taurinos y cazadores. Y de tertulianos conservadores. Según el Diccionario de la Real Academia, acochinar significa "en el juego de las damas, encerrar a una pieza de modo que no se pueda mover". Y también "matar a quien no puede huir o defenderse o a quien se sujeta para que no se escape ni defienda, como se hace para degollar a los cochinos". En términos tertulianos podríamos simplificar y hablar de "acobardarse", "atemorizarse" o "amedrentarse". Los padres de Marta, la niña cuyo cadáver aún se busca en aguas del Guadalquivir, no se acochinan ante cámaras y micrófonos, y ya se han convertido en habituales de los medios de comunicación. No seré yo quien les critique, ni Ana Rosa quién se acochine a la hora de utilizar su dolor.

"Se ha abierto el debate", anuncia muy ufana la vetusta presentadora, merecida portada del último número de El Jueves, refiriéndose a la posible inclusión de la cadena perpetua en nuestro código penal. Y es que a Ana Rosa con el populismo le pasa como con el Red Bull: le da alas. Entonces se crece. "Uno se pregunta cómo no se le había ocurrido a nadie antes", dice mientras emite las imágenes del joven que, maza en mano, ha destrozado la 'herriko taberna' del pueblo guipuzcoano de Lazkao. Es el momento de quitar el bozal a sus tertulianos...

Antonio Pérez Henares, la demagogia con piernas, abre su intervención utilizando el término que causa sensación y da sentido al programa: "Lo que no puede ser es que se acochinen... Este chico ha hecho muy bien. Tenía que haber más gente esperándoles en las tabernas para soltarles dos hostias. Que cuenten conmigo para esto…".

"¡Y conmigo!", levanta la mano una Ana Rosa que se apunta al heroísmo de salón. Dos cosas caracterizan el programa que presenta: sus inteligentes reflexiones y la solvencia de los tertulianos que la acompañan. Ayer no estaba entre ellos Alfonso Rojo, pero si una Cristina López Schlichting que insistió en el enfoque moderado que tantos éxitos depara a su empresa: "el chaval ha ido ahí y se ha puesto ciego. No sé cómo esta actitud no se ha producido más veces en el País Vasco... Será acochinamiento".

Acochinada se va a quedar la voz femenina de la COPE, más, cuando sus jefes escuchen que está a favor del ojo por ojo. Los obispos seguro que ponen el grito en el cielo, y le recuerdan que se trata de una costumbre infiel absolutamente opuesta a la doctrina de Jesucristo. Lo cristiano, no lo olviden, es acochinarse y poner la otra mejilla.

Un motivo para no ver la televisión.

Asante África.
Autor: Témoris Grecko.
Editorial: RBA / National Geographic.

Después de disfrutar durante años el boom de la literatura de viajes, las aguas han vuelto a su cauce. Se editan menos libros que hace una década... y seguramente mejores. Uno de los imprescindibles suele ser el ganador del premio que convocan anualmente RBA y National Geographic. El vencedor del año 2008, editado estos días, está firmado por un periodista viajero nacido en México: Témoris Grecko.

'Asante África' es, como indica el autor en la introducción, la visión de un latinoamericano del continente negro. De un latinoamericano avispado e inquieto que avanza sin dejar de mirar atrás: "En menos de veinticuatro horas sentí que una y otra vez me reclamaban las tierras a cada lado del Atlántico, por un lado África y por el otro, México...". Grecko es un escritor directo y sencillo que se preocupa, sobre todo, por la gente. El subtítulo define a la perfección el contenido del libro: "crónica de un encuentro con los pueblos de Sudáfrica, Suazilandia, Tanzania y Kenia".

Repleto de anécdotas jugosas, escrito con rigor periodístico, 'Asante África' se lee en un suspiro. Y después, puede colocarse sin complejos junto los títulos africanistas de Javier Reverte que reposan en nuestras estanterías.