Brasil, el nuevo valiente que tiende una mano al conflicto colombiano

Para algunos, este fin de semana será especial. Lo será para Alan Jara y Sigifredo López, dos congresistas colombianos secuestrados por las FARC desde hace más de seis años. También para otros cuatro rehenes militares anónimos (por el momento), y sus familias. La operación para librarles de su cautiverio, liderada por un grupo de intelectuales, ya está en marcha. Brasil es el primer escenario de una operación que podría hacer virar el rumbo de las conversaciones para poner fin al conflicto colombiano, estancadas desde una época de revuelo mediático que culminó con el rescate de Ingrid Betancourt. El país suramericano tiende una mano a Colombia, un vecino marginado en la región y convulsionado por sus crisis internas. Será una mano amiga y fuerte, la de una potencia demostrando su liderazgo en la región. Pero también será una mano temblorosa: todos los países que han tratado de mediar entre el Gobierno y las FARC han salido escaldados.

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Lula y Uribe, dos extraños aliados.

Será por eso que Brasil es el actor de esta historia que menos cómodo se siente. A la llamada de la senadora del Partido Liberal, Piedad Córdoba, una de las impulsoras del diálogo, no pudieron resistirse. A las FARC y al Gobierno colombiano, muy reticentes a dialogar entre ellos, no les disgustó la idea de que Brasil participase en la misión en el papel de garante internacional y aportando apoyo logístico. De hecho, la participación de otro país era condición sine qua non para la guerrilla. El problema era encontrar al valiente que se atreviera a enfrentarse a esta gesta, a tenor de los resultados obtenidos por otros que lo intentaron no hace mucho.

Venezuela, Ecuador, Francia, e incluso la propia Cruz Roja Internacional, lo saben. El primero lideró las conversaciones que dieron lugar a la liberación de un grupo de secuestrados, entre ellos Clara Rojas, la compañera de Betancourt. Los éxitos se tornaron amargos cuando el diálogo con la guerrilla derivó en un conflicto diplomático entre Colombia y Venezuela, y en unas graves acusaciones basadas en la información que fue supuestamente encontrada en los ordenadores del número dos de las FARC, muerto en un ataque del ejército colombiano. Los intentos de Francia y Ecuador no obtuvieron mejores frutos y todos decidieron alejarse de Colombia y sus problemas, que aunque afecten a sus vecinos, no dejan de ser internos.

Ante este panorama, Brasil ha preferido adoptar una actitud más "cautelosa", incluso "reticente". Así lo asegura la experta en Brasil de la Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior (FRIDE), Susanne Gratius, que recuerda que el país hizo una intentona de mediación en 2003, pero que se retiró por donde había venido al ser rechazado como mediador por la propia guerrilla. "Los brasileños no quieren repetir el error de Hugo Chávez", señala Gratius, quien no duda en afirmar que el éste fue "traicionado por las FARC".

Precisamente esa traición y el cambio de discurso de Chávez, que comenzó a exhortar a la guerrilla para que abandonase las armas, retiraron a Venezuela de la lista de posibles mediadores. Así, Gratius señala que ahora "Brasil es un actor más aceptado por las FARC". Para ella, el hecho de que esta vez la guerrilla haya aceptado al país suramericano como observador internacional, demuestra que Brasil ha conseguido consolidarse como un actor "neutral".

Pero sobre todo, Brasil ha vuelto a entrar en escena por su papel como potencia regional. La experta de FRIDE tiene claro que el país que preside Lula da Silva, reúne todas las cualidades para ser el perfecto mediador. "Tiene una tradición democrática muy regular, conflictos con bajo perfil y con unas buenas relaciones bilaterales con Colombia", observa. Aunque precisamente por esto, sus pasos deberán ser más cautelosos. De acuerdo con la experta en Brasil, "su liderazgo en la zona es más visible mucha gente se alegraría si pasara eso", debido a los recelos que despierta Brasil entre sus rivales regionales. "Se van a cuidar mucho", observa, apelando a las propias palabras del asesor presidencial brasileño Marco Aurelio García que aseguró que "Brasil no iba a aceptar responsabilidades" de lo que ocurra este fin de semana.

La diplomacia silenciosa

Aunque "Brasil no quiere liderar nada" —Lula dixit— , no puede negarse el peso que ha ido ganando en los últimos años entre los países suramericanos, logrando lo que Gratius define como un "liderazgo cooperativo". "Poco a poco, con una política muy silenciosa, intenta mediar en conflictos, e incluso en política, exteriores", explica. Su papel de gran potencia se hizo más visible en la Cumbre de Río, en la que precisamente ayudó a rebajar las tensiones entre Colombia y Venezuela de las que hablábamos anteriormente. La figura del presidente es fundamental. "Lula tiene muy buena relación con todos los presidentes incluyendo Uribe, aunque sean de ideologías aparentemente opuestas", apunta la analista de FRIDE.

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Piedad Córdoba logró que Brasil se inmiscuyera.

En esta consolidación de liderazgo ha tenido mucho que ver la política exterior que mantuvo el presidente de Estados Unidos, George Bush, durante sus ocho años de mandato, que dejó de lado los asuntos del resto de países del continente, para poner sus ojos en Oriente Próximo. "Es evidente que Brasil ha llenado el vacío de poder de Estados Unidos", afirma Gratius, ya que, aunque sólo sea por tamaño, Brasil es la potencia "más importante". Sin embargo, el prestigio internacional de Brasil se debe también, en su opinión, el país ha desarrollado una política "más hábil" que la del vecino del Norte. Ambos tienen intereses económicos en los países de la región, pero su manera de acercarse ha ellos ha sido diferente.

Quizá por eso, Brasil ha decidido echar un cable al país del otro lado del Amazonas. Un país aislado, que no cuenta ni siquiera con el apoyo de su aliado natural —ideológicamente hablando—, que es Perú. "Su único aliado está en Estados Unidos y está a miles de Kilómetros", apunta la analista. Según ella, también ha podido influir el proyecto que comparten de formar un Consejo de Seguridad suramericano, al que Colombia se mostró reticente en un primer momento. De hecho, la ayuda prestada por Brasil es eminentemente militar. En pocas horas, partirán hacia la selva colombiana dos helicópteros con matricula y tripulación brasileña, a las órdenes de la Cruz Roja Internacional y un comité de intelectuales colombianos. Allí recogerán, además de a seis personas, recogerán las esperanzas de retomar un diálogo que ponga fin de una vez a la guerra en Colombia. Del éxito de esta misión dependerá la participación de Brasil en este proceso y su reafirmación como el líder del vecindario que muchos esperan ver antes de que Lula se vaya del poder.