Quemando rueda

La noticia me deja atónito: han detenido a Samuel G.C., un pipiolo de 18 años que conducía un Renault Clio Sport a 217 kilómetros por hora por la autovía transcantábrica, a su paso por el municipio lucense de Vilalba. Menudo pusilánime el tal Samuel. ¡Ir a sólo 217 kilómetros por hora, cuando el Clio Sport, pedazo de pepino de 230 caballos en un motor 2.0 atmosférico, puede ponerse a casi 240 kilómetros por hora! La sanción para el conductor del coche bomba ha sido sin duda desproporcionada: 1.200 euros de multa, dos años de privación de permiso de conducir y seis meses de trabajos en beneficio de la comunidad. ¡Pobre chavalote!

(EFE)

Fernando Alonso ya no es noticia en Telecinco.

Samuel podría cumplir esos seis meses recogiendo cadáveres despanzurrados por nuestras cunetas. No de víctimas de la dictadura franquista, sino de los miles de accidentes que se producen cada año en España, y que sólo en 2008 causaron más de 2.100 muertos.

Una masacre que se va a acabar. El Estado vela no sólo por nuestras vidas, también por nuestras muertes. Acaban de poner en los puntos negros de las carreteras españolas, esos sumideros donde la gente palma día tras día con macabra puntualidad, carteles que advierten de la peligrosidad del lugar. No arreglan ese tramo de la carretera y solucionan el problema, no. Simplemente nos advierten para que no nos matemos ahí y no les reventemos las estadísticas.

Y si vamos a 200, pues un caponcillo: multa gorda y sin permiso de conducir una temporada. ¿A 200 en coche? ¿Pero el tope de velocidad no está en 120 kilómetros por hora? Las sociedades hipócritas no conocen sus límites, y los de velocidad, menos. ¡Con lo fácil que sería no dejar matricular coches que superasen los 120 kilómetros por hora! Y el que quiera correr, a un circuito. Pues no. El Estado mantiene los privilegios de la industria del motor, trinca impuestos de la gasolina y pone carteles advirtiendo de los puntos negros en las carreteras. Los periodistas aplauden mientras pisan el acelerador.

¿Qué tiene que ver esto con la televisión? Se preguntará el lector más crítico. Pues mucho, puesto que el motor y la gasolina forman parte del periodismo del siglo XXI. Les pondré un par de ejemplos... Ayer se presentó el nuevo Renault de Fernando Alonso, con el que el piloto asturiano intentará conseguir su tercer campeonato del mundo. La noticia, que hace un año hubiese abierto los informativos de Telecinco, este año ha pasado desapercibida en la cadena de Paolo Vasile. Ya no es "su" noticia, puesto que los derechos de la Formula 1 para 2009 pertenecen a La Sexta. Vasile y Pedro Piqueras, su brazo informativo, han decidido que a usted y a mí ya no nos interesa la Formula 1. Periodismo de categoría.

Y eso que las relaciones entre la industria del motor y los medios de comunicación son excelentes. Los fabricantes de bólidos inundan los medios con publicidad. Y los periodistas que no tienen un cochazo a cuenta de su empresa, ni son periodistas ni son na. Sólo les diré que estos superperiodistas se cabrean más cuando les amenazan con quitarles los cheques-gasolina, que también los tienen, que cuando hacen públicos sus sueldos. O que cuando descubren que en una Renault Kangoo se pueden escuchar cintas de la Orquesta Mondragón.

Un motivo para no ver la televisión.

Como cada martes, publicamos un podcast en el que Albéniz pincha su música favorita. Country, blues y, por supuesto, rock and roll. Dale al play y a disfrutar.