A la 1:37 del 8 de enero, Mark Zuckerberg, el fundador y director ejecutivo de Facebook, de 24 años, escribió un mensaje en el blog de la compañía con información sobre un hito conseguido: el sitio web acababa de añadir a su miembro 150 millones. Facebook tiene ya usuarios en cada continente, de los cuales la mitad lo visitan al menos una vez al día. "Si Facebook fuera un país, sería el octavo más poblado del mundo, por delante de Japón, Rusia y Nigeria", escribía Zuckerberg. Esta República de la Gente tendría también un terrible problema de crecimiento de población. Como la mayoría de las redes de comunicación, Facebook obedece a las clásicas leyes de las redes sociales: mejora (es más útil, más entretenido) cuanta más gente se une, lo que provoca que crezca aún más rápido. El pasado agosto Facebook conseguía los 100 millones de usuarios. Desde entonces, cada día se registran una media de 374.000 personas. A este paso, dentro de un año, tendrá casi casi los 300 millones de personas registradas.
¿Facebook te ayuda?
Si estás leyendo este artículo, hay muchas posibilidades de que ya pertenezcas a Facebook. Hay muchas posibilidades de que todo el mundo que conozcas esté en Facebook. De hecho, hay muchas posibilidades de que ya no estés leyendo este artículo porque hayas ido a mirar el Facebook. Está bien, este artículo no es para vosotros. En lugar de eso, me gustaría dirigirme a aquellos lectores que no están en Facebook, especialmente a los que habéis decidido conscientemente manteneros al margen.
Aunque vuestras filas disminuyen día a día, aún sois muchos. Esto es comprensible (cualquier movimiento social que se vuelve tan popular genera escepticismo). Hace un año, el New York Observer entrevistó a una media docena de desdeñosos resistentes al Facebook. "No veo cómo el tener cientos o miles de ‘amigos’ va a llevar a algún tipo de amistad importante", decía Cary Goldstein, el director de publicidad de Twelve Publishers. "Todo eso me parece tan raro. No creo que sea sano". Me recordó a una cita de una historieta del Onion, "Lugareño No Para de Decir que No Tiene Televisión: "No soy elitista. Es simplemente que prefiero esculpir, escribir en mi diario o leer a Proust, antes que sentarme ahí pasivamente, mirando a una pantalla fosforescente".
Amigos (¿puedo llamaros amigos?) es hora de abandonar esa actitud: ya no hay ninguna razón para evitar Facebook. El sitio de internet ha traspasado un umbral (ya tiene tanto tráfico que se está convirtiendo en una rutina para las relaciones personales, como el e-mail y el desodorante). Es simplemente la más reciente de las muchas nuevas tecnologías que han pasado a esta fase. Durante mucho tiempo (desde más o menos finales de los 80 hasta mediados-finales de los 90, de Wall Street a Jerry Maguire), llevar un teléfono móvil parecía una señal de arrogancia. Pero a medida que la gente ha ido teniendo móvil, los teléfonos se han vuelto más útiles para todos (hasta que llegó un día en que había tanta gente con teléfono móvil que se suponía que tú tenías uno también). Tus amigos dejaron de decidir con antelación dónde quedarían el sábado por la noche porque se daba por hecho que todo el mundo llamaría, desde donde estuviera, para enterarse de lo que iba a pasar. Desde ese momento, se convirtió en una extravagancia no llevar un teléfono móvil; habían enraizado tan profundamente en la vida moderna que la única razón para no tener uno era decidir abstenerse. Facebook está ahora en el mismo punto (lo queráis o no, estáis diciendo algo manteniéndoos apartados).
Yo uso Facebook todos los días, y no siempre para perder el tiempo. La mayoría de mi extensa familia vive en Sudáfrica, y aunque a veces hablo con ellos por teléfono, Facebook me da una visión sorprendentemente íntima de sus vidas (puedo ver lo que hicieron ayer, lo que van a hacer mañana y lo que están haciendo ahora mismo, casi como si no hubiera distancia que nos separara). Eso mismo lo puedo aplicar a mi trabajo: vivo en la Costa Oeste, pero trabajo en una industria con sede en la Costa Este; Facebook me da la oportunidad de conectar con gente ("estar en red", se podría decir) de una forma completamente natural y nada agresiva. Más de una docena de veces, he contactado con fuentes a través de Facebook (buscarlas ahí es mucho más fácil que buscar un e-mail o un número de teléfono).
Entrada de un comercio en cuyo interior está prohibido hablar de facebook.
De hecho, Facebook me ayudó a escribir esta historia. El otro día actualicé mi estado pidiendo a mis amigos que me pusieran en contacto con gente que hubiera decidido no unirse. De este modo, los resistentes con los que contacté no eran arrogantes (eran gente simpática y razonable con explicaciones razonables para mantenerse apartados del sitio web). Entre los principales motivos que citaron estaba la de que Facebook parecía requerir mucho trabajo. Chad Retelle, un administrador de sistemas en red en Madison, Wisconsin, dijo que había visto cómo su mujer (mi amiga Katie) le había cogido gusto al sitio de internet. Pero al mismo tiempo, la había cambiado: "Ahora está obligada a pasar tiempo manteniendo su página de Facebook. Tiene que revisarla cada mañana. No tengo ganas de hacer eso".
Retelle y otros resistentes al Facebook se quejaron también de que el sitio de internet presenta otras incomodidades (como el dolor de cabeza que supone decidir de qué personas te haces amigos y de cuáles no, el miedo a que alguno de tus amigos pueda escribir algo en tu muro que ofenda a todos los demás, la preocupación de que alguien averigüe algo sobre ti que no pretendías compartir). Naomi Harris, una fotógrafa de revistas de Nueva York, dice que, a cambio de todos esos problemas, Facebook parece ofrecer muy poco. "¿Por qué?", pregunta. "Ya me paso suficiente tiempo enfrente del ordenador en el trabajo. No quiero seguir ahí también para entretenerme. No tengo interés en que alguien de 5º curso contacte conmigo y me diga, 'Buenas, me sentaba detrás de ti en clase, ¿quieres chatear?'".
