Madrid.- El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco, concelebró esta tarde en la catedral de la Almudena, con más de veinte obispos, el funeral por el decano de la Facultad de Teología San Dámaso, Pablo Domínguez Prieto, fallecido el pasado domingo en un accidente de montaña en el Moncayo (Zaragoza).
El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco (en una imagen de archivo), concelebró esta tarde en la catedral de la Almudena, con más de veinte obispos, el funeral por el decano de la Facultad de Teología San Dámaso, Pablo Domínguez Prieto, fallecido el pasado domingo en un accidente de montaña en el Moncayo (Zaragoza).
El sacerdote diocesano Pablo Domínguez Prieto, madrileño de 42 años, fue encontrado sin vida el pasado lunes en el Moncayo por el grupo de rescate de la Guardia Civil, junto al cadáver de Sara de Jesús, médico-antropóloga y coordinadora del Instituto Newman de la Universidad Francisco de Vitoria, de los Legionarios de Cristo, en Pozuelo de Alarcón.
Según la información facilitada a Efe por el gabinete de prensa de esta universidad, Pablo Domínguez formaba parte de un grupo de montañeros de la Francisco de Vitoria, en el que también estaban Sara de Jesús y una hermana de ésta.
Las familias de Pablo Domínguez y de Sara de Jesús mantenían desde hace años una estrecha relación de amistad, según las mismas fuentes.
Demetrio Fernández, obispo de Tarazona (localidad cercana al Moncayo), explicó ayer en una carta en recuerdo del decano de la facultad San Dámaso, que éste había ido a predicar ejercicios espirituales a las monjas trapenses de Tulebras (Navarra), a diez kilómetros de Tarazona.
El obispo, que comió con Pablo Domínguez y con formadores y seminaristas el sábado pasado, último día de los ejercicios, narra que tras la sobremesa, Pablo, muy aficionado al montañismo, afirmó que no se iba a Madrid sin subir al Moncayo.
"Todos los amigos -dice Demetrio Fernández- conocen esta fuerte y noble afición de Pablo, que le ha costado la vida. Con un grupo de amigos, chicos y chicas, desde muy jóvenes, han coronado los picos más importantes de nuestra geografía y de otras latitudes. Es un deporte que honra a quienes lo practican".
Pablo, señala la carta, ofreció a sus amigos montañeros de Madrid la aventura de escalar el Moncayo, antes de volver a Madrid después de sus ejercicios espirituales a las monjas de Tulebras.
"Sara, una joven médico de la pandilla de montañeros fue la única que podía acoger la propuesta, y acudió en tren desde Madrid hasta Tudela en la mañana del domingo para acompañar a Pablo, como lo habían hecho tantas veces un grupo más numeroso de chicos y chicas".
Coronada la cima del Moncayo a las dos de la tarde del domingo, Pablo Domínguez y Sara de Jesús llamaron a sus familiares para comunicarles la noticia, e iniciaron el descenso en el que, según las investigaciones practicadas, perdieron el equilibrio a causa de la nieve y cayeron por un talud de 1.900 metros.
Durante el funeral de esta tarde, y en la homilía, el cardenal Rouco glosó la espiritualidad de Pablo Domínguez y su vocación de entrega cristiana "en el estudio y la enseñanza, en la dedicación a los jóvenes, en la atención espiritual, en la entrega generosa de sí".
Tras la misa, estaba previsto que Pablo Domínguez recibiera cristiana sepultura en la parroquia de la Concepción de Nuestra Señora de la calle de Goya, según una nota del Arzobispado de Madrid.
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