Ciudadanía sale victoriosa, pero vigilada y un poco maltrecha

Educación para la Ciudadanía no es una materia adoctrinadora. Tras meses de fallos contradictorios en los Tribunales Superiores de Justicia Autonómicos, la sentencia que emitió el miércoles el Supremo cierra la puerta a las objeciones de conciencia. Sin embargo, esto no significa que la batalla en torno a la asignatura de la discordia haya terminado. Las asociaciones opositoras han prometido que seguirán dando guerra en los tribunales e interpondrán recursos de amparo ante el Constitucional.

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Los libros serán utilizados como arma en esta 'guerra'.

En espera de lo que diga la sentencia completa, fuentes judiciales han dado la clave de lo que parece que se convertirá en el clavo ardiendo al que se agarrarán los hasta ahora objetores: los libros de texto. La posibilidad que les quedará a los contrarios a la materia conforme los tribunales vayan devolviendo a sus hijos a las aulas será apelar al contenido de los manuales de la asignatura. Y es que el Supremo reconoce que los libros de algunas editoriales o las actuaciones de los profesores pueden correr el riesgo de conducir al temido 'adoctrinamiento' de los alumnos.

En este sentido, el presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco, ya mandó un mensaje a los padres objetores el pasado miércoles: deben estar vigilantes y estar al tanto de cualquier actuación que sobrepase los límites de la asignatura que pueda contravenir su derecho constitucional a educar a sus hijos en consonancia con sus principios morales. El próximo curso, en comunidades como la madrileña, comenzará a impartirse Educación para la Ciudadanía en primaria. Ésta podría ser la ocasión de emprender una nueva ofensiva en su contra, según Carlos Díez, pedagogo que ha impartido seminarios de formación para el profesorado de esta asignatura. "Es posible que se dediquen a mirar con lupa los libros que presenten las editoriales", dice.

Pero para los que piensan que Educación para la Ciudadanía supone una injerencia en la esfera moral privada, la solución que sugiere el Supremo no basta. José Ángel Ceballos es profesor de Ética profesional en la Universidad Pontificia Comillas y, junto con otros dos docentes del Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala, elaboró el informe 'La Educación para la Ciudadanía en los libros de texto' donde los autores analizaban los manuales de distintas editoriales. ¿La conclusión? "Se impone una perspectiva ética concreta en temas de clara orientación ideológica". Por ello, para Ceballos, arremeter contra los libros de texto no ofrece ninguna garantía a las familias. "El problema de la asignatura no son los libros, porque éstos se limitan a recoger los contenidos establecidos por el Ministerio", explica. "Es un tema difícilmente salvable, salvo que se modifique de raíz, se elimine o se haga optativa".

Desconfianza en el sistema

La nueva situación surgida a raíz del fin a las objeciones y la actitud de respuesta de los padres plantea una cuestión interesante: la confianza en el sistema educativo. Cabrera ya ha advertido de los peligros que puede entrañar poner en tela de juicio cada pequeño detalle de los manuales o de las metodologías docentes de los profesores: "Abriría la posibilidad de cuestionar todo, y es un tema complicado, no podemos volver al texto único o desconfiar de las clases", dijo. "Lo fundamental es que no se ponga en cuestión la confianza que tenemos, que deberíamos tener todos, en el sistema", añadió.

Para el filósofo José Antonio Marina, uno de los principales defensores de Educación para la Ciudadanía y autor del manual de estudio de la editorial SM, el efecto más nocivo que ha tenido la campaña contra la asignatura es precisamente el haber engendrado una actitud de temor y desconfianza en los padres. "El miedo que se ha metido en el cuerpo a los padres no tiene ninguna justificación", critica. "Se ha contribuido a aumentar la distancia entre la escuela y la familia, porque se ha presentado a ésta como una máquina adoctrinadora en manos del Estado y esa sombra de sospecha es muy grave", añade.

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Educación para la Ciudadanía corre el peligro de convertirse en una 'maría'.

La interpretación del balance que deja la guerra de Educación para la Ciudadanía es bastante pesimista para algunos sectores del sistema educativo. Aunque finalmente ha logrado salir victoriosa del envite de las familias, termina el combate algo maltrecha. "La propia dinámica de la escuela le está quitando fuerza a la asignatura", opina Díez. "Tengo la impresión de que está quedando como una 'maría' a la que no se le está dando la importancia que debería tener".

Todo el mundo parece haber puesto su granito de arena a la hora de erosionar Educación para la Ciudadanía: también los profesores de Filosofía ofrecieron una férrea oposición a su incorporación al currículum. "La asignatura ha quedado muy dañada entre unos y otros y prestigiar una materia que sólo se imparte una vez a la semana es muy difícil", indica Carlos Díez. En este sentido, ni siquiera el Gobierno queda libre de pecado: "Si quería defenderla verdaderamente, tendría que haberle concedido al menos dos horas".

Pero después de la que ha caído, hay quien todavía se muestra optimista sobre el futuro de Ciudadanía. Y eso que el PP ha prometido que la eliminará cuando llegue al poder. Díez, por ejemplo, piensa que la oposición de los objetores no ha tenido tanta repercusión como cabría esperar. Marina, por su parte, opina que poner en cuestión el contenido de los libros de texto, si se hace de forma constructiva, podría llegar a convertirse en un proceso enriquecedor y positivo. "Pretender tener una escuela que sea neutral en cuestiones como la paz y la justicia es una irresponsabilidad, en lugar de tratar de cargarnos la asignatura, podríamos colaborar y tratar de mejorarla".