Sicarios

Agacho las orejas, meto el rabo entre las piernas... y rectifico. Tenían razón Güemes, Lamela, Esperanza Aguirre y todos aquellos que nos anunciaron el deterioro irreversible de la sanidad pública y nos advirtieron de la existencia de equipos médicos asesinos, que acababan con las vidas de los pacientes utilizando una premeditación y un sadismo dignos de Josef Mengele. El último ejemplo de esta 'mala praxis' no deja lugar a dudas: se le ha vuelto a aplicar una "sedación irregular, no indicada, indebida o en exceso" a un paciente de un hospital de la Comunidad de Madrid, en este caso el 12 de Octubre. Concretamente cuatro balazos en el pecho.

José Mota.

El autor de los disparos no ha sido identificado, pero después de escuchar la descripción de los testigos (varón de entre un metro y medio y dos metros, rostro cubierto, calzado con zapatos) y repasar atentamente la doctrina de Güemes, Lamela, Aguirre, mis nuevos gurús en política sanitaria, estoy en condiciones de dejar una frase para la historia: "Que no haya podido probarse que el autor es el doctor Montes no quiere decir que no haya sido él".

Nos están apiolando en los hospitales públicos, queridos lectores. Definitivamente, la única forma de sentirnos seguros es empezar a utilizar los hospitales privados. O en proceso de privatización. Como ya hacemos con TVE, la televisión pública gestionada económica e ideológicamente como si fuese privada. No lo digo por los programas de José Mota, adalid del humor inteligente que el pasado viernes consiguió con su nuevo programa de gags revenidos y risas enlatadas un resultado que ya quisieran las cadenas verdaderamente privadas: 22% de share y 4.159.000 espectadores. Y tampoco porque nada más terminar esa pequeña obra maestra del humor inteligente pudiéramos disfrutar, a las 22.45 de la noche del viernes, de un clásico que todos los españoles añorábamos: el especial Nochebuena de Josema y Flo (¡estrenado sólo dos semanas antes!).

Si les digo que TVE funciona como si fuera una cadena privada es porque presume mucho, muchísimo, de haber conseguido ser líder de audiencia en diciembre: un 17,9% de share, frente al 16,2% de Telecinco. Y por los medios utilizados para conseguir tan excelentes resultados: gastarse en menos de un mes más de diez millones de euros en cine USA. "Entre el 19 de diciembre y el 11 de enero han emitido 30 películas producidas por estudios norteamericanos", denuncia la Unión de Televisiones Comerciales Asociadas (UTECA).

TVE es, como no se cansan de repetir en sus propios informativos, una máquina perfectamente engrasada. Tan sobrados están de imaginación y talento que, como se les han terminado los invitados de 'Tengo una pregunta para usted', su programa bandera, anuncian que repetirán ronda: regresa Zapatero, el hombre que no sabía lo que costaba un café. Deberían rebautizarlo y llamarlo 'Tengo OTRA pregunta para usted'.

P.D. Urdaci cuenta en 'La Noria' (Telecinco) los nuevos y ambiciosos planes de su nuevo jefe: el Pocero ha llegado a un acuerdo con el Gobierno de Guinea Ecuatorial para crear 95.000 viviendas "donde realojarán a la gente que vive en chabolas". También van a levantar, asegura Urdaci, hospitales, colegios, centros de salud... ¡Pobre África! ¡Pobres guineanos! Después de que el dictador Teodoro Obiang y su familia hayan saqueado durante los últimos 30 años todas las riquezas del país, petróleo y madera incluidos, con la complicidad de Gobiernos como el norteamericano o el español, llegan Urdaci y el Pocero a recoger las migajas. Apiolando.

Un motivo para no ver la televisión

El sitio de Leningrado.
Autor: Michael Jones.
Editorial: Crítica.

Leo este libro mientras escucho y veo las noticias sobre el cerco a Gaza. El texto, magnífico, espeluznante, cuenta la historia del asedio más cruel de la historia: el que el Ejército nazi mantuvo sobre la ciudad de Leningrado (hoy San Petersburgo) durante 872 días, desde septiembre de 1941 a enero de 1944. Un asedio que costó la vida a más de 1.200.000 ciudadanos (600.000, según cifras oficiales) que no pudieron soportar los bombardeos, las bajas temperaturas (40 grados bajo cero) y la falta de alimentos.

Hitler quería proteger a sus soldados y no gastar munición innecesaria. Tampoco estaba dispuesto a alimentar ni a los prisioneros ni a los civiles de Leningrado que se entregasen. Su idea era matar de hambre a los tres millones de habitantes de la ciudad más activa y culta de la URSS. Por eso, miembros del estado mayor de la Wehrmacht se reunieron con un experto en nutrición y, tras proporcionarle datos sobre la ciudad (el censo de población, la cantidad de alimento que había almacenada y las temperaturas invernales), le hicieron unas preguntas: "¿Cuánto tenía que durar el asedio para que comenzase a morir gente? ¿Cómo se desarrollaría el proceso de muerte por inanición? ¿Cuánto tardaría en morir toda la población civil?".

Sólo 24 horas después obtuvieron las respuestas: en un mes de aislamiento total las autoridades de Leningrado tendrían que imponer una ración de pan por persona de 250 gramos al día. Tras un invierno con esa dieta todos estarían muertos. "No merece la pena arriesgar a nuestra tropa", escribió Goebbels en su diario. "Los habitantes morirán de todas formas. No nos molestaremos en pedir la capitulación. Podemos destruirla aplicando este método casi científico".

Pero Leningrado resistió mucho más que un invierno. Fueron 872 días de miseria, de frío, de hambre, de pan con harina y serrín, de canibalismo y brutalidad. Días en que la barbarie del Ejército nazi alcanzó límites incomprensibles, y la capacidad de supervivencia de los habitantes de la ciudad resultó heroica.

El historiador Michael Jones ofrece toda la información necesaria para reconstruir el terrible asedio. Y lo hace de forma rigurosa y amena, en un libro absolutamente imprescindible para comprender la maldad humana. Una obra maestra.