Del bus cristiano al bus ateo: un tour espiritual por Madrid

No hay mejor caldo de cultivo para la charla desaforada que un autobús. Al menor descuido, hay bastantes probabilidades de caer en alguna conversación sobre el tiempo, el tráfico, la política, la crisis o cualquier otra cuestión peregrina. Se trata de la querencia por el debate inherente a todo medio de transporte que se precie. Si a la propia idiosincrasia 'autobusera' se le suma el hecho de que Dios es el último pasajero de moda, la cháchara y el coloquio se convierten en la quintaesencia de un viaje urbano.

(EFE)

El bus ateo.

O al menos hoy y en los autobuses que estrenaban el famoso y polémico cartel de la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores (AMAL): "Dios probablemente no exista, deje de preocuparse y disfrute de su vida". La guerra de las publicidades ha echado a andar en la capital. Esta misma mañana empezaban a circular estos vehículos en dos líneas de la Empresa Municipal de Transportes (EMT): la 3 (Puerta de Toledo-Plaza de San Amaro) y la 5 (Sol-Chamartín).

En el otro lado del ring, y con el mensaje opuesto, comenzaban también su periplo las publicidades cristianas. La réplica del grupo católico E-cristians se movía en forma de cita de Gandhi ("Cuando todos te abandonan, Dios permanece contigo") en dos autobuses de la línea 20 (Puerta del Sol-Pavones) y otro de la 147 (Callao-Barrio del Pilar). Por su parte, Alternativa Española ha optado por una máxima más directa: "Dios existe, confía en él", frase que podía leerse en un vehículo de la línea 5, donde contraprogramaba a los carteles de AMAL.

En el bus ateo

"Yo no pienso dejar de ir a misa, aunque sea en bus ateo", dice Teresa, una mujer que se ha montado en el 3. Su opinión sobre la batalla entre mensajes ateos y cristianos es compartida por la mitad de la 'tripulación': se trata de una "sandez" y una "chorrada". Para esta señora, la polémica ha sido más un producto de la agitación de los medios de comunicación que otra cosa. Aunque también opina que ha sido un error contestar a la campaña de los ateos. "Es una pataleta", comenta criticando que los cristianos se hayan puesto a la altura de un discurso que "no es el de ningún Sartre ni el de ningún Nietzsche".

María Sánchez

Los pasajeros de uno de los buses ateos.

Durante el trayecto, surgen participativas mesas redondas en torno al tema del día en esta línea. El conductor, caústico pero poco locuaz, reconoce que el cartel ateo puede soliviantar a más de un jubilado, público mayoritario de la línea 3. María del Carmen tiene varias recomendaciones para los promotores de la iniciativa: "Que lean el Génesis. Dios existe y está demostrado, no deberían negar la gracia de su padre, porque eso no lo ha hecho ningún pueblo de la tierra desde que el mundo es mundo".

A pesar del debate, lo cierto es que muchos de los pasajeros ni siquiera se han percatado de que viajaban en un autobús ateo. Por lo menos hasta que no han visto a los periodistas apostados a lo largo del recorrido de la línea para cazar alguna instantánea del coche. "Yo quiero grabarlo con la Almudena de fondo", comenta un cámara. Junto a otros compañeros, se ha pasado varias horas en la calle viendo pasar vehículos sin el anuncio. El esperado bus ateo se ha resistido a llegar.

"¿Te imaginas algo así en Francia?". "En absoluto", responde Samuel, periodista francés de Journal Europa, mientras trata de mantener el equilibro e interroga a una viajera. Quizás sea producto de la profunda asunción de laicidad que caracteriza al país galo, pero su veredicto como observador externo coincide con el de los usuarios: se ha hecho una montaña de un grano de arena que, además de grano de arena, es una tontería anecdótica. Pilar, que se declara atea convencida, coincide con este punto de vista. Para ella, se trata de un "gesto simbólico y folclórico" y cree sería más importante poner empeño en que las leyes protejan todas las opciones de conciencia y limiten el poder que tradicionalmente ha tenido la Iglesia católica en nuestro país.

En el bus católico

En la parada del 147, pasa el octavo autobús sin anuncio de la mañana. Ninguno de los conductores a los que se interroga sobre el paradero del vehículo parece tener ni la más remota idea de qué le estamos hablando. Si el bus ateo se resistía a aparecer, el cristiano es prácticamente una entelequia. Por fin se manifiesta. "En este país si no estamos permanentemente a la gresca, no estamos contentos", comenta un jubilado en la parada según lo ve llegar.

María Sánchez

El 147: un bus cristiano con cita de Gandhi.

Dentro, los juicios se repiten, en el mismo sentido que a bordo del 3. "Es tan ridículo que no sé qué opinar", dice Ángel. "Para mí es una publicidad como otra cualquiera, podría ser de McDonalds y me daría lo mismo", opina Víctor. "¿Por qué la gente tiene que decir si es atea o cristiana? A mí me da igual, es como si son rubios, morenos, de Badajoz o de Algeciras", apostilla María.

Vale, a los pasajeros los buses ateos y creyentes les parecen una chorrada como la copa de un pino. Sin embargo, la instalación de estos carteles ha provocado finalmente una controversia de cierto calado. Algunos ven en este tipo de iniciativas la manifestación de la fuerza de la opción atea. Otros, no han tardado en mostrar su molestia hacia la negación de la existencia de Dios en los medios de transporte. Por ejemplo, el cardenal de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio Rouco Varela, la calificó de "blasfemia" y "ofensa a los que creen". Le guste o no, los carteles estarán ahí durante todo un mes. Por lo menos. Y todo por los 4.000 euros que ha costado la publicidad.