Por último, escuché lo que debe ser la preocupación más universal respecto a Facebook, ¡no quiero que nadie se meta en mis asuntos! Kate Koppelman es una neoyorquina de 23 años que trabaja en la industria de la moda. Durante su etapa universitaria estuvo en Facebook y admite que el sitio web tiene muchas ventajas. Pero aún así, todo eso le asustó. "Tenía amigos de casa que sabían lo que pasaba con mis amigos de la universidad (gente que no se había conocido nunca) lo que resultaba raro", me dijo. "Me encontré con que tenía amigos que sabían cosas de lo que había en mi 'muro' antes de que yo tuviese la oportunidad de verlo (lo que también era raro)". Koppleman se quitó del Facebook el año pasado. Aún lo usa "por poderes" (sus compañeros de habitación buscan a gente por ella cuando tiene curiosidad) pero dice que nunca se registrará otra vez.
Aún así, de las muchas preocupaciones que genera Facebook, la de Koppelman es la que se solventa más fácilmente. El año pasado, el sitio web añadió una serie de controles de privacidad que te permiten elegir qué amigos ven qué información sobre ti. Tus amigos de la Universidad pueden ver una versión de tu perfil, tus amigos del instituto otra y tu familia otra más; si quieres, puedes hacer que nadie vea prácticamente nada de ti.
La preocupación de Retelle de que Facebook requiere mucho trabajo es un poco errónea. Es cierto que algunas personas pasan mucho tiempo con él, pero eso es porque se están divirtiendo; si no, puedes entrar simplemente una o dos veces por semana, sólo para aceptar o rechazar amigos. Incluso es suficiente con no hacer nada y esperar a que otros soliciten ser tus amigos: estás estableciendo una presencia para que otra gente contacte contigo, lo que es el propósito principal del sitio web.
Zuckerberg, en la Web 2.0 Summit.
Esto nos lleva al argumento de Harris: ¿cuál es la utilidad social de Facebook (por qué deberías unirte)? Como con el e-mail y el teléfono móvil, hay muchas, y en cuanto empieces a usarlo te darás cuenta de más situaciones diferentes en las que resulta útil. En general, Facebook es un lubricante de las conexiones sociales. Con tanta gente en él, ahora es el lugar online más rápido y mejor para encontrar y conectar con una persona específica (pensad en él como en un directorio mundial, o una Wikipedia de gente). Como resultado, la gente ahora espera encontrarte en Facebook (ya quieran ponerse en contacto contigo por un trabajo o estudiarte para darte una beca de genialidad).
Es cierto que quizá no quieras que la gente pueda seguir tu vida (no te supone una gran pérdida el que ese enemigo disfrazado de amigo de la universidad no te pueda encontrar. Pero, ¿qué pasa con tu viejo ligue, tu nuevo ligue, tu próximo jefe o ese amigo de un amigo que conociste en una fiesta y que dice que puede darte unos consejos muy buenos para tu swing en el golf? Por supuesto, podéis intercambiar los números, pero en muchos círculos, Facebook es ahora la forma en la que se espera que se hagan estas conexiones. Estando en Facebook, estás facilitando esos lazos; sin él, te los estás perdiendo y haciéndoles la vida difícil a los que fueron a buscarte allí).
Los escépticos sugieren a menudo que las redes sociales online fomentan un comportamiento introvertido y antisocial (que forjamos conexiones virtuales a expensas de conexiones en la vida real). Pero sólo alguien que nunca ha usado Facebook daría ese argumento. Nadie evita conocer gente en la vida real escapando a internet. De hecho, lo opuesto parece cierto: las actualizaciones cortas, continuas y con poco contenido sobre los detalles de las vidas de tus amigos (Bob tiene la gripe, Bárbara no puede creer lo que acaba de pasar en Mad Men, Rally y Ned ya no se hablan) hacen más profundos tus lazos con ellos. El escritor Clive Thompson ha explorado este fenómeno, lo que los científicos sociales llaman "consciencia de ambiente". Seguir a alguien a través de sus actualizaciones de estado no es muy distinto a sentarse en una habitación con él y tomar nota de su lenguaje corporal semiinconscientemente, señala Thompson. Igual que puedes percibir su humor por el ritmo de su respiración, suspiros y palabrotas, puedes también captar las líneas generales de su vida por las actualizaciones cortas, dando lugar a una conversación más profunda la próxima vez que os veáis.
Es este beneficio del Facebook lo que parece enganchar a la gente al final: sus amistades parecen exigir que se agreguen. El año pasado, Darcy Stockton, una fotógrafa de moda de Nueva York, no se calló nada al describir su odiado Facebook al Observer. "Si tienes tiempo para conectarte a un sitio así, no estás trabajando suficiente", dijo. "Simplemente no tengo el tiempo o la habilidad para mantenerme en otra red social en mi tiempo libre. Siento que hay otras cosas y experiencias reales que podría estar teniendo en la vida real, en vez de malgastar mi tiempo en Facebook".
Stockton tiene ahora 250 amigos en Facebook. En un e-mail explicaba que decidió unirse cuando sus amigos emigraron de MySpace. Añadía, "¡Gracias por hacer que me comiera mis palabras!".
* Este artículo se ha publicado originalmente en el medio digital norteamericano Slate.
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El éxito de Facebook radica en tener como motor social el más antiguo de los pequeños vicios de la humanidad: el cotilleo! +
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