Inocentes

No sé si el Ahmed me da pena o envidia. Se ha pasado media noche en vela, escuchando emisoras de radio y echando maldiciones arameas contra el presidente del Madrid. Tiene delito el asunto. Un tío tan grande y tan malencarado, hecho polvo porque parece que las elecciones merengues estuvieron amañadas. Noticia bomba, oye. El Ahmed se pasa la vida sufriendo: cuando no faltan extremos, faltan cojones; cuando no falta dinero, faltan fichajes. Y cada partido es como el fin del mundo. Ya le puedo dar collejas y llamarle inocente y pringao, que él a lo suyo, a sufrir y a despotricar.

Tarek (EFE)

El Ahmed, y supongo que de una forma o de otra todos los que pagamos impuestos, aporta su dinerillo a un negocio escandaloso. El fútbol español mueve cada año más de 4.000 millones de euros, y hay que ver cómo los mueve. No vale la pena mirar club a club, basta con unos cuantos ejemplos: el tal Calderón montó una merienda de negros con el voto por correo y los compromisarios del Atleti, el Valencia tiene una deuda de 400 kilos, un juez ha condenado al Barcelona por quedarse con 57 millones ajenos, todos trincan comisiones con cada fichaje… O sea, el negocio se gestiona con una seriedad digna de la banca.

Ah, pero eso es la parte económica, que no le interesa a nadie porque lo que mola es la competición. Ya. La competición. Limpísima. ¿Que alguien denuncia que el Athletic compró un partido? No pasa nada. ¿Que otro denuncia tongos en el Málaga? Como si lloviera. ¿Que los controles antidopaje son como los que pasaban las nadadoras de Alemania del Este? Pues mejor. ¿Que los árbitros siempre se equivocan a favor de los mismos? Como la vida misma, señores.

Mira que me gusta el fútbol, pero ya lo miro como el 'pressing-catch'. Es un teatrillo. Y me da pena que hombres hechos y derechos tengan cada semana ataques de euforia, de pena o de caspa por culpa de este guiñol. Lo siento por el Ahmed y por todos los que están enganchados al circo. Lo siento, pero también me dan un poco de envidia. A su manera, la inocencia es bonita. Por si acaso, nunca me he atrevido a comentar con el Ahmed el tema de los reyes magos. No quiero darle un disgusto.